El asesinato de Julio César Navarro, conocido en la barra de Central por Cara de Goma, anuncia el comienzo de una feroz interna que pone en jaque el liderazgo de la hinchada por parte a Andrés PillÃn Bracamonte. Navarro era el hombre de mayor confianza de Bracamonte aunque responde a un esteriotipo de barra como los de antes: se ganó el respeto a las trompadas en la tribuna, era el referente de los jóvenes en la hinchada, lo exitaba robar una bandera de Newell's y ejerció del interlocutor con los sectores de poder que logró trazar lazos PillÃn y que lo llevaron a sostener el mando del paraavalancha auriazul por dos décacas.
La barra de Central es una de las más poderosas del paÃs. Bracamonte construyó un imperio de poder que floreció en el último gobierno de VÃctor Vesco, conservó privilegios con Pablo Scarabino, expandió su impulso económico con Horacio Usandizaga y encontró su máxima expresión con Norberto Speciale, de la mano del entonces manager del club y amigo de Bracamonte, Gonzalo Belloso.
En todo ese recorrido, al lado de PillÃn siempre estaba el amigo que le dio la tribuna en sus primeros años de concurrencia al Gigante, allá por los '80: Julio César Navarro. Pero en el micro mundo de la popular, Bracamomnte y Navarro hicieron caminos diferentes.
Bracamonte montó un negocio económico extraordinario. Es millonario, vive con lujos y viaja por el mundo. Navarro fue empleado de la lÃnea 35/9, delegado de sus compañeros, hasta hace pocos años se lo veÃa frente al volante y nunca dejó su hogar en el barrio 7 de Septiembre, donde encontró la muerte intempestivamente a manos de un sicario en la noche del miércoles.
Cara de Goma ("se banca todas las piñas", una de las razones de su apodo en la tribuna) fue fiel a Bracamonte. Ningún intento de desestabilización lo tuvo como cómplice. Aunque no era apego a resolver los problemas con armas de fuego. Navarro tenÃa el código de los puños.
Del poderÃo económico, Cara de Goma nunca se benefició.
La barra de Central tiene una estructura piramidal. Por partido, PillÃn desembolsa más de cien mil pesos que reparte "en sueldos", que van de los seis mil a los doce mil pesos en efectivo, a los diferentes referentes de la hinchada, identificados por los barrios de la ciudad donde ejercen ascendencia.
Esos ingresos se vieron multiplicados en los últimos años cuando el negocio del narcotráfico atravesó la hinchada. El Gigante de Arroyito pasó a ser, como lo era el Coloso del Parque de Roberto "Pimpi" Camino, un lugar de distribución y venta de drogas, con la complicidad de la policÃa. Unos pocos hacÃan un negocio enorme del que Navarro nunca formó parte, pero llevó a la tentación a otros sectores de la hinchada a tomar el control de un fenómeno extraordinario: plata fácil.
El último intento de golpe lo protagonizó el sector de barrio Ludueña, con Elbio Molaro, conocido como Cato, enfrentándose a PillÃn. El propio Bracamonte fue identificado por los barras cuando atacó con armas de fuego al hijo de Cato en Casilda y Felipe Moré en febrero de 2010. Las balas de PillÃn se impusieron y aquella fue la última vez que Bracamonte lidió por su permanencia en el mando de la hinchada. Aquel año le fue confirmada una pena de dos años de prisión por "amenazas coactivas" a un empleado de la sede de Central y desde entonces PillÃn bajó su perfil y delegó funciones a Navarro.
A Cara de Goma nunca se lo vio en enfrentamientos con armas de fuego. Su rol siempre estuvo en el liderazgo de los jóvenes, cultivando una imagen de barra como los de antes, cercano a los hinchas pero implacable ante una traición. Con PillÃn buscando anonimato, Navarro tomó el poder, aunque nunca se interesó en sacar beneficios económicos ni se mezcló en los negocios con el narcotráfico. "Lo que le gustaba era robar una bandera, estar en el paraavancha, acompañar al equipo a cualquier parte y cargar a trompadas a los jugadores cuando las cosas iban mal", confió un amigo de la tribuna. Como en 2011, cuando Speciale y la policÃa liberaron el estacionamiento luego de una derrota con Douglas Haig y vÃctima de los puños de los barras fueron Javier Yacuzzi y Carlos Casteglione. "Ese dÃa Cara de Goma demoró en bajar de la tribuna y se enojó con PillÃn porque no lo esperaron".
En la logÃstica de la hincha, Navarro era imprescindible. Estaba detrás de la organización de cada una de las pintadas en la ciudad con los colores canayas. Los vÃnculos de PillÃn con la policÃa son obvios. La relación quedaba de manifiesto en cada partido. En la cancha manda Bracamonte, la policÃa se desciplina detrás de él. Y Navarro tomó esos contactos para responder a la demanda de los jóvenes, que libran una lucha con los leprosos por imponer sus colores en las paredes de la ciudad.
La organización de Navarro en cada salida nocturna para pintar en los espacios públicos de la ciudad encontró un ejemplo en enero pasado, cuando a tres cuadras donde habÃa una "cuadrilla" de canayas con pinceles y rodillos, la policÃa detuvo a hinchas de Newell's desparramando rojo y negro en Pasco y Necochea. Los leprosos fueron todos detenidos y dejaron en la Seccional 4ta. "pagando cinco mil pesos para ser liberados y no dejar constancia de los ingresos". Los de Central completaron su obra. "Cara de Goma usaba los contacos de PillÃn con la policÃa para esas cosas".
En esa carrera por ganar los paredones de la ciudad, Central sacó ventaja por su ascedencia con la policÃa pero también por la decisión de Cara de Goma de "gestionar" ante PillÃn la compra de una máquina que fabrica pinturas, ahorrando más de un 70 por ciento al comprar solo las materias primas para su elaboración. Por eso en toda la ciudad el tono de azul y amarillo es el mismo, uniforme. La "fábrica de pintura canaya" la pagó PillÃn y está montada en el fondo de la casa de unos de los barras. "Y nunca descansa", se jactan.
Consolidado PillÃn económicamente, y ante el desembarco de la actual Comisión Directiva al club, el balance entre ingresos y egresos en la barra se ajustaron. Los ingresos en los partidos en el Gigante para la barra ahora se reducen a los cobro-extorsión a cada puesto ambulante (choripán, indumentaria trucha, etc), que abona de promedio 700 pesos --la tarifa es más cara cuanto más cerca se esté del estadio--, venta de ingresos al estadio sin entrada y otros acuerdos con la policÃa, que se reparten entre 30 barras, los cuales sostienen el cordón de protección de PillÃn, entre los que se encontraba Cara de Goma. Aunque el fallecido barra tenÃa el hábito de repartir los billetes disponibles ante la demanda de los jóvenes, conservando la empatÃa y el respeto en la popular.
A Navarro no lo movilizaba la plata. Tampoco dejó que la riqueza de PillÃn le cambie la vida. El lÃder de la barra lo respetaba, más allá de la amistad. PillÃn debe estar preocupado. El mensaje es el crimen de Navarro.
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