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Martes, 11 de noviembre de 2008
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James Hefferman disertó sobre la autorrepresentación en la literatura y el arte

La pintura evoca y detiene el tiempo

El profesor emérito del Dartmouth College analizó obras pictóricas del siglo XVII: un autorretrato de Rembrandt y "Las Meninas" de Velázquez. "La pintura trata de negar el tiempo. Pero revela que es imposible huir de él", consideró.

Por Beatriz Vignoli
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James Heffernan se entusiasmó con el triunfo de Barack Obama, que siguió por televisión en el lobby de un hotel rosarino.

"Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas", comienza "Borges y yo", uno de los textos canónicos sobre el problema de la identidad. Sigue: "Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor". Y termina: "No sé cuál de los dos escribe esta página". El párrafo fue citado en "Grietas en el espejo: la autorrepresentación en la literatura y el arte". Así se tituló la conferencia que el martes pasado en el Museo Estevez dio James Heffernan, quien analizó la cuestión en una serie de obras pictóricas del siglo XVII: un autorretrato "verista" de Rembrandt y "Las Meninas" de Velázquez. Heffernan empezó por el mito de Narciso ante el espejo como origen del arte según el teórico renacentista León Battista Alberti, quien a su vez se inspiró en la descripción que el filósofo griego Filóstrato, en el siglo III, hace de una pintura anónima con este tema. Y concluyó con la autobiografía literaria como una posibilidad de expandir mediante la memoria y el tiempo en lo que de otro modo sería el presente casi puro del autorretrato.

Con traducción de Ian Barnett, la ponencia tuvo lugar en el marco del coloquio internacional Ut Pictura Poiesis: Las palabras y las imágenes en la literatura y el arte. Organizado por el Centro Interdisciplinario de Estudios Europeos en Humanidades (CIEHUM, Universidad Nacional de Rosario), con la colaboración del Museo Estevez, la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, el Centro Cultural Parque de España/AECID, la Alianza Francesa de Rosario y la Embajada de Estados Unidos en Argentina, el coloquio fue coordinado por Ana Lía Gabrieloni y equipo y contó además, entre varios otros ponentes, con el poeta y ensayista Jean﷓Luc Steinmetz, quien participó en el Festival de Poesía. James Heffernan es doctor en Filosofía (PhD) por la Universidad de Princeton desde 1964. Se desempeña como profesor emérito de Literatura Inglesa y profesor de Arte de la Escritura de la cátedra Frederick Beebe en el Dartmouth College. Estudioso del Romanticismo inglés, ha publicado numerosos trabajos en el ámbito de las relaciones entre la literatura y el arte. En su muy citado libro Museum of Words: the Poetics of Ekphrasis from Homer to Ashbery (University of Chicago Press, 1993), Heffernan redefine el término ekfrasis como representación literaria de una representación visual.

Nacido en Nueva Inglaterra, en una familia católica de origen irlandés, siendo los menores de nueve hermanos él y su hermano mellizo, a Heffernan le gusta la prosa de James Joyce (le gusta mucho: publicó 24 conferencias sobre el Ulysses) y, como Joyce, se educó en un colegio jesuita. No se sabe bien si es él o su otro yo quien escribe un blog de comentarios sobre noticias políticas (http://www.huffingtonpost.com/james-heffernan). Sí que lo embargaba por completo, al igual que a su encantadora esposa Nancy, la alegría por el triunfo presidencial de Barack Obama. Y eso a pesar de que (según manifestaron en un amable off the record ante la pregunta de la cronista de Rosario/12) tuvieron que seguir el recuento de madrugada en la televisión del hotel céntrico rosarino en cuyo lounge tuvo lugar la entrevista, el miércoles pasado.

-Usted inicia su conferencia en Rosario con el relato del mito de Narciso, quien se paraliza en la contemplación de su propia imagen.

-Sí, así lo representa el mito. Queda inmovilizado por la fascinación con su propia imagen reflejada. Es por eso que finalmente muere, sin responder al llamado de [la ninfa] Eco. No se mueve porque está hechizado por su propio reflejo, y no se atreve a romper el hechizo. Al menos así es como Alberti interpreta el mito. Y, tal como interpreta Filóstrato este acto primario de narcisismo, su fascinación con el propio reflejo le impide cualquier acción.

-Incluso la de representarse a sí mismo...

-Es cierto, porque él no se representa a sí mismo. Es engañado por su propio reflejo. No actúa en absoluto. Ha cesado de actuar. Está descansando de la cacería y eso pone fin a su vida. Esta, como dije, es la lectura que hace Alberti del mito representado por el artista visual y luego a su vez representado por el filósofo y crítico. De modo que hay varios grados de respuesta al mito. Primero la de un pintor anónimo y luego la de los filósofos que interpretan la pintura.

-¿Y usted toma esto como una metáfora de la noción de que el tiempo es absolutamente necesario para crear una representación de sí mismo?

-Bueno, sí. De eso se trata esta pintura según la interpretación que de ella hace Filóstrato: en cierto modo, trata de negar el tiempo. Pero a la vez revela que es imposible huir del tiempo. La figura de Narciso está atrapada en su propio reflejo mientras el tiempo sigue pasando. Él no logra detener el tiempo. Y según Alberti, muere, y es llorado por Eco, a cuyo amor no correspondió y a cuyo llanto no responde. La vida de Narciso queda frenada en ese instante. Como espectadores de la pintura, cobramos así una conciencia muy aguda del paso del tiempo, de lo que es negado por ella: la vida y el movimiento. Aun cuando la pintura trata de detener el tiempo, una de las paradojas de la pintura es que inevitablemente evoca el tiempo, nos hace tomar conciencia de su paso, aun en el acto mismo de detenerlo.

-Eso sucede con la fotografía.

-Sí, claro.

-¿Usted entonces confronta este mito antiguo con un mito moderno, con lo que se podría llamar el mito fotográfico de la pintura, o la noción de que un autorretrato de Rembrandt, por ejemplo, sería un momento congelado?

-Sí, aunque al retrato de que hablé, que es el grabado de Rembrandt sentado a su mesa de trabajo, podría vérselo como un momento de calma que podría extenderse a través de un período de tiempo. Aquel en cual él trabajó en su escritorio, algo así como una pose sostenida a través de un período extenso. La pregunta que yo planteaba es si esto que vemos es el "verdadero" Rembrandt, y todo lo demás es fantasía, o si pensarlo así no es más que una reducción ingenua de una idea de la verdad, que es muy simplista y se olvida de las complejidades de la cuestión.

-¿Usted cuestiona la identidad entre autorrepresentación y autopresentación?

-Sí, exacto. Bueno, yo me cuestionaba ante todo la noción de identidad y la de autorrepresentación como eso que uno ve al mirarse al espejo. Y parte del argumento en relación con esto es que cuando pensamos en la autopresentación, pensamos en cómo aparecemos ante los demás, de modo que hay en juego un elemento de teatralización, de actuar para los otros según qué imagen queremos proyectar de nosotros mismos. Entonces el quid de cualquier autorretrato particular es si puede llegar a mostrar el "self", el "sí mismo": lo incognoscible de la persona. Y, por supuesto, hay algo de verdad en ello si pensamos en el self como aquello que subsiste más allá de todo lo que se puede ver y es lo que no se puede ver. La palabra 'personalidad' viene del griego 'persona', que significa 'máscara'. Entonces ya al hablar de "personalidad" estamos nombrando alguna clase de distancia entre la persona real por un lado, y lo que ella presente al mundo.

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