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Lunes, 23 de abril de 2012
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El entrerriano Mariano Werner fue ganador indiscutido en la vuelta del Súper TC

Fiesta multitudinaria bajo la lluvia

Unas 40 mil personas se convocaron al remozado autódromo Juan Manuel Fangio, donde vieron cómo el ganador se apropió de la punta en la primera curva, y no la soltó. Después de 16 años, la carrera recuperó la tradición tuerca de la ciudad.

Por Pablo Fornero
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El gobernador Antonio Bonfatti entregó el trofeo mayor, una réplica del Monumento a la Bandera.

Mariano Werner, entrerriano, a bordo de un Toyota Corolla, ganó sin rivales y celebró en la vuelta del automovilismo grande del país a Rosario. A pesar de que la lluvia molestó durante gran parte del día, unas 40 mil personas disfrutaron de la competencia del Súper TC 2000, una categoría de elite. El ganador se apropió de la punta en la primera curva del circuito y no la soltó hasta la bandera a cuadros. Más de ocho segundos atrás quedaron quienes completaron el podio: Néstor Girolami, con un Peugeot 408, y Matías Rossi, el actual campeón y compañero de equipo del ganador. Leonel Pernía, que había marcado la pole position, culminó lejos, en el octavo lugar. Satisfacción de las autoridades de la categoría y compromiso para regresar el año próximo.

A pesar de que las primeras competencias comenzaron después de las 9, es costumbre dentro del mundo tuerca llegar a los autódromos bien temprano, casi junto al amanecer. De esa manera, y desde distintos puntos del país, se acercaron al Juan Manuel Fangio, un circuito remozado que recibió al TC 2000 después de 16 años, época en la Rosario que era una de las plazas más importantes del país. Mate en mano, facturas recién compradas y las heladeras portátiles bien cargadas para mitigar el hambre hasta después del mediodía. El mal clima no impidió repetir los rituales del automovilismo.

Colmados los estacionamientos cercanos al predio, agentes de tránsito se ocuparon en no permitir la circulación por las calles aledañas. La gran cantidad de autos también evidenció el marco imponente. Escenario que ya se podía imaginar durante los dos primeros días de entrenamientos y clasificación cuando un número inesperado de público presenció las jornadas. Ayer, tanto en las tribunas tubulares, en la recta y curvas, y al lado de los alambrados, la imagen sorprendía.

La lluvia no detuvo el show, el circo de la categoría. En el área de boxes, enormes stands equipados a lujo y confort pertenecientes a las marcas de autos y empresas auspiciantes, televisores LCD por todos lados, suelta de globos por los aires, un relator de voz impostada y promotoras de calzas hiperajustadas. Un mundo de novela, entre lo surrealista y lo frívolo, pero generador de una convocatoria inusitada.

A ese mundo se adaptaron sin inconvenientes la intendenta Mónica Fein y el gobernador Antonio Bonfatti, quienes dieron una vuelta al circuito a bordo de un Chevrolet Cruze oficial y de un Renault Fluence oficial, respectivamente. No se pusieron la indumentaria de los pilotos, pero se ajustaron fuerte el cinturón de seguridad. También lo hizo el ex gobernador Hermes Binner, que al entregar en el podio uno de los trofeos, una réplica del Monumento a la Bandera, fue bañado en champagne.

Antes de ese cierre estelar para un fin de semana inolvidable, hubo acción dentro de la pista. Al comando de un Honda, Franco Girolami ganó la prueba del TC 2000, una especie de antesala aunque de menor potencia que el Súper. Luego aparecieron en pista los ocho mejores clasificados de la categoría más importante. Se fueron eliminando uno a uno, como si fuera un cuarto de final, en carreras de una vuelta entre dos competidores. Ese Súper 8 fue ganado por Mariano Altuna, con un Renault Fluence, quien largó primero en la final pero sólo pudo sostener el puesto unos metros. Federico Braga se impuso en la Fiat Línea Competizione y Marcelo Cotignola fue el ganador de la Fórmula Renault 2.0.

Ellos antecedieron a Werner, el gran ganador del domingo, que ya había conseguido el uno en el callejero de Capital Federal. El fue amo y señor de Rosario, muy por encima de sus perseguidores. El corto y velocísimo autódromo fue testigo de su aplastante superioridad. No le tuvo miedo a la lluvia y celebró desaforado en el podio. También festejaron los fierreros rosarinos, que vieron con orgullo cómo se recuperó el lugar que se había perdido.

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