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Sábado, 31 de mayo de 2008
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Central venció 4 a 2 a Tigre en un partido con muchas emociones

Una victoria a puro grito

En uno de los mejores partidos que jugó en el torneo, Central obtuvo un triunfo clave para zafar de la Promoción. Con mucho esfuerzo y buen juego, el canaya definió el partido en el segundo tiempo. Anotaron Danelón, Vizcarra, Costa y Arzuaga.

Por Alejo Diz
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Vizcarra saca el derechazo que sería el segundo gol de Central.

4 Central: Castellano (3); Danelón (5), Raldes (4), Ribonetto (4), Papa (5); Costa (5), Borzani (5), Méndez (5), Cristian González (6); Zelaya (6), Vizcarra (7). DT: Leonardo Madelón

2 Tigre: Islas (5); San Román (3), Blengio (4), Leyes (4), Fontanello (3); Galmarini (4), Castaño (4), Martínez (5), Giménez (4); Ereros (5), Pratto (5). DT: Diego Cagna.

Goles: PT: 34m Danelón (C) y 37m Leyes (T). ST: 1m Vizcarra (C), 5m Martínez (T), 19m Costa (C) y 32m Arzuaga (C).

Cambios: PT: 44m Paglialunga (5) por Méndez (C). ST: 9m Arzuaga (6) por Zelaya (C), 23m Rusculleda por Blengio y Espinoza por Ereros (T), 42m Fassi por Papa (C).

Arbitro: Diego Abal

Cancha: Central


En una noche donde las bajas temperaturas invitaban a guardar los dedos en los bolsillos y pegar la pera al pecho, los hinchas de Central la pasaron a puro grito y salto. Los canayas le perdieron el respeto al clima para ovacionar a los jugadores con inminente futuro fuera de Arroyito y para bramar ante los cuatro goles anotados por el equipo, frente a un Tigre que aportó tanto coraje ofensivo (igualó dos veces el marcador) como inseguridades para proteger su propio arco.

Las emociones arrancaron antes del primer pitazo de Abal, cuando los jugadores homenajearon a Raldes con la sorpresiva entrega de una plaqueta recordatoria. Luego llegaron las vibraciones deportivas que sacudieron a los hinchas. Causa de esto fue un errático andar del fondo visitante, que en su primer ataque profundo de Central se vio vulnerado: desbordó Zelaya, tocó para atrás y asistió a Danelón para definir frente al arco y poner a Central arriba. Antes de eso no había pasado nada trascendente, más que algún intento de los dirigidos por Cagna para aproximarse a Castellano. Y no estaba equivocado Tigre. Porque en la primera pelota que fue al arco local, el Rifle se enrededó con sus manos al no poder desviar lo que Leyes intentó que sea un centro tras recibir por el segundo palo un tiro de esquina. Arquero y pelota terminaron dentro del arco.

En el juego de los errores, el partido era tan parejo como lo mostraba el marcador. En Central se equivocaba uno (el arquero) y en Tigre lo hacían cuatro (los defensores). Y a la postre esto sería decisivo.

El segundo tiempo se tenía guardado los 45 minutos más emotivos del todo el torneo para los canayas, incluso soportando las bajas por lesiones de Méndez y Zelaya. Para esto fue imprescindible los repetidos pasos en falso del fondo de Victoria. Pero a aquellos desaciertos el auriazul le puso un poco de buen gusto y mucha puntería.

Ocurrió que al minuto de juego Islas le tapó un mano a mano a Vizcarra, aunque el arquero nada pudo hacer a los pocos segundos, cuando Leyes asistió involuntariamente el goleador canaya al querer salir jugando, y el nueve definió suelto con toque de derecha al primer palo para hacer caer a un estadio que renegaba del aire gélido y se martirizaba sacando cuentas por el promedio.

Tronaba la tribuna a puro aliento y fuegos artificiales cuando el Rifle lo volvió a arruinar, en una errática salida para interceptar un cabezazo de Castaño, tras tiro libre, donde puso la cabeza Martínez para señalar el segundo.

Con la nueva paridad surgió lo mejor de Central, liderado el equipo por la precisión de su juego ofensivo. El tercero llegó en precisa jugada colectiva, que nació con Arzuaga escapando por izquierda y tocando atrás para Vizcarra, quien a su vez abrió a la derecha para que Costa, con toque de derecha, vuelva a dejar vencido a Islas.

Por tercera vez, Central estaba en ventaja. Por delante quedaba mucho y las dudas de Castellano mantenían contenido a los hinchas. De ello se ocupó Vizcarra, que en veloz corrida se deshizo de volantes y defensores rivales para darle el grito máximo a Arzuaga, quien en un sólo movimiento giró y definió para hacer más gorda la goleada y más feliz a la gente.

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