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Lunes, 28 de enero de 2008
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"JUEGO DE PODER", OTRO FILM IRONICO SOBRE LOS ESTADOS UNIDOS

Perspicacias de un político mujeriego

Por Leandro Arteaga
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Tom Hanks y Julia Roberts, aliados texanos

Juego de poder (Charlie Wilson's War) EE.UU., 2007

Dirección: Mike Nichols.

Guión: Aaron Sorkin, a partir de la novela de George Crile.

Fotografía: Stephen Goldblatt.

Música: James Newton Howard.

Montaje: John Bloom, Antonia Van Drimmelen.

Intérpretes: Tom Hanks, Julia Roberts, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Ned Beatty, Brian Markinson, Jud Tylor.

Duración: 97 minutos.

Salas: Monumental, Showcase, Village.

Puntaje: 8 (ocho) puntos

Qué placer el que provoca la ironía... Más aún cuando ésta proviene de un cine -el norteamericano- tan propenso a la didáctica obvia, a los diálogos retóricos, a las supuestas preferencias del público, a la primacía de los efectos especiales, a los guiones pobres, a la tiranía del consumo, y a tantas cosas igual de penosas más. Será por todo ello que Juego de poder oficia como un golpe de aire que vivifica.

También porque podemos pensar la irrupción de otros tantos títulos recientes que se han situado desde un lugar ideológico diferente: Sicko (y toda la obra de Michael Moore), Leones por corderos de Robert Redford, o Sospechoso de Gavin Hood. Más las "licencias" que ante la administración Bush ha comenzado a manifestar el cine más convencional en films como Tirador o Duro de matar IV.

En Juego de poder somos invitados a participar en la recreación de la guerra personal que el congresista Charlie Wilson (Tom Hanks) llevara adelante durante los '80, en plena Guerra Fría, ante el avance ruso en Afganistán. Hecho histórico que, desde las virtudes del film, es espejo desde el cual poder releer la situación norteamericana actual.

El film de Mike Nichols (El graduado, Closer), preocupado por la alusión que encierran los diálogos (escritos por Aaron Sorkin, creador de la serie televisiva The West Wing), apunta a temáticas y expresiones que no son desconocidas ni añejas, tales como la definición que del bien y el mal expone la retórica política, la sorpresa ante el fanatismo religioso de los muyahidines y su yihad, las extrañas preferencias de Dios en el mapa mundial, la ignorancia y el desinterés que los EE.UU. profesan ante la geografía y cultura ajenas, mientras se concilian creencias hebreas y católicas para la liberación de Afganistán, escenario ideal para volcar la balanza durante la Guerra Fría.

Para ello Charlie Wilson encuentra la alianza de Joanne Herring (Julia Roberts), mujer adinerada y, como él, texana, dispuesta a interceder con el dinero capaz de derribar helicópteros rusos; más el trabajo de inteligencia del agente de la CIA Gust Avrakotos (Philip Seymour Hoffman), solitario y desagradable, pero tal vez con no tantos vicios como los que manifiesta el mismo Wilson: mujeres, droga, Las Vegas.

De hecho, Charlie Wilson puede pensarse como una creación propia de la ficción norteamericana: personaje liberal que sintetiza inteligencia, desmanes, ideales, corrupción, glamour, política. Tom Hanks brilla desde esta composición, capaz de atender, a la vez, un incremento millonario para Afganistán junto con la intromisión de la prensa en su vida de licencias. Para ello cuenta con todo un equipo de señoritas bellas porque, de acuerdo con su lema, "cualquiera puede aprender mecanografía, pero las mujeres tienen tetas". Y si Tom Hanks compone de modo sobresaliente su papel, junto con la participación correcta de Julia Roberts, el caso de Philip Seymor Hoffman (Boogie Nights, Capote) es deslumbrante. Qué actor magnífico.

El trío particular -político, dama de beneficencia, espía- logra lo que nadie espera. De dónde provienen los fondos es algo que nunca queda claro. Pero el dinero está. Siempre y cuando la causa sea, si no noble, sí necesaria: apoyar a un dictador asesino y expulsar la amenaza comunista. Una vez logrado el cometido, Wilson ni siquiera será capaz de reunir algo más de un millón de dólares, mientras su rostro delata algo de expresión ingenua ante los avatares obvios del dominio político.

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