[HTML]Además de haber sido director del Bafici durante sus primeras dos ediciones, Andrés Di Tella actualmente dirige el Princeton Documentary Festival, en la Universidad de Princeton. El realizador ha hecho del documental una elección fÃlmica personal, que lo ha llevado a dibujar un fresco de múltiples facetas. Los tÃtulos de sus trabajos lo corroboran: Montoneros, una historia (1995), Prohibido (1997) -sobre la relación entre cultura y dictadura militar-, La televisión y yo (2003) y FotografÃas (2007) -a partir de interrogantes e imágenes sobre la figura de su propia madre-. Como si fuesen pequeñas piezas desde las cuales armar una vida personal y de paÃs. Contradictoria y compleja. El paÃs del diablo continúa este periplo indagatorio, curioso. Culpable por encontrar resquicios que permiten dar cuenta de otras maneras de mirar y de entender nuestra historia.
-¿Cómo acercarse, narrativamente, a la Conquista del Desierto?
-El tÃtulo "El paÃs del diablo" viene de un mapa que hizo Estanislao Zeballos, un prócer rosarino, joven periodista y amigo del General Roca. También uno de los ideólogos de la Campaña del Desierto, de la guerra contra el indio, a fines del s. XIX. Después de concluida la guerra, que duró unos seis o siete meses, y de haber liquidado a los indios, Zeballos fue a recorrer la Pampa y el norte de la Patagonia para hacer un mapa. En ese mapa -que fue uno de los primeros mapas cientÃficos sobre la región- hay una gran zona que dice "antiguo paÃs del diablo", en referencia al territorio de los indios. Yo tomé ese tÃtulo. Puede significar tanto una descripción objetiva como también implicar un montón de otras cosas: ¿quién es el diablo?, ¿cuál es el paÃs?, ¿qué pasó en esa historia? Aparentemente, Argentina es un paÃs sin indios, un paÃs con una identidad blanca, algo que se construyó mediante la eliminación fÃsica de los indÃgenas, y desde algo que vino después y que fue casi peor: el etnocidio, es decir, la destrucción de una cultura, la inoculación de un veneno que ha hecho que los descendientes de esos indios tengan vergüenza de serlo.
-¿Cómo fue tu experiencia de viaje? ¿Con qué te encontraste?
-La pelÃcula está planteada como el viaje que hizo Zeballos, y que luego plasmó en su libro Viaje al PaÃs de los Araucanos. Un libro muy interesante. Yo salà a registrar territorios que habÃan quedado vacÃos. En Salinas Grandes, que era el centro, la capital del cacique Calfucurá, quien asoló la Argentina durante el s. XIX con su hijo Namuncurá, no hay nada. Es el desierto. No se hizo ninguna población. Es algo que me llamó mucho la atención. Lo mismo pasa en Leubucó, que era el centro de los indios ranqueles. Pero en los últimos años ha habido algunos descendientes de indios que se han reivindicado como tales, incluso algunos que son mixtos, mezcla de italiano e indio, como el cacique que aparece en la pelÃcula -Nazareno Serraino-, un neo-indio dirÃa. En ese sentido, yo también me identifico con la creación de una identidad propia, agarrando los elementos que más te interesan de tu historia. Pero primero tenés que conocerlos. Es lo que me ocurrió también con mi pelÃcula anterior, FotografÃas, donde cuento la historia de mi madre, que era india (de la India). En el fondo, es ése el tema de la pelÃcula: la identidad impuesta y la identidad que uno busca como propia. Es decir, hay una identidad recobrada, a través de gente que está rescatando, por ejemplo, la lengua ranquel, algo desaparecido. Son muy pocos, cuatro o cinco, los hablantes nativos del ranquel. Este cacique, Nazareno, es maestro de una escuela y rescató a uno de ellos, que les enseña a los chicos el idioma y algo de su cultura. Es algo muy emocionante. El mismo hablante, Daniel Cabral, recuerda que cuando tenÃa once o doce años, lo llevaron a una escuela interna. En ese momento hablaba sólo la lengua ranquel, y en la escuela prácticamente lo torturaron para que dejara de hacerlo. Pegarle con la regla, arrodillarlo sobre piedras hasta sangrar... Ahora es él quien enseña ranquel a los chicos.
-¿Cómo salÃs vos, personalmente, luego de un proyecto semejante?
-Cada vez más busco hacer pelÃculas que me transformen. El escritor Witold Gombrovicz decÃa "no hay que ser demasiado uno mismo". Hacer documentales es una excusa fantástica para recorrer lugares. Yo nunca habÃa estado en la provincia de la Pampa, y lo que uno encuentra no es la imagen que se tiene de la Pampa húmeda, sino otra cosa. Haber llegado, que nos dejaran participar del año nuevo ranquel -el guillatún- que se hace en Leubucó, en el medio del campo, en junio, fue una vivencia emocionante. Esa misma transformación creo que fue la que sufrió el mismo Zeballos, que salió de Buenos Aires muy convencido de que el indio era el diablo, de que habÃa que exterminarlo, pero cuando conoció los primeros indios que habÃan sobrevivido al exterminio empezó a darse cuenta de que eran personas que tenÃan una cultura, comenzó a aprender el idioma, y finalmente a adquirir un grado de arrepentimiento ante lo que habÃa sido cómplice.
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