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Domingo, 17 de abril de 2011
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> Erica Rivas sobre Blanche Dubois

El humor de clase

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Hacer de Blanche es un regalo para mí. Cuando leí el personaje no tuve la misma percepción que cuando se hablaba de ella. Tenía una percepción mía completamente distinta a ese aspecto de la feminidad exacerbada, llevada a la locura, que se piensa de Blanche. Cuando la leía, para mí era un personaje mucho más vivo, sensato, cuerdo y consecuente. Traté de que esta Blanche tuviera esa primera impresión que yo tuve cuando lo leía. Porque me parece que ir con prejuicios es algo que te impide expandirte cada vez más en la imaginación para actuar. Traté de no estar llevada por eso, sino ir tranquilamente por los vericuetos que Daniel nos iba proponiendo en esta versión.

Con el correr de los ensayos me fui dando cuenta de lo que le va a pasando a ella en este momento, no de su vida, sino de su estancia en esa casa. Al no tener las escenas exteriores, que fueron las que Daniel recortó, la historia se hizo cada vez más claustrofóbica, y ahí empezaron a armarse los hilos que se tiraban de un lado y de otro. Encontré en Blanche mucho humor, un humor de clase, que expresa un dolor muy profundo y femenino. Busqué que el humor de Blanche tuviera ese anclaje doloroso. Comprender que esa manera de ella es una defensa de ella. Un mecanismo de adaptación. Traté de ser muy obsesiva con el trabajo y poner todo. Es un personaje que es como una catedral, no es unilateral. Si uno trata de anclarse en algo muy real, como la enciclopedia de psiquiatría donde se puede leer histeria o neurastenia, uno se queda corto, porque le falta poesía, le falta esta historia, este dolor, este pasado.

No me quiero poner feminista, pero es muy difícil no hacer de Blanche y no pensar al mismo tiempo en dónde estamos las mujeres hoy, en relación a lo que le pasa a ella a pesar de que eso sucede hace muchísimos años, antes de la liberación femenina. Es una mujer que tuvo un pasado donde necesitó vivir experiencias sexuales que quizás no estaban permitidas, y siguen no estando. Ahí se ve que no es lo mismo ser un hombre que ser una mujer, aún hoy. Ella está muy desvalida. Porque una persona de su clase social probablemente no se supiera mover en el mundo del dinero. No es algo que lo haga adrede, es algo que tiene que ver con la indefensión. ¿A dónde va una mujer sola con ese bagaje? ¿Un hombre puede entender eso? El deseo femenino es algo intolerable.

Yo vengo trabajando con Silvina Ocampo, con Marosa di Giorgio, y siento que todos mis personajes confluyen en Blanche.

Creo que su última frase, “siempre dependí de la bondad de los extraños”, es algo que una actriz dice al espectador: yo di todo esto, hice todo lo que pude. Es un pedido de amor, de consideración, de público, después de dar todo en la función.

Un tranvía llamado deseo se estrena esta semana, de miércoles a domingo, en el teatro Apolo, Corrientes 1372.

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