Desde Santa Fe
Silvia Suppo y su familia estaban bajo vigilancia. Ella misma dio una "señal de alerta" a fines de febrero de 2010, cuando padeció el "seguimiento" de una Kangoo blanca que la dejó "asustada", un mes antes de que la mataran, el 29 de marzo. Y al amanecer del dÃa del crimen, su hijo Andrés Destéfani, se topó con un sujeto que estaba frente al negocio de la familia, al lado de la casa, lo cual lo llevó a no apagar las luces de la vidriera. Pero al salir a la calle rumbo a su trabajo, ese "hombre de unos 40 años, pelado" lo siguió varias cuadras. La hija de Silvia, Marina Destéfani, recordó que su madre advertÃa sobre otros merodeadores "extraños" en las puertas del local comercial, y hasta "la presencia de patrulleros que simulaban hacer operativos en la esquina de nuestra casa, pero siempre en fechas relacionadas con las causas por delitos de lesa humanidad" en las que Silvia era vÃctima y testigo clave. La cadena de hechos la retrotrae a épocas oscuras de las amenazas telefónicas que sufrÃa la familia. Eran voces anónimas: "¿Ustedes saben quiénes son su padres?" "¿Qué hicieron?", decÃan y cortaban el llamado. "La sensación que nosotros tenemos es que ella era vigilada", dijo Marina a Rosario/12. El juicio por el asesinato de su madre ya dejó a la vista esa trama. La semana pasada, la ex novia de Andrés, EstefanÃa Orellano, recordó ante el Tribunal Oral de Santa Fe que juzga a los dos imputados por el homicidio, Rodrigo Sosa y Rodolfo Cóceres, el "seguimiento" de la Kangoo blanca. Y ya en diciembre, en el arranque de las audiencias, Andrés habÃa relatado ante los jueces el episodio del hombre de afuera, cuando salió a trabajar el dÃa que mataron a su mamá.
Mañana, martes, están citados a declarar en el juicio dos compañeros de militancia de Silvia: Anatilde Bugna y Carlos Borgna, entre otros testigos. Y se espera el testimonio de su hermano, Hugo Suppo, quien está en Brasil y podrÃa declarar por teleconferencia.
* La Kangoo blanca. Fue un "seguimiento" que sufrió Suppo a un mes antes del asesinato, según relató su ex nuera. Silvia acostumbraba a salir caminar después de cerrar su negocio. Iba a buscar a su amiga, Sara Gentilini, quien vive a unas 15 cuadras del microcentro de Rafaela, y juntas, seguÃan la rutina. Una nochecita, a fines de febrero de 2010, cuando iba a la casa de Sara, apareció la Kangoo blanca que la siguió "unas cuatro o cinco cuadras", recordó Marina. "La situación le resultó muy intimidante. Sabemos que le gritaron cosas, no sabemos qué, pero tuvo que hacer una maniobra para caminar en sentido contrario al tránsito y evitar que este vehÃculo la siguiera. Lo que nos dijo es que tenÃa miedo y estaba asustada por esa situación, lo que no era normal en ella. Nunca daba señales de alerta si no la consideraba serias", agregó. Esa noche, Silvia suspendió el resto de la caminata, llamó a Andrés y a EstefanÃa para que la fueran a buscar en auto a la casa de Sara. "No querÃa volver sola, lo que nos llamó la atención. No era común, ella era una persona muy activa. Por eso lo contamos a esto como una señal de alerta", planteó Marina.
* El hombre de afuera. Andrés relató en el juicio su despertar el dÃa que mataron a su mamá. Ese lunes se levantó muy temprano, intentó apagar las luces del negocio, pero las dejó encendidas porque frente a la vidriera habÃa un "hombre alto, robusto, pelado", que miraba hacia adentro. Salió a la calle. Y el hombre empezó a caminar atrás de él, un buen trecho, hasta que se cruzó de vereda. "¿Lo volvió a ver?", le preguntó el fiscal MartÃn Suárez Faisal.
Sà -contestó Andrés-. Lo vi dos veces, en un auto Megane blanco. Lo vi en dos ocasiones en la calle, en Rafaela.
* Patrulleros en la puerta. Marina dijo que su mamá advertÃa sobre otros merodeadores que la vigilaban. "Cuando estaba mi papá (Jorge Destéfani, ya fallecido), lo hacÃa salir a él para que se alejaran. Pero cuando estaba sola, cerraba la puerta con llave. Y a veces, habÃa patrulleros que simulaban hacer operativos frente a nuestra casa o en la esquina, pero siempre en fechas relacionadas con las causas" por delitos de lesa humanidad, en las que Silvia era vÃctima y testigo. "Hay que tener en cuenta que a ella la asesinan a tres meses de la sentencia que condenó (al juez VÃctor) Brusa (y a otros represores) y un mes después de que esa sentencia quedara firme, el 17 de febrero de 2010", concluyó Marina.
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