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Domingo, 25 de abril de 2010
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Convención de tatuadores profesionales dentro de la cárcel de Las Flores en Santa Fe

Para llevar más seguro bajo la piel

En el penal de Las Flores en Santa Fe, funciona desde hace dos años un taller de tatuajes que constituye una novedosa estrategia a la hora de afrontar la prevención y reducción de daños. Dentro del penal se realizó una convención de tatuadores.

Por Melina Torres
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Los internos ahora prefieren los tatuajes "profesionales" por estética y por seguridad.

La postal era por demás llamativa: Más de 15 tatuadores de visible aspecto moderno, esperaban para entrar quizás por primera vez a un penal. Traían maletas repletas de agujas, alcohol, gasas, tintas, y papeles. Todos elementos necesarios para ejercer el arte de tatuar y participar de este encuentro por primera vez realizado dentro de una cárcel. Hace un año y medio en la cárcel de Las Flores de Santa Fe funciona el taller de tatuajes "Los Pioneros" llevado a cabo por el interno Germán Mangold que ya ejercía el oficio de tatuar en su vida en libertad. Fernando Demiryi actual director del EARS (Equipo de Acompañamiento para la Reintegración Social) supo que Germán era tatuador profesional y entonces junto a Jorge Avero otro interno que actualmente está en libertad dieron vida a un sueño: Un taller con las mismas condiciones de asepsia e higiene que en la vida libre, que oferte la posibilidad de acceder a otros modelos distintos de la tipología del "escrache tumbero" (cinco puntos, serpiente enrollada en un puñal, lágrimas llenas o vacías).

Los modos de realizar un tatuaje casero en la cárcel son varios y dependen de la inventiva y las herramientas con que se cuenten. Inicialmente, el tatuaje tumbero podía contar con técnicas tan curiosas como la mezcla de orina con hollín (quizás el antecedente más remoto); actualmente se usan las cenizas de un escurridor de piso diluidas en agua, la tinta de lapicera o tinta china. Las maquinitas tumberas, están hechas con un motorcito de carretera, un pedazo de cualquier alambre utilizado como varilla y una lapicera con la punta quemada usada como puntera o con agujas de coser reutilizadas por varias personas.

"Este tatuaje -cuenta Titi señalando una de las tantas marcas que tiene en su cuerpo-, lo hice con tinta china y la parte de adentro de una pila; es bien 'pila pila'", remata provocando la risa de todos.

Para acceder a los servicios del taller hay que anotarse en un cuadernito y entonces pasa el bioquímico y te hace los análisis correspondiente, cuenta Natalia Peresín terapista ocupacional y otra alma máter del proyecto.

Claro que la ansiedad a veces gana porque son muchos los que quieren tatuarse y los tiempos del penal son por momentos lentos. En este sentido la convención es una oportunidad única: 15 tatuadores de renombre eternizando palabras, fotos y sueños.

Entre mates, anécdotas y el diálogo de dos mundos la imagen del pequeño Lucas comienza a "aparecer" en el pecho de Martín gracias a los trazos de Capocha. Martín que estaba adentro cuando su hijo murió quiere llevarlo en la piel con una frase: "Lo mejor de cada día". Capocha cincela el sentimiento con la agudeza de los grandes artistas.

"Bueno brother ahí vamos", le dice Javi a Luciano que se quiere grabar Lizet el nombre de su hija de seis años, "para llevarla más de lo que la llevo".

Si hacerse un tatuaje es inmortalizar un sentimiento, tatuar dentro del penal es seguramente una experiencia que no se olvidará. Así lo aseguran las caras sonrientes y cansadas de los tatuadores, que luego de toda una jornada de trabajo al salir del penal escuchan los gritos desde los pabellones: "¡Gracias loco!".

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