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Domingo, 3 de junio de 2012
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Muchachas punk

A Brief History of Argentinien Punk: la obra teatral de las hermanas Saphir que es un éxito en Berlín explicándoles a los europeos el punk argentino y la postdictadura.

Por Jose Miguel Esses
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Desde Berlin

Una chica punk tiene un aerosol en la mano. En una pared de papel de diario escribe Fuck reality. Da un paso hacia atrás, analiza su obra. Agita la lata, dispara y encierra la A en un círculo. Vuelve a distanciarse. Pero esta vez no relee, sino que toma carrera y destruye la pared con un vuelo en palomita. Patea los papeles, revolea los brazos. Está furiosa. La música de fondo, el compilado Invasión 88 (ese disco que introdujo a grupos como Flema, Conmoción Cerebral, Rigidez Cadavérica y Attaque 77, entre otros), la ceba todavía más. Van dos minutos de función cuando se saca la primera remera y, una vez en el piso, la escupe. Queda en corpiño, se lo arranca. El pantalón de cuero sale con algo de esfuerzo, la bombacha cae por ahí. Atraviesa el escenario con algunas acrobacias y danzas, completamente en pelotas. Nunca el punk fue tan explícito. El clímax llega con la aparición de la bandera argentina. Sus tetas rebotan con furia, el celeste y el blanco flamea en el teatro Dock 11, en Berlín. Con el platillazo final, su imagen, agitada, queda congelada. El aplauso de la platea relaja la escena. Ella pide dos minutos, para organizarse un poco. El público, si pudiera responder, seguramente le diría que sí, que se tome un par más si necesita. Nadie entiende qué fue lo que pasó. Tatiana Saphir vuelve a escena con el pelo atado, tacos altos, un trajecito formal y una carpeta en la mano. Su hermana Tamara, ojos delineados, alfiler de gancho en la remera, borceguíes, rapada a los costados de su cabeza, acerca una pantalla y un proyector de diapositivas. Tatiana agarra el micrófono y dice, en inglés: “Lo que acaban de presenciar es algo de lo que yo he entendido que es el punk. Una parte de lo capturado durante mi investigación, mezclado con un poco de mi impronta personal. Quiero decir... sé que me he dejado llevar, levemente, por la fuerza dionisíaca del tema”.

Brief History of Argentinian Punk, de las chicas Saphir, emula la estructura de una conferencia (proyector, puntero, escritorio, apuntes), con el desliz de la escena inicial. Y de una versión cumbia de “Should I Stay Or Should I Go”, de The Clash, cerca del final. Se estrenó en Francia a finales de 2008, pasó por Italia y hace dos semanas se presentó en la capital alemana, donde ya había estado en 2010. Los espectadores se convierten en alumnos y se van enterando del origen del punk en Argentina, de sus héroes (Pil Trafa, Ricky Espinosa) y de las costumbres propias. Con tono didáctico, las Saphir analizan tapas de discos (como Raro? Raro tenés el orto, de Flemita), traducen letras (“Represión” de Los Violadores), teorizan sobre la omnipresencia de la letra K en los nombres de las bandas. La traducción al inglés (o francés, según la ocasión) pone una distancia con el tema (no es lo mismo Flema que phlegm, o flegme) y todo suena como si fuera la primera vez. Retratar el nacimiento del punk argentino fue, también, una forma de hablar de la época en la que nació ese género: fin de la dictadura, comienzo de la democracia, un fade out imposible de regular. “Hay muchas obras sobre la dictadura y pocas sobre ese momento de transición, que tuvo tanta efervescencia. Quisimos traer a Europa algo del mundo que se generó en la periferia a partir de un movimiento que tuvo sus comienzos en Inglaterra, también en un contexto opresivo. El punk llegó tarde, como tantas otras cosas, y fue apropiado de una forma muy argentina”, indica Tamara.

La mejor función fue en un pueblito de Francia, en el marco de un festival municipal. Las familias se acercaron a ver de qué se trataba eso del punk argentino, los nenitos se acomodaron en las primeras filas, las dos punkies locales estaban en la platea. “¿Alguien les avisó que hay un desnudo? ¿A quién le puede interesar el tema?”, preguntaban las chicas en camarines, mientras se delineaban los ojos. “Esa vez nos enfrentamos a nuestro propio prejuicio. Los más chicos festejaron en el strip-tease, los grandes se reían con una cita de Hegel. No era, para nada, el público al que te dirigís, si es que uno sabe hacia quién se dirige. En cada función abrimos el espacio para preguntas, como se hace en toda conferencia, y a veces nos salen con cualquier cosa, como cuál es la relación entre el punk y las ratas”, cuenta Tamara. Las Saphir viven en un mismo edificio en Berlín y no descartan llevar la obra a Buenos Aires, aunque no se imaginan en escena. Preferirían ser reemplazadas por dos hermanas alemanas, con mucho acento y bien rubias. Como la distancia con los documentos y con la historia no va a estar, creen que tendría que haber algún tipo de tensión. “Tendría que ser una loca alemana que se investigó esto y nos lo cuenta, como hacen muchos europeos que te cuentan cómo es la historia argentina y uno dice ‘buenísimo, me encanta que te copes con este tema, pero no me vengas con la antropología urbana’. Por ahí, estaría bueno que te agarre un poco de bronca. ¿Quién sos para venir a decirme cómo fue el punk en Argentina?”, se pregunta Tatiana.

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