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Martes, 24 de febrero de 2009
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"Te saco el Pombo y te pongo el Sacco", se exhibe en Castagnino + Macro

Vieja dicotomía de arte y política

Una muestra que consiste en 8 textos críticos y 2 obras emblemáticas de los 90 se monta conceptualmente sobre una cuestionada dicotomía de arte light versus arte político, que sirve para repasar los avatares de la historia reciente.

Por Beatriz Vignoli
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El incendio y las vísperas, de Graciela Sacco, es de 1996, pero viró de sentido a partir de 2001.

"¡Me saco el saco y me pongo el pongo!". Quienes, al igual que el artista contemporáneo porteño Marcelo Pombo y su par rosarina Graciela Sacco hayan vivido su niñez en Argentina en los años 60 y 70, reconocerán de inmediato la frase como uno de los latiguillos del show televisivo para chicos del actor cómico Carlitos Balá. Jugando con estos significantes, al director artístico del Castagnino+Macro, el artista plástico Roberto Echen, se le ocurrió un chiste de sugestivas resonancias inconscientes: "Te saco el Pombo y te pongo el Sacco". Tal es el título de la muestra que se inauguró el viernes pasado en la planta alta del Museo Castagnino (bulevar Oroño y avenida Pellegrini), con curaduría de Echen, y que según señala con sana honestidad intelectual el crítico chileno Justo Pastor Mellado en uno de los 8 textos curatoriales que la integran, "es una operación de manejo de la colección" Castagnino + Macro.

A tal colección pertenecen, donadas por sus respectivos autores, las dos "obras ícono" que componen la muestra: El incendio y las vísperas (1996), heliografía sobre fragmentos de madera emulsionada de Graciela Sacco (2,20 x 8 m) y Dos cepitas (1995), objeto de Marcelo Pombo que consta de dos piezas de 20 x 9,5 x 6 cm cada una: son dos cajas de jugo Cepita, intervenidas con lágrimas traslúcidas. En los 90, Pombo fue uno de los representantes lo que se había dado en llamar "la estética del [Centro Cultural de la UBA, Ricardo) Rojas", hoy más conocida como arte light. Y necesita despegarse esa etiqueta. Y esta muestra le ofrece vapor suficiente. Allí, el ex director del Castagnino, el ingeniero Fernando Farina, gestor de ambas adquisiciones, amplía la declaración que hizo Pombo a principios de los 90 "de que sólo le interesaba lo que estaba a un metro alrededor suyo" agregando que "se detenía en lo que pasaba a un metro alrededor de él, pero (advertía) con todo lo que pasaba allí se comprometía".

Las obras, literalmente "enfrentadas", no hacen sino resaltar sus similitudes más que sus diferencias. Si bien son muy distintas, ambas evocan, desde la desesperanzada década en que fueron hechas, el futuro de un pasado: los años 60. Pombo remite, ya desde el título, a las dos latas de cerveza Ballantine's del neodadaísta Jasper Johns, obra que al parecer inauguró al mismo tiempo el género "objeto" y el arte pop. El precario encanto industrial de las cepitas, adornado glamorosa y pobremente con detalles cosméticos que la sexualizan ambiguamente y la fragilizan, canta la bajeza del presente, filtrada por una mítica edad de oro del gusto popular y el consumo de masas (los "swinging sixties") que corresponde a la infancia del autor. La de Sacco amplía a escala monumental una foto del Mayo Francés de 1968, quizás una de las más famosas: la del manifestante lanzando una piedra contra la policía. Su presentación es bella: sobre maderas emulsionadas que, apoyadas en la pared al modo de los tablones minimalistas de los 60, forman una empalizada precaria, se proyecta borroso y en sepia un palimpsesto de diversos pasados henchidos de utopías, preñados de futuro. La multitud que avanza hace pensar que sin duda el fotógrafo tenía in mente el famoso óleo de los campesinos de Dalla Volpe que inspiró a Bernardo Bertolucci la secuencia inicial de la película Novecento. La obra de Sacco, en 1996 cuando fue creada, admitía una lectura más bien nostálgica. Pero a partir de hechos como la caída de las Torres Gemelas y la espontánea violencia callejera del 19 y 20 de diciembre de 2001, que recorrió el mundo en fotos de escenas de enfrentamiento calcadas sobre aquellos antecedentes, "El incendio y las vísperas" adquirió una resonancia de actualidad y fuerza imprevistas.

La historia es en gran parte espectáculo. Y la historia del arte es en gran parte leyenda: se escribe hacia atrás, antes como expresión más o menos calculada de un ansia de precursores que como registro fidedigno de las atmósferas intelectuales de cada época. Los 8 volantes de la muestra dialogan silenciosamente evocando el debate que no fue. El debate "Florida/Boedo" tampoco sucedió: lo inventaron en París, según Borges. En los 90, según detalla Rafael Cippolini en su texto de catálogo, "la contraposición arte light/arte político no estaba para nada clara. Era absolutamente marginal. Incluso hasta mucho después. Dejó de serlo luego de que el suegro de Shakira abandonara la Casa Rosada en helicóptero. Y no inmediatamente: el debate se terminó de instalar entre noviembre de 2002 y mayo de 2003, esto es: desde la exhibición Futuro Imperfecto".

Roberto Amigo consigna que en el número 33 de la revista Ramona se publicaron dichas ponencias de Andrea Giunta, Roberto Jacoby, Ana Longoni, Ernesto Montequin y Magdalena Jitrik. Farina las denuesta y se impacienta: "Me exaspera la creación de falsas antinomias". En su escrito Farina repasa, a partir del silencio posterior a Tucumán Arde, los avatares del desencuentro entre arte y compromiso político. Evoca sus charlas con Rubén Naranjo en la Escuela de Bellas Artes de la UNR, primero como estudiante y luego como profesor. El suyo es un texto nostálgico de las grandes esperanzas de la posdictadura. Aquellas esperanzas (él no lo dice) fueron salvajemente boicoteadas en aquel impasse reaccionario, "la era menemista". Que, como la Plaza de Mayo que vivó a Galtieri el 2 de abril de 1982, estaba llena, pero ahora resulta que nadie estuvo ahí.

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