En los tiempos de la dictadura habĂa que andarse con cuidado. Pero, como ya contĂ© anteriormente, no tenĂa mucha nociĂłn de lo que verdaderamente estaba sucediendo en el paĂs y atravesĂ© algunos episodios muy particulares.
En 1975, estaba haciendo ImagĂnate... Flecha juventud en Radio Del Plata, pero todavĂa tenĂa muchos amigos de Radio Rivadavia, ex compañeros de trabajo a los que seguĂa frecuentando. Un dĂa, alguien de deportes de Rivadavia vino a Del Plata a buscarme. Yo estaba subiendo la escalera larga de Santa Fe 2043.
–Hola, Juan Alberto. ¿No tenés cinco minutos? –me grita desde abajo.
–SĂ, claro –yo lo conocĂa.
–¿Vos a qué hora empezás? ¿A las 10?
–SĂ.
–Bueno, necesito que te subas a un auto que está fuera y que des unas vueltas manzanas con nosotros, son amigos mĂos. Te queremos decir una cosa –me propone ese muchacho.
–Aguantá un cachito –le pido, aceptando su propuesta con un grado de ingenuidad e inconciencia enorme.
Subo a la producciĂłn del programa y tengo el tino de avisar que iba a dar una vuelta manzana con unos tipos que estaban con Fulano de Tal, que por ahĂ habĂa una oferta de laburo. Bajo, subo al auto y me ubican en el medio del asiento de atrás de un Ford Falcon. Agarran Santa Fe y el que está adelante, en el asiento del acompañante, se da vuelta y me dice:
–Juan Alberto BadĂa: una gran preeminencia sobre la juventud. Juan Alberto BadĂa: un nombre intachable en todas las investigaciones. Juan Alberto BadĂa: un paĂs nuevo. Un paĂs que se viene. En muy poco tiempo. Juan Alberto BadĂa: nosotros queremos que formes parte del nuevo paĂs. Te hemos elegido como referente de la juventud.
Yo miraba a mi amigo, que asentĂa con la cabeza y me indicaba que siguiera escuchando, como si fuese bueno lo que me estaban diciendo. En definitiva, lo Ăşnico que pude corroborar fue que eran de la Marina y que tenĂan razĂłn: el 24 de marzo del año siguiente vino el golpe militar. Y lo Ăşnico que atinĂ© a decir para desprenderme de esa situaciĂłn fue: “Gracias por todos los halagos que he recibido en este viaje, pero no puedo salir de mi miedo y mi estupor por todo lo que escuchĂ©. Les pido por favor: no soy yo la persona que quieren”. Y me bajĂ© del auto. El mensaje fue muy taxativo de su parte.
El paĂs era un caos. Es mentira que el golpe sorprendiĂł a todos: el golpe militar fue casi un anuncio esperado. Por lo tanto, a mĂ finalmente no me sorprendĂa que esto pasara en el caos de la Triple A. Lo que me sorprendĂa era que mi amigo estuviese involucrado en eso y que le hubiesen pedido acercarse a mĂ. DespuĂ©s me sorprendiĂł la inconciencia mĂa de confiar y subirme al auto a ver quĂ© me decĂan. Pero fue asĂ. Las cosas pasan porque pasan. Lo Ăşnico a lo que atinĂ© fue a avisar a la producciĂłn.
Esta y la experiencia anterior que contĂ©, la del operativo en el departamento base de la BeatlemanĂa, son las dos Ăşnicas que atravesĂ© en aquellos tiempos, si bien hubo una tercera.
A Enrique Llamas de Madariaga le ofrecieron trabajar con nosotros en Rivadavia, en los tiempos de Piedra libre, para hacer la columna polĂtica del programa y Ă©l se negĂł rotundamente. Eso me llamĂł la atenciĂłn y fui a buscarlo. Caballerosamente, Enrique me dijo:
–Tengo que superar un problema con vos.
Entonces, nos sentamos a tomar un cafĂ© en el bar de Rivadavia y me cuenta que, cuando los militares lo secuestraron y torturaron, ponĂan Flecha juventud al mango para que no se escuchasen sus gritos.
–Y era tu voz todo el tiempo –me confesó Llamas de Madariaga.
Esos tres episodios me dieron la pauta de hasta dĂłnde podĂ©s estar metido, en quĂ© situaciones, cuando sos un hombre pĂşblico y hacĂ©s radio. Lo más comĂşn es el oyente que te cuenta que tenĂa la radio bajo la almohada y que, cuando se quedaba dormido, el papá iba a apagársela. Pero tambiĂ©n sucedĂan cosas de este tipo.
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