Al igual que muchos otros neurocientÃficos, recibo mi dosis semanal de mails bizarros. Muchos de los que me escriben tienen buenas razones para preocuparse: muchos piensan, por ejemplo, que sus cerebros están siendo grabados. Es una preocupación paranoica, sin duda. ¿O no? La neurociencia está dando pasos gigantescos, y uno bien podrÃa preguntarse si alguna vez se romperá la caja de seguridad de nuestras mentes.
¿Llegará el tiempo, quizá en un futuro cercano, en que nuestros sentimientos más profundos y nuestras memorias más Ãntimas puedan ser leÃdos? Creo que la respuesta es un cauteloso no. Al menos por un tiempo.
La tecnologÃa de imágenes cerebrales sin dudas es poderosa. En respuesta a frases en francés, inglés o japonés, podemos saber con solo mirar el cerebro cuál es el idioma natal de un individuo. Igualmente, yo insisto en las limitaciones de estos métodos. Nuestros pensamientos están encriptados en patrones de actividad neuronal. La configuración neuronal de mi pensamiento de una jirafa es casi indistinguible del pensamiento de un elefante.
Más allá de eso, me niego a preocuparme por que la CIA esté monitoreando mis pensamientos. Sigue habiendo muchas limitaciones: primero se requiere un imán de diez toneladas. Y estas técnicas funcionan si el voluntario está totalmente quieto. Sólo un milÃmetro puede arruinar un escaneo cerebral.
No hay garantÃa, claro, de que estos problemas se resuelvan. La próxima semana o el siglo siguiente. Entonces, ¿deberÃamos preocuparnos? Muchas personas, en cambio, se regocijarÃan. Por ejemplo, los pacientes con lesiones cerebrales, cuyas vidas dentro de poco quizá cambien gracias a las tecnologÃas cerebrales. Estas valiosas aplicaciones médicas son el futuro de las tecnologÃas de imágenes cerebrales. No los maléficos artefactos de ciencia ficción que equivocadamente nos preocupan.
NeurocientÃfico francés.
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