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Martes, 24 de marzo de 2015
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Bonfatti entregó los legajos de 361 víctimas del terrorismo de estado en la provincia

"Ellos existieron y eran luchadores"

El gobernador lo consideró "un acto de reivindicación para quienes lucharon y fueron perseguidos". Hubo aplausos permanentes mientras se leían los nombres, cantos y emoción de quienes recibían documentos propios o de sus seres queridos.

Por Sonia Tessa
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Cada uno de los que recibía su legajo abría la carpeta con avidez para ver qué encontraba.

Norma Vermeulén se apoyó en su bastón para pararse a recibir el legajo de su hijo Osvaldo, desaparecido desde el 1º de abril de 1977. Cuando la intendenta Mónica Fein se lo entregó, la Madre de Plaza 25 de mayo la abrazó llorando. "Gracias", le dijo, antes de abrazar también al ministro de Justicia Juan Lewis y al gobernador Antonio Bonfatti. A todos les agradeció esa carpeta roja, con la información disponible en distintos sectores del estado provincial sobre su hijo, que ya fue presentada ante la justicia. "Es una prueba más de que fueron seres vivos, que no se evaporaron en el aire. Toda esta gente joven que vino al acto es la demostración. Quisieron hacer como si no hubieran existido, pero ellos existieron y lucharon", dijo Norma sobre el valor del acto que se realizó ayer en un salón blanco de Gobernación atestado de exdetenidos, familiares de desaparecidos y jóvenes militantes que amenizaron con varias consignas, como la que dice: "A pesar de las bombas, de los fusilamientos, de los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido".

El aplauso fue constante mientres el locutor leía los nombres de las 361 víctimas del terrorismo de estado que ayer recibían su legajo. Ese aplauso, en ese lugar, tuvo un efecto que el mismo gobernador se encargó de subrayar en su discurso previo: "Es un acto de reivindicación a todos aquellos que lucharon y fueron perseguidos", dijo el mandatario.

Así lo sintieron los presentes, que abrieron ávidos las carpetas donde encontraron prontuarios, huellas dactilares, registros de ingresos y egresos en comisarías, fotos tomadas en centros clandestinos de detención, entre otra documentación. "Esta es la prueba de que alguna vez fui flaco", bromeó Héctor "Chinche" Medina con su legajo en mano, mientras aseguraba que el jovencito escuálido del prontuario era él mismo, en sus épocas de detenido político. Apenas recibió la carpeta, Yolanda Medina se avalanzó sobre el legajo de otro de sus hermanos, Oscar Medina, desaparecido desde el 20 de octubre de 1975. "Mirá qué jovencito que era", le dijo el Chinche, señalando la foto. Oscar tenía 21 años. Yolanda desplegó durante el acto el pañuelo blanco de su mamá, Elisa, muerta en 2009.

Antes de la entrega de los legajos, fueron los discursos. El ministro de Justicia Juan Lewis agradeció "fundamentalmente la presencia de quienes consideramos que son los principales protagonistas, las víctimas del terrorismo de estado". Lewis apuntó: "Les debemos a ellos la posibilidad de revisar nuestro pasado y reconstruir la memoria, porque su lucha contra la impunidad y el olvido fueron activas, por ejemplo, en los juicios por delitos de lesa humanidad donde participaron como víctimas y querellantes".

Sentados en el suelo, tres niños escuchaban a Lewis. Francisco Tabares, Emilia Sánchez Tabares y Manuel Sánchez Tabares son los nietos de César Tabares, desaparecido el 6 de enero de 1977. Cerquita, junto a su tía Florencia, estaban los nietos de Eduardo Garat, secuestrado el 13 de abril de 1978. Los niños --había muchos otros en la sala-- aplaudieron a sus abuelos, a los que no conocieron pero les dejaron un legado indeleble.

Lewis subrayó que el acto de ayer se enmarcó en una "política pública de reparación de las víctimas" y recordó que "toda esta información ya ha sido aportada a los juicios por delitos de lesa humanidad. Estos legajos ya han tenido un rol determinante en la reescritura institucional de nuestro pasado reciente".

El ministro de Justicia y Derechos Humanos enfatizó que el terrorismo de estado tuvo consecuencias que persisten. "Hubo gente que perdió no sólo sus seres queridos sino su trabajo, su salud, su lugar de arraigo, su proyecto de vida", recordó y por eso, dijo que la reparación "es una deuda que tenemos como comunidad". Para Lewis, el acto de ayer tuvo un claro significado político: "En momentos en que algunos pretenden poner el olvido como presunta condición para avanzar, nosotros apostamos a seguir reconstruyendo nuestro pasado, una tarea que está lejos de estar terminada".

