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Domingo, 21 de septiembre de 2008
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Teatro. "Al abrigo del tiempo", una intervención teatral en el museo Estévez

Como en la casa de uno

La actriz Mónica Alfonso invita a los visitantes a disfrutar de las pinturas, los jarrones de jade, las lámparas de cristal de bacará, los abanicos de nácar, desde una perspectiva íntima.

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Alfonso, una gran actriz y anfitriona para esta puesta.

¿Saben una cosa?", interpela la actriz Mónica Alfonso, encarnando a la anfitriona de la casa-museo Estévez. Ante el silencio curioso de sus interlocutores, revela: "No hay lugar como la casa de uno". El público, acomodado en las 60 sillas dispuestas en el patio central de la casa, asiente con gestos y monosílabos. A partir de ese momento, el que fuera el hogar del matrimonio de Firma Mayor y Odilo Estévez Yañez, hoy Museo Municipal de Arte Decorativo, comienza a ser, por algo más de una hora y media, "la casa de uno".

La iniciativa de la actriz, ciudadana ilustre de Rosario, y de Analía García, la directora del museo que en julio pasado cumplió cuarenta años, se concretó en "Al abrigo del tiempo", una intervención teatral que invita a los visitantes a disfrutar de las pinturas, los jarrones de jade, las lámparas de cristal de bacará, los abanicos de nácar expuestos en la casa de Santa Fe 748, pero desde una perspectiva más íntima. La propuesta intenta que, a través del relato minucioso de su historia, los objetos y los espacios del museo ingresen al campo de percepciones de los visitantes con otra intensidad. "Porque uno mirar, siempre mira -cuenta Alfonso a Rosario/12-, pero cuando alguien te revela que a este florerito Firma lo compró una mañana, que estaba a la orilla del Adriático, cuando vos volvés, recordás: este es el vaso de vidrio que tiene este origen".

Fundadas en este argumento, García y Alfonso gestaron en marzo un proyecto que en los viernes de septiembre a las 19.30 se despliega por las líneas que hoy sustentan la nueva concepción del uso de los espacios de los museos. "Potenciar los detalles, subrayarlos con ese encantamiento que produce el relato de la anécdota", es lo que para Alfonso hace que se respete la memoria de la ciudad, en este caso, recuperando los detalles del estilo de vida de una familia burguesa rosarina de la primera mitad del siglo XX que se atesoran -y a veces esconden- en el museo.

"Un día usted llegó de una manera diferente de la que acostumbraba llegar... Y yo, casi como en un cuento, lo invité a imaginar. Y fueron tantos los relatos, tantos, que la casa se despertó", recita un personaje ataviado de gala, desde el comedor de los Estévez. La quietud del museo se moviliza con la intervención actoral en una propuesta que se inicia con una visita guiada por la casa que los dueños de la Yerbatera Paraguaya compraron en 1921, y que finaliza en el comedor, desde donde un personaje de la época relata historias de los objetos que el matrimonio coleccionó por más de dos décadas, y que legó a la Municipalidad de Rosario en 1964, cuando Firma Mayor falleció.

"Y fueron tantos los relatos, tantos, que el museo se iluminó", sigue el personaje que interpreta la obra. Para montar esta pieza dentro de la casa, la capacidad de observación fue la destreza más utilizada. "Esta arcada del comedor es una perfecta boca de escenario, y el comedor es un escenario en sí, que no obliga a que toquemos nada: todo está armado", explica la actriz, premio Estrella de Mar 1998. "Entonces -continúa- sólo hubo que poner luces, todo con mucho respeto por el lugar", que el 8 julio de 1968 abrió sus puertas como casa-museo, y que conserva alfombras y tapizados originales, importados de Europa en la década del 20.

"Y fueron tantos los relatos, tantos, que la anoche amaneció, al abrigo del tiempo, recuperando la memoria de la ciudad", cierra este espectáculo que para Alfonso pretende ser "como un perfume: mínimo, concentrado e intenso", en el que ella se transforma "en parte de estos muebles, y la gente empieza a sentir las emociones, las inquietudes por la familiaridad que el relato aporta a todo este espacio que parece ajeno, pero que es parte de historia propia".

La propuesta termina. Pero para la gente no significa el fin, sino que se debe un poco más: volver sobre lo visto al principio, y lo historizado después. El grupo se dispersa, y vuelve sobre sus pasos para corroborar, para mirar mejor, para descubrir, para recordar: va a la fuente del patio, a las esculturas de marfil de la sala francesa, a la silla del comedor bajo cuyo tapizado, se dice, se encontró un diario íntimo. Efectivamente, la casa se siente, entonces, como la casa de uno.

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