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Sábado, 13 de septiembre de 2008
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Entrevista a Lucrecia Martel, directora de "La mujer sin cabeza"

El cine como estado de ánimo enrarecido

"La estructura de mis películas es dispersa y parecida a la de una conversación", explica Martel a propósito de su último film.

Por Leandro Arteaga
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"La mujer sin cabeza" es también una mirada sobre la burguesía provinciana.

Desde el jueves se puede ver en la ciudad, La mujer sin cabeza, recorrido hipnótico, nunca claro, sobre las tribulaciones de una mujer que cambia el color de su cabello así como las virgencitas milagrosas hacen lo propio ante la amenaza de tormenta inminente. La mujer sin cabeza tuvo una repercusión contradictoria en el Festival de Cannes. "En realidad porque ﷓señala la realizadora﷓ pasa siempre, me sucedió ya con las otras dos películas (La ciénaga, La niña santa). La diferencia quizá sea que ahora la circulación de la información es distinta. Qué levanta como opinión cada medio es diferente y, particularmente para mí y la gente que estuvo conmigo, no fue una gran sorpresa".

--Tus películas, convengamos, suelen provocar cierta perplejidad.

--Es posible, pero me parece bastante normal. En general el desacuerdo siempre conviene, favorece el pensamiento y el crecimiento intelectual. Siempre que hay posiciones encontradas por lo general se genera diálogo y situaciones más interesantes que si hubiese unanimidad. La unanimidad, en general, siempre aplasta la posibilidad de la conversación o el debate.

-¿Qué te ocurre al observar que La ciénaga se sitúa, cada vez más, como un referente del último cine?

-Mirá, eso es más fácil decirlo para vos que para mí. Te imaginarás que yo, por formar parte, cualquier cosa que diga va a ser poco interesante. Para mí, en mi vida, es muy importante. Qué signifique ello en la vida de los demás, no sé. Que quede el recuerdo de la película en el espectador es algo muy emocionante para el director.

-¿De qué trata La mujer sin cabeza?

-Es una película muy sencilla. Trata de una mujer que tiene una accidente un poco confuso en la ruta. Días posteriores a ese accidente, donde ella queda en un estado enrarecido, le dice a su esposo que cree que ha matado a alguien en la ruta. Vuelven a ese lugar pero lo único que hay es el cadáver de un perro. La película trata en torno a eso, no en establecer si es un perro o un chico, sino en qué hacer con la posibilidad de ese accidente.

-¿Cómo te planteás narrativamente tus películas? ¿Cuál es el proceso?

-El comienzo del proceso siempre tiene idas, venidas, vueltas, sin una dirección clara. Es un camino que me lleva unos cuantos meses en los que vas recolectando cosas que no tienen coherencia ni una relación muy fuerte pero que, poco a poco, van encontrando un porqué. Te hablo de sonidos, situaciones, lugares, personas, música, que van armando una especie de colección muy heterogénea, cuya relación la vas encontrando de a poco. En general es allí cuando empiezo a escribir el guión. En el cine, como en toda actividad narrativa, los referentes son diversos y no necesariamente dentro de la misma gramática. En mi caso lo son las conversaciones, el habla, el lenguaje, la oralidad, las charlas, es ése el mundo que a mí me ha servido narrativamente. La estructura de mis películas tiene esa dispersión, esa estructura bastante lábil y parecida a la que tiene una conversación.

-¿En qué estado se encuentra el proyecto sobre El eternauta?

-Todavía está muy verde mi trabajo sobre el guión. Hay elementos de la historieta que la anclan mucho en la década del '50, son esas cosas las que van a requerir más trabajo. Cómo pensarla, como actualizar esos miedos. Pero, si llega a buen puerto y nos ponemos de acuerdo en términos estéticos y narrativos con los productores y conmigo misma, seguiremos adelante.

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