José Luis "el colorado" Baroni habÃa atacado hace 15 años a otra mujer en su pueblo, Devoto, en la provincia de Córdoba. Elena Banz, que ahora tiene 66 años, no olvidó nunca, y jamás olvidará, aquel 13 de enero, cuando Baroni tomó su remÃs como un pasajero común y una vez alejado del pueblo la amenazó con una cuchilla de cocina en el cuello, para llevarla por caminos rurales. Y atiende a todos los medios porque siente que debe colaborar para que haya justicia. "Ya dije que voy a hacer todo lo que sea necesario y que esté a mi alcance para aportar este antecedente", dice a Rosario/12 la mujer, por teléfono, desde su pueblo. Aquella tarde de verano, a eso de las 3, el hombre la golpeó hasta que creyó haberla matado. La tapó con unos yuyos y la dejó abandonada. "Cuando sentà que se iba en el auto pude respirar", relata ahora. Ella se movilizó como pudo a través de una chacra, y una mujer la rescató. La llevaron a una clÃnica, donde el médico le dijo que un palazo más la hubiera desnucado. Allà llegó la policÃa, y apenas ella describió al agresor, los efectivos no dudaron: "es el colorado Baroni", dijeron. Pero nunca más supieron de él, y aquel crimen quedó impune. "A partir de ahà no se lo buscó más. Pregunté muchas veces, pero me dijeron que no lo habÃan encontrado. Y ahora pasó lo que pasó", rememora. Todo aquello se actualizó por el feminicidio de Alejandra Cugno, de 42 años cuyo cadáver fue hallado el viernes pasado, en Landetta. La maestra habÃa sido atacada el lunes anterior, cuando iba desde Cañada RosquÃn, donde trabajaba, hacia San Jorge, donde vivÃa.
Baroni pasó todos estos años viviendo en Piemonte, en Santa Fe, y la policÃa de Córdoba jamás dio con él. "Yo creo que lo habrán buscado, pero en aquel tiempo no habÃa todos los medios que hay ahora. Y él es muy escurridizo", justifica Elena la inacción policial. "Yo no lo conocÃa, jamás lo habÃa visto. Cuando a mà me llevaron a la clÃnica destrozada, el doctor avisó a la policÃa, y cuando ellos llegaron, me preguntaron cómo era la persona. Lo primero que dijeron fue que era el colorado Baroni. Ellos lo identificaron enseguida, me trajeron fotos de prontuarios anteriores, yo lo reconocà enseguida. SÃ, es él, no tengo la menor duda", relata la vÃctima de aquel intento de homicidio jamás esclarecido.
Devoto es una localidad de 5000 habitantes. "Acá nos conocemos todos, pero yo a él nunca lo habÃa visto pero es una cara que me va a quedar toda la vida grabada, esa cara no la voy a olvidar nunca", dice Elena, quien lamenta que entonces la policÃa no haya podido apresarlo. Claro, era un ataque a una mujer, que ni siquiera estaba muerta. "Si lo hubieran encontrado, otra habrÃa sido la historia. Pero lamentablemente no se ahondó más, no se lo buscó más lejos -relata Elena cómo fue asimilando la falta de justicia durante todos estos años-. Y yo fui pensando que ya estaba, que yo estaba acá y él algún dÃa iba a caer. Ya que los hombres no hacen justicia porque no se ha podido, dios se iba a encargar. Pero tuvo que pasar lo que pasó para que realmente lo apresaran".
Sólo en dos ocasiones Elena pide respeto a su intimidad: cuando se le pregunta cómo está compuesta su familia y cuando se indaga si Baroni intentó abusar sexualmente de ella. Pero quiere denunciar que él la quiso matar, que creyó haberla matado, y rememora todo con lujo de detalles. "En estos 15 años, no hubo un solo dÃa de mi vida que haya olvidado aquello. No hay psicóloga que valga", cuenta Elena antes de brindar todos los detalles.
"Yo estaba manejando un remis en aquella época y él me ocupó para ir afuera del pueblo. Cuando llegamos me dijo 'es aquella chacra' y de pronto me encuentro con una de esas cuchillas de mesa grandes, en la garaganta. Me dijo: 'Vas a hacer lo que yo quiera, doblás'. Me llevó por un camino perdido, donde no habÃa nada ni nadie", recuerda Elena, quien continúa casi sin respirar: "Me pidió que me sacara la ropa, yo me negué, porque calculá una mujer cincuentona, me pegó y terminé sacándome la ropa. Después quedé sin nada, me hizo tender las manos al lado de un alambrado, me ató las anos y los tobillos, con unos hilos negros que se usan para atar fardos, me dio dos vueltas de hilo en el cuello y tiró hasta que me estranguló. Yo perdà el conocimiento por completo, cuando recobré algo de lucidez descubrà que me ha bÃa tapado de ramas y yuyos". Fue en aquel momento, cuando ella se movió, que Baroni agarró un palo y volvió a pegarle. "El tipo vio que no estaba muerta. Cuando vio que me movÃ, agarró un palo, de los mismos que se quiebran, y me empezó a pegar en la cabeza, me lastimó toda, porque me cortó, me hizo un sol en la cabeza. Y me desmayó, me desmayé de nuevo. Cuando recuperé la conciencia, apenitas, lo primero que pensé fue en hacerme la muerta, no me movà más, no respiré más y el tipo dio unas vueltas ahÃ, lo escuchaba que andaba alrededor mÃo. Fue un milagro que no me diera una puñalada. El salió con el auto, se fue. Respiré cuando no escuché más el auto, qué sé yo, un horror, no lo olvidás...".
Aquel crimen no fue suficientemente perseguido. Era una agresión contra una mujer, quedó con vida, pero marcada para siempre por la violencia y el horror. Ahora, Baroni hizo algo demasiado parecido con Alejandra, quien tuvo menos suerte: no pudo hacerse la muerta. El la tiró en un aljibe, se cercioró bien de matarla. Elena espera que el tiempo de la impunidad haya pasado. Se describe "amargada, hecha hilacha, porque me siento mal de estar reviviendo cada dos minutos lo mismo, y siempre lo mismo. Pero tengo garra y lo voy a hacer, para que por lo menos sume que el tipo ya habÃa hecho algo".
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