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Domingo, 13 de marzo de 2011
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Es el cuarto caso de los restos que encontraron en la fosa común del campo de San Pedro.

Otro desaparecido que recobra su nombre

La justicia devolvió el nombre al cuarto desaparecido en el campo San Pedro. Es Carlos Bosso, secuestrado en 1977 junto a su esposa, María Isabel Salinas, que ya había sido identificada el mes pasado. Faltan identificar a otros cuatro.

Por Juan Carlos Tizziani
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Marcha al campo de San Pedro, donde el Equipo de Antropología Forense halló la fosa común.

Desde Santa Fe

La justicia logró devolverle el nombre al cuarto desaparecido de los ocho encontrados en una tumba clandestina en el campo San Pedro, de propiedad del Ejército, cerca de Laguna Paiva. Se trata de Carlos Alberto Bosso, un militante del peronismo revolucionario que cayó en Rosario en setiembre de 1977, junto a su esposa, María Isabel Salinas, quien ya había sido identificada a principios de febrero último. Los otros dos son: María Esther Ravelo y Gustavo Pon, desaparecidos también en Rosario, en la misma época, por lo que ahora faltan identificar otros a cuatro: tres hombres y una mujer. Una de la hipótesis de la investigación judicial es que todos ellos pasaron por el centro clandestino La Calamita antes de ser ejecutados. "Después de tantos años de búsqueda y lucha por la verdad, hemos podido reencontrarnos con ellos, saber dónde estaban y comenzar a reconstruir que pasó en estos años tan horribles y tremendos para nuestra sociedad. Ahora reclamamos justicia", dijo Liliana Salinas, hermana de María Isabel y cuñada de Bosso, en un diálogo con Rosario/12.

La fosa común fue hallada el 9 de junio de 2010 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Es la primera en la Argentina que apareció en un predio militar, lo que prueba la responsabilidad directa del Ejército en el genocidio. Y desde entonces los análisis genéticos lograron identificar a cuatro desaparecidos en Rosario: Gustavo Pon (secuestrado en agosto de 1977), María Esther Ravelo (detenida junto a su marido, Emilio Etelvino Vega, el mismo día que los Bosso, el 17 de setiembre de 1977, en su casa de Santiago 2815, conocida como la Casita de los Ciegos). Y ahora, a los esposos Bosso y Salinas, que militaron en la ciudad de Santa Fe hasta fines de 1975 cuando se mudaron a Rosario.

El juez federal Nº 2, Francisco Miño, que instruye la causa del campo San Pedro, espera tener en las próximas semanas el resultado de los cruces genéticos que ordenó en su momento para identificar a los otros cuatro desaparecidos: tres hombres y una mujer.

Bosso tenía 25 años y su esposa "Mary", 22, cuando un grupo de tareas de la dictadura los secuestró el 17 de setiembre de 1977, en Rosario. Vivían en un departamento con su hija de un año, Mariana Bosso. "Eran muy jóvenes. A él le faltaba una materia para recibirse de ingeniero químico y ella, estudiaba bioquímica", recordó Liliana, dos años menor que su hermana.

Al día siguiente, el domingo 18 de setiembre, un hermano de Carlos Bosso, que también vivía en Rosario, escuchó el timbre de su casa, abrió la puerta y se encontró con su sobrina. "Dos hombres de aproximadamente 35 años le entregaron la nena y algunas ropitas", denunció ante la Conadep, en 1984, el abogado Enrique Héctor Cabreriso, primo de los Bosso y defensor de los derechos humanos hasta su fallecimiento, en marzo del año pasado. El relato de Cabreriso coincide con el de la hermana de Salinas. "Los domingos ellos iban a almorzar a la casa del hermano de Carlos, en Rosario. Y ese día él atendió un llamado en la puerta y después volvió con la nena", dijo Liliana, a Rosario/12.

Ya en 1984, también ante la Conadep, Liliana había aportado otro dato clave. Mariana fue entregada junto con una carta de su madre, María Isabel Salinas, quien le pedía a su familia que "cuidaran a la nena", que ella y su marido "estaban bien" y que "pronto iban a tener noticias" de ambos.

Poco después, Liliana recibió una segunda carta de su hermana, pero ya en su casa en Santa Fe, en calle Corrientes al 4.200, en el oeste de la ciudad, donde vivía en ese entonces. Era una carta "similar a la anterior" que se la entregó "una persona mayor de 50 años, canoso".

Ayer, Liliana recordó ese episodio. "Era un atardecer, a mediados de setiembre de 1977 dijo . Un señor de pelo blanco, no muy alto, llegó hasta mi casa y me entregó la carta de mi hermana. Yo fui a llamar a mi papá y cuando volvimos a la puerta, este hombre ya no estaba, se había ido. Vemos que un auto dobla la esquina, así que pensamos que era el auto con el que había venido", agregó.

¿Qué decía la carta?

Nos contaba que ellos se iban por un tiempo, pero que tenían pensado volver. Que pronto tendríamos noticias. Y que cuidemos a Mariana, que en ese momento tenía pocos meses. Nos explicaba lo que comía la nena, cómo debíamos cuidarla. Esa carta frenó la posibilidad de hacer la denuncia en ese momento y después, tampoco la hicimos por miedo a exponernos.

¿Y qué pasó con la carta?

La guardé un tiempo, pero después la rompí por temor...

Sin embargo, otra de las cartas se conserva en el legajo de la Conadep de Carlos Bosso. A la primera página la escribió él y a la segunda su esposa. "Sí, es la letra de ellos", reconoció Liliana cuando vio las fotocopias. Está dirigida a los padres de Bosso y firmada por "Carlitos" y "Mary" como si estuvieran juntos, en el mismo lugar. Es su último testimonio. "Queridos padres", les dicen a los abuelos de la nena. "Como ustedes saben, a Mariana la queremos mucho, pero creemos que por un tiempo es mejor para ella que esté con ustedes. Luego nos volveremos a encontrar y todo será distinto que hasta ahora y le explicaremos bien todo".

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