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Lunes, 12 de diciembre de 2005
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UNA HISTORIA TAN VIOLENTA COMO PROFUNDA CON UN GRAN ELENCO

Sueños, fantasmas y las grietas

El realizador David Cronenberg nos sumerge
en una ola de violencia de pequeñas dosis,
y desarma una caparazón social ilusoria.

Por Leandro Arteaga
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Viggo Mortensen en la piel de Tom Stall, un hombre que creyó que sueño americano era posible. La trama tiene su fuente literaria en la historieta escrita por John Wagner y publicada por DC Comics.

Una historia violenta

(A History of Violence)

EEUU, 2005

Dirección: David Cronenberg.

Guión: Josh Olson, sobre la historieta de John Wagner y Vince Locke.

Fotografía: Peter Suschtizky.

Música: Howard Shore.

Montaje: Ronald Sanders.

Intérpretes: Viggo Mortensen, Maria Bello, Ed Harris, William Hurt, Ashton Holmes, Peter McNeill, Stephen McHattie.

Duración: 96 minutos.

Salas: Monumental, Del Siglo, Village, Showcase.

Puntos: 8 (ocho)

Bajo la piel de un criminal poderoso, William Hurt burla en la cara de Tom Stall (Viggo Mortensen) su elección de vida, su creencia en el denominado "sueño americano". Tom luchará, hasta último momento -y esto es algo que el desenlace evidencia, casi, morbosamente- por la persistencia de su vida modelo, aun cuando ésta sólo se sostenga desde la apariencia.

Desde una ya clásica mirada perversa, que sabe indagar en lo más oscuro de la sociedad para lograr, justamente, su evidencia, David Cronenberg (Pacto de amor, M. Butterfly, Crash) desnuda la violencia con la que se entrelazan los vínculos sociales. En este caso, Una historia violenta (traducción que no respeta demasiado la intención del título original: "Una historia de violencia") tiene su fuente literaria en la historieta escrita por John Wagner (Juez Dredd, Batman) y publicada por DC Comics. El crimen, la muerte, los golpes, se encuentran instalados en la práctica cotidiana que el relato nos propone; y son condimentos que Cronenberg hace palpitar desde las situaciones menos sospechosas, tales como una simple competencia deportiva de estudiantes, o la discusión entre un padre y su hijo.

Un diálogo apacible como el que abre el film, oculta la cruel verdad que guardan las puertas del local comercial que, sabremos, fue asaltado; y no es casual que el nexo con la segunda secuencia de la película, se produzca desde el grito que una pesadilla produce en la más pequeña de la familia. El inconsciente social abre sus fauces a través del susto de su pequeña, mientras Tom, padre trabajador, calma el miedo de la niña, ama dulcemente a su esposa, retira las botellas vacías que estropean el frente de su cafetería, y mata a balazos a quienes amenazan su seguridad. La situación inesperada del crimen inminente, hace reaccionar a Tom de un modo imprevisto. La misma situación de defensa de la vida, permite que el personaje salga airoso de la afrenta que debe atravesar. No es posible cuestionar su respuesta desmedida, es más, los medios de comunicación inmediatamente entronan a Tom como noticia candente. Todo ello mientras dure el interés que postulan las exigencias de la agenda periodística; situación que nos vuelve pertinente el recuerdo de la desmedida cobertura mediática que, desde el regodeo violento, realiza Oliver Stone en Asesinos por naturaleza (1994).

De padre ejemplar, Tom pasa a ser "héroe americano", mientras se yergue un fantasma que la figura de un magnífico Ed Harris corporiza en el apacible pueblito de buena vida. Hay en él un desenvolverse extraño, un comportamiento tosco, que se oculta tras lentes negros. Uno de sus ojos encierra una historia de alambres de púa, y la fealdad de la mitad de su rostro expone las dos caras sobre las que se constituye la ambivalencia social que da temática al film. Como un fantasma malsano, el personaje del ojo blanco comenzará a acosar la paz de este pueblo de gente buena. Mafiosos, gente de mala calaña, acusados de asesinatos, son ahora los que pueblan los miedos de Tom y de su familia.

La cachetada sobre su hijo, el sexo brutal con la esposa, serán síntomas de un pasaje que develará, gradualmente, lo que anida en él y, por derivación cronenbergiana, en su familia, en el pueblo, en el modo de vida soñado. Cuando la situación se vuelva desbordante, las imágenes que la retraten serán terribles, despiadadas, y de una brevedad de escalofrío.

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