Bonfatti también hizo un "reconocimiento explícito a las asociaciones y personas que siempre han luchado, han trabajado y han puesto arriba de la mesa este tema, para no olvidar".

Tras los discursos, llegó el caótico momento de la entrega de los legajos. Las tres Madres, sentadas en primera fila junto al obispo metodista Federico Pagura, fueron las primeras en recibir sus carpetas, de manos de las autoridades. Además de Norma Vermeulen, Lila Forestello recibió el legajo de su hija, Marta María Forestello y Elsa Chiche Massa se llevó a su casa el de su hijo Ricardo Massa. A las tres las vitorearon al grito de "Madres de la plaza, el pueblo las abraza".

El salón estaba atestado, y se hizo imposible que los presentes pudieran atravesar el pasillo y llegar a la mesa para recibir su carpeta, de modo que el locutor optó por mencionarlos a todos. El aplauso fue permanente, aunque varios nombres se destacaron, como la exdetenida Carmen Lucero, secuestrada en el Servicio de Informaciones con sólo 16 años, que recibió una ovación de sus actuales compañeros. Había remeras de La Cámpora y del Movimiento Evita. Algunos cantaron que "los desaparecidos (son) compañeros peronistas" y eso enojó a Chiche Massa. "Alguna vez tenemos que ponernos la bandera argentina y dejar de cantar por nuestra agrupación. Las Madres no discriminamos por raza, por color de ojos ni por identidad política. Todos eran víctimas del terrorismo de estado y por todos luchamos", se quejó al terminar, la mujer de 90 años que hoy estará junto a Norma Vermeulen en el Monumento a la Bandera, para recibir la marcha por los 39 años del golpe de estado.

Después del acto formal, en una mesa repleta de carpetas, la directora provincial de la memoria, Nadia Schujman --artífice de lo ocurrido ayer-- se encargó personalmente de la entrega. Se la veía radiante a Teresita Marciani, obrera del Swift que estuvo desaparecida en el SI y luego detenida en la Alcaidía de Mujeres, todo en la misma manzana del salón blanco. "Estos papeles no fueron en vano. Por lo menos se hizo justicia. Nosotras no sólo estuvimos detenidas, también perdimos nuestro trabajo. Pero tenemos que seguir adelante con fuerza", dijo Tere, detenida en 1977 junto a sus hermanas Luisa, Gladis y su sobrina Gladis. Luisa murió por falta de atención médica en la Alcaidía para su avanzado embarazo.

"Con esto cerramos, es un broche de oro para una historia. Además, hoy es mi cumpleaños", dijo Ana Esther Koldorf, otra de las exdetenidas que se llevaba su carpeta. Ahí nomás, el diputado nacional Eduardo Seminara --también exdetenido-- abría la carpeta para mostrarle la foto a su hijo Francisco. "Sos parecido a mí", le decía, cotejando. La también diputada nacional Josefina Victoria Tosetto González, hija de Rut González y Dardo Tosetto, los dos desaparecidos, se abrazaba con Alicia Ferrero, la compañera de César Tabares. Ahí también se lloraba.

Para cada uno, recibir estos documentos tuvo un significado especial. "Estoy emocionada", dijo Nora Pastorini, hija del médico psiquiatra Alejandro Pastorini, desaparecido desde el 7 de agosto de 1976. Lua, hija de Nora, estaba ahí nomás, con la remera "Yo me pongo la camiseta por el juicio y castigo".

Ana Moro también mostraba las fotos de su legajo, quejándose por su aspecto. "Mirá la cara de espanto que tengo", decía. Esa imagen fue tomada durante los días que estuvo secuestrada en el Servicio de Informaciones. Otra exdetenida, Patricia Antelo, aseguraba que la avidez por conocer ese legajo se le mezclaba con "el miedo".

Alejandra Manzur, música, hija de Marta Bertolino (exdetenida que también estaba) y Oscar Manzur, desaparecido desde el 10 de agosto de 1976, también lloraba. "No sé bien qué significa, pero es importante. Estoy un poco desarmada, porque cada vez siento más presente el dolor de toda esta historia, quizás porque mis hijos atraviesan la edad que yo tenía entonces", contó Alejandra, que nació en cautiverio, el 5 de septiembre de 1976. "Lo de hoy es importante porque hace a un nudo, aporta un granito de la historia de él que me perdí", concluyó.

Cuando el acto terminó, quedó una postal. En las escalinatas del edificio donde muchos de ellos estuvieron secuestrados hace casi cuatro décadas, un grupo de exdetenidos posó levantando sus legajos abiertos. Todos sonrientes.

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