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Domingo, 11 de octubre de 2015
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Un libro sobre los militantes Miriam Moro y Roberto De Vicenzo

Vidas truncadas en la lucha

El título publicado por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia, recoge los testimonios de Ana, la hermana de Miriam, los hijos de la pareja desaparecida el 27 de septiembre de 1976, el hermano de Roberto y amigos.

Por Sonia Tessa
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Miriam y Roberto se casaron y militaron en Montoneros.

"Mis padres me pusieron de nombre Miriam en homenaje a mi abuela, a quien yo no conocí porque la mataron los militares", así comienza el testimonio de la nieta de Miriam Moro y Roberto De Vicenzo en el libro "Por siempre jóvenes, Miriam y Roberto. Una historia de amor en tiempos de lucha". Contar la historia singular de cada militante desaparecido, en el contexto del compromiso político de toda una generación, es uno de los efectos que el proceso de memoria, verdad y justicia hizo posibles. Cuando los tiempos de "si no hay justicia, hay escrache", quedaron atrás, empieza la hora de rescatar cada historia con nombre y apellido. El libro condensa testimonios: el de Ana, la gemela de Miriam, la mujer que sintió: "A mí me robaron el alma al matar a mi hermana". Los de Darío y Gustavo -los hijos de los militantes montoneros-, la nieta, amigas de la familia, el hermano de Roberto, el cuñado de Miriam y una cantidad de fotos que los muestran alegres, sonrientes, vivos. Hay también otras fotos de la lucha de la familia en los organismos de derechos humanos. Noemí de De Vicenzo fue Madre de la Plaza 25 de mayo. El libro editado por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia se presenta el miércoles próximo, a las 19, en la sala Rodolfo Walsh de la sede de Gobierno de la provincia (San Lorenzo 1950, primer piso). "Me siento orgullosa de que ellos hayan sido mis abuelos, y también me enorgullece que hayan luchado por sus ideales", escribe también su nieta, que recuerda: "A los pocos días de nacer, mis padres me llevaron a la plaza a dar la vuelta con las Madres".

En el prólogo, la directora provincial de la Memoria, Nadia Schujman, que además representó a Ana en la querella en la causa Díaz Bessone, consideró que el libro es "una reconstrucción colectiva sobre quiénes eran esos compañeros, no sólo sobre su entrega militante, su desaparición y homicidio, sino que están reflejadas sus infancias, sus características personales, sus gustos, su amor. No pretende ser exhaustivo, ni autosuficiente, son retazos llenos de amor, que dan cuenta de que los desaparecidos no eran héroes venidos de otro planeta, sino hombres y mujeres con sueños, amores, contradicciones, familias y amigos".

El libro se abre con el testimonio de Ana, que no sólo perdió a su hermana, también estuvo secuestrada unos días interminables en el centro clandestino de detención Servicio de Informaciones, donde supo que su hermana había sido asesinada. Ana integró Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, y también, a partir de 1985, mientras su mamá participaba de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, ella participaba del grupo de apoyo. "Somos una familia que resistió a la impunidad, al terror, y en esa resistencia se involucraron todos los integrantes, aun los niños porque mis hijos y mis sobrinos participaron desde muy chiquitos, ahora ya son padres y continúan sus hijas, son cuatro generaciones unidas en la búsqueda de Justicia", escribió Ana.

El libro fue coordinado por Alicia Lesgart, Lila Gianelloni e Inés Cozzi, con un impecable diseño gráfico y tratamiento de imágenes de Juan Carlos Cheroni.

Si bien el cuerpo de Miriam -enterrado como NN en el osario del cementerio de Casilda- no podrá recuperarse, en marzo de 2010 el Equipo Argentino de Antropología Forense comunicó que había encontrado los restos de Roberto, enterrado -también como NN- en el cementerio de Barrancas. El 23 de octubre de ese año, hicieron un acto de "reencuentro y despedida" en el local del Movimiento Evita, por decisión de Darío y Gustavo, los hijos de la pareja. Darío nació en octubre de 1974, estaba próximo a cumplir dos años el 27 de septiembre de 1976, cuando desaparecieron sus padres. Gustavo tenía siete meses. "Cuando era niño, tenía pocas certezas sobre mis padres", comienza su testimonio Darío, hoy un hombre. "Pronto me di cuenta de que aquel legado fue moldeando mi forma de ser. Que generaron en mí la certeza más importante: cómo debía transitar la vida, tratando de ayudar a los demás", agrega Darío. Gustavo apunta, en cambio, a que "este libro es un fiel reflejo de otro capítulo en la vida de mi mamá, quien seguirá viva en nuestra actual historia cada vez que alguien alce la voz en nombre de un desaparecido".

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