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Domingo, 22 de febrero de 2009
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Cuatro sobresalientes luthiers y su dedicación a las cuerdas frotadas

Entre virutas, clavijas y cuerdas

Este milenario, complejo y maravilloso oficio tiene cuatro especialistas en la ciudad. Federico Sanz, Fernando Bensi, Iván Blascovich y Gustavo Hoffmann cuentan a este diario por qué eligieron este trabajo con olor a madera.

Por Marisol Gentile
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Sí. En Rosario, los violines, las violas, los violonchelos y los contrabajos pueden dar rienda suelta a sus achaques instrumentales sin ningún tipo de temor: en la ciudad existen cuatro renombrados especialistas en enfermedades cuerdísticas, capaces de curar cualquier tipo de dolencias. Y como yapa, además de matasanos, son constructores y docentes de esta disciplina. Entre virutas, clavijas, cuerdas y herramientas de las más diversas ﷓todas perfumadas por ese cálido olor a madera﷓ Rosario/12 mantuvo una entrevista exclusiva con ellos: Federico Sanz, Fernando Bensi, Iván Blascovich y Gustavo Hoffmann.

"La experiencia es lo que convierte a un constructor o reparador de instrumentos en un luthier", empieza diciendo Iván Blascovich, delimitando el amplio campo de este arte. El riojano, que estudió la carrera en la Escuela de Luthería de la Universidad Nacional de Tucumán con los maestros Fernando Silva y Eduardo Riera, reconoce que su vocación por la luthería proviene del estudio del violín. "Así conocí lo que era la luthería", agrega. "Junto con el estudio, a medida que fui aprendiendo a hacer instrumentos, construía para el aprendizaje y como trabajo: actualmente, construyo y reparo instrumentos de cuerda frotada, y además guitarras, laúdes, mandolinas y todos los instrumentos de cuerdas con caja y mango".

Por su parte, Federico Sanz -﷓quien además de su trabajo como luthier ocupa el cargo de primer cello en la Orquesta Sinfónica de Rosario﷓- afirma que recibió esta formación desde niño. "La formación musical me fue de gran ayuda para la luthería en especial, a la hora de la optimización del sonido y la detección del origen de los problemas acústicos de los instrumentos", sostiene ante este diario.

"Esto fue fundamental para poder ocupar mis puestos de trabajo, tanto en mi taller propio como en el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires, en donde me desempeño como luthier de cuerdas desde el año 1991, puesto ganado por concurso internacional de oposición y antecedentes. Allí, dentro del Colón, restauro y mantengo los instrumentos de los músicos de las orquestas Filarmónica y Estable del Teatro". Sanz, que no construye instrumentos, resume su formación en las clases recibidas por los Maestros Eduardo Gorr y Andreus Faruolo (USA).

En el caso de Fernando Bensi, la vocación por la luthería surgió por influencia paterna. "Comencé con la luthería gracias a mi padre, que siempre me alentó a que me dedique a lo que yo quisiera. Hice mi primer violín a los 12 años de edad, como un juego más" recuerda. "Mi primer y gran maestro fue mi padre, que me pasó todos sus conocimientos y su gran experiencia. También estudié en Buenos Aires con el archetier Miguel Angel Leyes. La especialidad en nuestro taller es la puesta a punto (calibración de puente y alma) de los instrumentos de cuerda frotada, sumando a ésto la construcción de los mismos. En el caso de los arcos, nos dedicamos a la construcción tanto de arcos de modernos como de arcos barrocos, junto con su reparación y encerdado".

Para Gustavo Hoffmann, la inserción en este métier comenzó con el fin de su adolescencia. "A los 18 años me construí una guitarra, con ayuda de carpinteros, y fui descubriendo herramientas, maderas y técnicas de trabajos. A la primera le siguió la segunda, y así hasta el día de hoy. Me fui interesando en el oficio a medida que construía en forma autodidacta. Mi primer contacto con un luthier fue con Federico Sanz, y fue su forma de trabajar lo que me impactó y maravilló: de él aprendí mucho, y de ahí en más, de cada luthier que conocí aprendí algo nuevo", cuenta a esta cronista.

Sus estudios de luthería no se remiten solo a la Universidad de Tucumán, en Argentina. "En Europa trabajé y aprendí con Paxi Atozky, luthier de Pamplona, y consulté mis dudas con maestros en Italia. En Europa existe una gran tradición por este arte, y el estudio es intensivo y serio", agrega.

Acerca de su actividad actual, señala: "Si bien comencé construyendo en forma experimental, luego continué reparando solo guitarras. Ahora, además de reparaciones en general, construyo violines y violas, cada tanto guitarras clásicas y cada tantísimo guitarras y bajos eléctricos".

En cuanto a la enseñanza de este arte, Blascovich dicta cursos de construcción, en clases prácticas y teóricas, desde hace más de 10 años. Y si bien el estudio de este métier en la Argentina puede encontrarse en la Universidad de Tucumán y también en un colegio técnico de Capital Federal (en el exterior, existen varios colegios en Alemania, Italia y EEUU), los cuatro coinciden en que la especialización se logra con los años de trabajo en los talleres particulares.

Al referirnos a los luthiers pioneros de Rosario, Federico Sanz da buena cuenta de esta parte de la historia rosarina. "Puedo citar al Maestro Mariano Militello, un italiano llegado a Rosario a principios del 1900, que construyó gran cantidad de instrumentos, de gran personalidad y buen sonido. También no debo dejar de mencionar a Franz Kost, del cual desconozco su origen, que se dedicó a reparar y terminar instrumentos semi elaborados. Tampoco se debe olvidar al Mtro. Shnaider, quien reparó instrumentos el las décadas del 60 y del 70".

Conocedores a fondo de esta familia de instrumentos, destacan la importancia fundamental que reside en que el luthier sea, además, instrumentista. "El conocer cómo se ejecuta el instrumento que uno hizo es importante para poder evaluar el trabajo y además solucionar inconvenientes que surgen durante la construcción o la reparación. Yo toco el contrabajo, y tengo nociones básicas de violín, ya que fue lo primero que estudié en la niñez, aunque por pocos años", dice Bensi. Afirmación que Blascovich comparte, agregando que "es conveniente para poder comprender la necesidad del músico: en mi caso toco el violín y la viola".

Este milenario, complejo y maravilloso oficio tiene cuatro flamantes "hospitales de instrumentos" en la ciudad. Y sus doctores, además de sanar y curar heridas, no imaginan que pueden además organizar una agradable tertulia, para sin dudas preludiar juntos ﷓con los instrumentos que ejecutan﷓, bajo la forma de un cuarteto de cuerdas tradicional.

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