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Domingo, 4 de noviembre de 2012
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Ana Mendieta

Ana Mendieta nació en La Habana, Cuba, en el año 1948. En 1961 Ana y su hermana mayor fueron enviadas por sus padres a Estados Unidos, como parte de la Operación Peter Pan, un programa de la Iglesia Católica estadounidense que trasladó miles de niños cubanos a los Estados Unidos en un esfuerzo por apartar a los niños del régimen anticatólico de Castro. Allí Ana vivió en Iowa con una familia adoptiva y no volvió a ver a sus padres durante muchos años. Su carrera artística, intensa y corta (1972-1985), se desarrolló en variadas disciplinas (performance, body art, video, fotografía, dibujo, instalación y escultura) todas ellas atravesadas por una misma inquietud: el acontecer de la vida y la muerte sobre la materia y el espíritu. Sus primeras obras fueron de tinte expresionista hasta que ingresó al Intermedia Program and Center for New Performing Arts de la Universidad de Iowa y comenzó a utilizar su cuerpo como soporte artístico. La obra de Mendieta se nutre de la naturaleza y de sus propias experiencias como mujer y como exiliada. Su fascinación por la sangre, que alude a la violencia física, al principio vital, al poder religioso y a la magia, marcó algunas de sus principales obras. En una de sus series, Body Tracks, documentada en video, Ana Mendieta metió las manos en una mezcla de sangre de animales y pintura roja para luego arrastrarlas por la pared, performance que remite al arte rupestre y su sentido mágico y vitalista. Otra constante en la obra de Mendieta es la incorporación de su cuerpo en la naturaleza, evocando rituales africanos, afrocubanos, mesoamericanos y de antiguas culturas de Asia y Europa. En el paisaje, su cuerpo suele cubrirse de tierra, piedras, ramas o flores. Ana Mendieta murió el 8 de septiembre de 1985 en Nueva York, al caer desde la ventana de su departamento del piso 34 en Greenwich Village. Su pareja, el escultor Carl André, fue sospechoso de haberla empujado. Durante el juicio, las pruebas no fueron concluyentes, por lo cual se dictaminó suicidio. Efímera, autobiográfica, telúrica, espiritual, ritualista, feminista, sangrienta, violenta o tierna, la obra de Mendieta supo ser extrema en todos sus aspectos. En palabras de la artista: “Mi arte es mi forma de restablecer los lazos que me unen al universo”.

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