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Lunes, 3 de noviembre de 2008
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Schiavi y Fabbiani, casi como Laurel & Hardy

Toda la gloria fue para el Flaco

Por Alejo Diz
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Rolando Schiavi atoró a Vizcarra. Fue la figura de la tarde, el héroe menos esperado.

Juegan entre la torpeza y el talento, exponiéndose tanto al ridículo como a la admiración, pero por sobre todo, siendo sumamente eficaces. Para nuestro fútbol, son una dupla extraña: Rolando Schiavi se dedica a tumbar cuanto delantero se cruce en el camino; Cristian Fabbiani, en cambio, tumba defensores a pura gambeta. Pero a veces ellos también sorprenden. Como ayer, donde el que hizo emocionar a los hinchas por su juego fue el Flaco, con su gol, y el que cayó en el grotesco fue el Gordo, con su fallida definición en la extraordinaria jugada del final. Postales de una comedia con final feliz y momentos de tragedia, como Laurel & Hardy en sus inolvidables sketchs.

Fabbiani es la semejanza del antihéroe: gordo y lento, de andar incordinado y rostro pícaro, pero que ayer salió a la cancha siendo la principal apuesta deportiva de Ñuls, por su virtud para esquivar a los rivales más enjundiosos con habilidad de creador. Digamos que era el actor principal de un clásico que tenía a los leprosos jugando de local, con todo lo que eso supone en el reparto de ubicaciones en las tribunas.

Pero el Gordo no podría hacer todos sus caprichos si atrás no tuviera al Flaco. De contextura espigada y alta, Schiavi es el torpe, el que se tutea con el absurdo sin ruborizarse, el capaz de tirar un patadón al aire sin siquiera haber acertado la pelota. Aunque como en el cine, a veces los personajes no son lo que parecen.

Es que Flaco fue la figura, absorbiendo la marca de Ribonetto en cada tiro libre, atorando a Vizcarra y Franzoia, y luego a Caraglio. Pero hay más: el defensor también fue el goleador de la tarde, con una acertada ejecución de tiro penal. Es decir, el héroe menos pensado por leprosos, y también por los canayas, en un partido que en la previa tenía guardado el traje de gloria para Fabbiani.

Pero como Schiavi le robó el protagónico, el Gordo se complementó haciendo aquello que se esperada del Flaco: perfil bajo, pocas intervenciones y la mayoría de ellas con brusca ejecución. Se salió de libreto cuando le tiró un caño a Diego Braghieri, en acción que no terminó en gol por fallar en la elección del centro atrás. Hasta que tuvo su minuto de gloria: le ganó la pelota a Jorge Núñez y encaró al arco con pasos de balet, dejando por el piso a Broun y luego a Danelón. Lo que quedada por delante era meter la pelota en un arco sin arquero, y la tiró al alambrado, con espantoso puntazo.

El Flaco miraba al Gordo sin entender, y el partido siguió su curso, aunque por delante quedaban sólo algunos segundos. Un empate de Central hubiese desvalorizado la soberbia actuación de Schiavi, y del ridículo Fabbiani jamás hubiera podido escapar. Luego del susto vinieron las sonrisas y los festejos para Ñuls. Triste y solitario el final que le tocó en suerte a Central.

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