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Lunes, 21 de julio de 2008
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CINE Viaje al centro de la tierra, decepcionante versión del título clásico

¿Qué quedó de las viejas aventuras?

La fantasía de Julio Verne está malograda en la película dirigida por Eric Brevig que no recupera nada de la imaginación del escritor. Más bien, propone un reguero de moralejas al paso en un espacio al que le faltan huellas de viajes fundacionales.

Por Emilio A. Bellon
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Brendan Fraser es familiero y bonachón, una especie de Forrest Gump del género fantástico.

3 - Viaje al Centro de la Tierra. (Journey to the Center of the Hearth). EEUU. 2008.

Dirección: Eric Brevig

Guión: M. Weiss, J. Flackett, Mark Levin.

Intérpretes: Brendan Fraser, Josh Hutcherson, Anita Briem.

Duración: 90 minutos.

Salas: Monumental, Showcase y Village.

Alguna vez llevar a Julio Verne al cine fue todo un desafío. Es decir aquellos guionistas pensaron, desde su oficio, vivir una aventura. Esto ocurría hace mucho tiempo y la historia del cine nos indica que ya en 1901 Ferdinand Zecca hizo subir a la pantalla a los hijos del Capitán Grant. Años después George Melies, el mago, nos ofrecería su Viaje a la luna, inicio de una zaga, uno de cuyos planos ya ha pasado a ser un emblema.

La literatura del visionario Julio Verne mereció en cada década una apuesta al misterio y a la fantasía; aspectos que hoy están más que ausentes, más aun desaprobados, en esta nueva versión que pulveriza el verosímil del genero y que en Estados Unidos fue presentada en tercera dimensión, para que el espectador se sienta perseguido por pirañas gigantes, acosado por plantas carnívoras y para que experimente caer al abismo.

Interpretada por el bonachón de Brendan Fraser, esta suerte de Forrest Gump del género en cuestión, buenazo de alma y familiero por vocación, el film de estos tres guionistas es un reguero de moralejas al paso en un espacio en el que uno, ni aun forzando la imaginación visual puede llegar a reconocer las huellas de tantos viajes de sus predecesores; entre los que reconocemos hasta los Tres Chiflados tras el itinerario de Phileas Fogg, en uno de sus films del 62. En formato telefilm y en registro de dibujos animados, Julio Verne siguió siendo uno de los grandes invitados a la hora del cine de Superacción.

Doblada al castellano, por lo que casi la totalidad de los parlamentos se vuelven inaudibles, aplastados por una trepidante banda sonora que tiene ecos, más que ecos, de Star wars, el film de los tres guionistas y de un imposible director es un refrito de escenas que parten de Indiana Jones, continúan con Cameron y Spielberg, edulcorados con la pseudo ternura Disney, con encuadres que remiten a La historia sin fin.

Burdo y torpe hasta el aburrimiento, este film que se anuncia como "una de las más grandes aventuras de todos los tiempos" nos lleva sí a revisar gozosamente su versión del 59 dirigida por Henry Levin para la Fox e interpretada por James Mason, Arlene Dahl, Diane Baker y Pat Boone, que hasta nos sorprendía con otra de sus canciones. Ciertamente más naif pero con tensión en la sangre, éste era uno de los tantos films que se disfrutaban en las salas de barrio con cajita de maní con chocolate en la mano.

¿Qué dirán los personajes en este film ruidosamente pochoclero, que no despierta el más mínimo impulso de olvidar que uno lleva un reloj en su muñeca? Lejos de quedar atrapado en el ojo de la tormenta, el film lleva a que escuchemos en la sala preguntas tales como ¿falta mucho para que termine? ¿Qué dijo? Sólo algunos niños abiertos al asombro de los efectos especiales pueden disfrutar de este film que dice partir de aquel mundo de aventuras, que describió esta novela publicada en 1867.

Para quien escribe esta nota, la calificación de tres puntos obedece a valorizar esa edición de la novela homónima de Julio Verne, que durante el primer tramo del film acompaña a los protagonistas y que lleva en sus paginas una serie de observaciones personales.

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