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Domingo, 11 de noviembre de 2007
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Teatro. "LOS PADRES TERRIBLES", LA PASIÓN DE READAPTAR A COCTEAU

Retrato de la decadencia familiar

Provocadora visión de la obra que deja ver la inmoralidad que recubre esa fachada que sacraliza a la familia.

Por Julio Cejas

El nombre de Jean Cocteau (1899-1963) pareciera sobrevolar con insistencia la escena nacional de los últimos años; prueba de esto son las versiones de "Los monstruos sagrados"(1940)dirigida por Rubén Szuchmacher con un elenco que resucitó figuras como Arnaldo André, y Claudia Lapacó y "Los padres terribles"(1938) que nos visitó este fin de semana en el Teatro La Comedia.

Si este poeta, novelista, ensayista, dramaturgo, realizador cinematográfico y artista plástico, se pasó ocho días fumando opio para concebir "Los padres terribles", habrá que convenir que sólo en ese estado se puede hacer una radiografía tan implacable de la moralidad familiar.

Y otra vez la insistencia y esa necesidad casi obsesiva del teatro argentino de todos los tiempos de volver sobre lo que en algún momento constituyó uno de los bastiones más preciados de la sociedad y que aparece ahora como un cadáver exquisito en la mesa de disección de las nuevas dramaturgias.

Escrita en 1938,"Los padres terribles" llevaba el sello de un autor maldito que dedicó esta obra a su amante, el actor Jean Marais, Cocteau recibió la típica respuesta de la hipocresía de los funcionarios de turno que como corresponde prohibieron la obra por considerarla "inmoral".

Si hay algo que se desprende de esta revulsiva y provocadora visión de la obra que dirigió Alejandra Ciurlanti es la inmoralidad que recubre esa fachada que sacraliza a la familia como el lugar del orden y la armonía, cimientos que intentan sostener un edificio en ruinas.

No casualmente un metrónomo accionado por el padre Luis Machín es el punto de partida de la obra que alude al cuidado por sostener la armonía de una partitura que debe sostenerse a pesar de lo imprevisible de "la voz humana".

Lo desconcertante de una familia que comienza a desafinar a partir de la llegada tarde del joven Michel que se enamora sin saberlo de la amante de su padre; ante el estupor de su madre y de su tía que tenían otros planes para sostener una cadena de traiciones y de intrigas.

De alguna manera la enfermiza relación entre Michel y su madre Ivonne ya habría sido configurada en la particular versión que el propio Cocteau realizara de la célebre "Edipo Rey" en 1937; un año antes de la escritura de "Los padres terribles".

La aparente sobreprotección de una madre a su único hijo, casi siempre tolerada y bendecida por los apologistas de la familia, aparece retratada aquí como una torpe y esperpéntica secuela de incesto.

El estallido del padre frente a esta circunstancia sólo es activado al enterarse de la noticia de que es su propia amante la joven Madeleine la que le lo reemplaza por su propio hijo.

Todas estas circunstancias son aprovechadas por Leonie, la hermana de Yvonne que intervendr como una especie de reggiseur para anudar los lazos que la separan de su cuñado quien la dejó para casarse con su propia hermana.

La teatralidad del texto de Cocteau reside en la apropiación de distintos géneros para dar cuenta de un recorrido que mixtura la farsa, el melodrama, con pasos ligeros de vodevil para divertir hasta alcanzar un desenlace que abreva en los fundamentos de una auténtica tragedia.

Por momentos nos parece estar en presencia de una típica comedia de enredos al mejor estilo de las denominadas "comedias de boulevard" o farsas de alcoba a pesar de que la risa siempre está preñada de un clima asfixiante.

La directora Alejandra Ciurlanti ha diseñado una auténtica coreografía para actores articulados como autómatas que parecieran agitarse y contorsionarse al ritmo de una melodía plagada de obstinatos que parodian la realidad al estilo de una opereta que amenaza quebrarse en inesperados adagios.

Mirta Busnelli recrea una Ivonne diseñada a partir de un abanico de perspectivas que desata la adhesión, el rechazo, la pena y el aplauso demoledor en la escena donde se inmola cargando en sus espaldas el desenlace trágico de la obra.

Luis Machín, nunca deja de sorprendernos por esa capacidad para comprender sus personajes y dotarlos de un histrionismo que regula tensando la cuerda de seres como Georges; al borde del derrumbe y el cinismo. Noemí Frenkel es la otra pieza clave en la obra, logrando un difícil equilibrio en un personaje como el de la tía que se mueve entre las sombras para conseguir sus fines. El joven Nahuel Pérez Biscayart aporta su enigmática figura y un registro vocal que sostienen su personaje desde el desamparo; mientras que María Alch‚ aporta su belleza y cierto extrañamiento. Un sólido trabajo de direcci¢n de Alejandra Ciurlanti apoyada fundamentalmente por los climas que aportó el diseño de luces de Eli Sirlin.

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