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Lunes, 25 de mayo de 2009
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Mil años de oración, ausencias y desencuentros

Mil años para llegar a entenderse

Por Por Emilio A. Bellon
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El padre que llega desde Pekín intenta acercarse a su hija.

"Mil años de oración". (A Thousand Years of Good Prayers). USA, 2007.

Dirección: Wayne Wang

Guión: Yiyun Li, según su propio relato

Fotografía: Patrick Lindenmaier

Intérpretes: Henry O, Feihong Yu, Vida Ghahremani, Pavel Lychnikoff.

Sala: Del Siglo.

Calificación:8 (ocho).

Nacido en Hong Kong en 1949, Wayne Wang llegó a Estados Unidos a los 18 años. A lo largo de su filmografía, que parte de mediados de los años 80, podemos seguir muy de cerca la problemática de los inmigrantes orientales de dicho país. Su mirada plural ha permitido que en sus films tales como El club de la Buena Estrella del 93 y Smoke/Cigarros, que realizó junto al novelista Paul Auster, podamos escuchar las voces de otras culturas.

Film de corte minimalista, Mil años de oración, que en nuestra ciudad sólo conoce una sala de exhibición en formato DVD, recorta instantes en el reencuentro de un padre, llegado de Pekín, con su hija que habita en la zona central de Estados Unidos. Un encuentro deseado, pero que sin embargo estará marcado por una actitud de distanciamiento, de extraña ajenidad.

Dice un proverbio oriental: "Hacen falta mil años de oración, de rezos, para que dos personas se entiendan". Y es el alcance del mismo lo que esta intimista historia va desplegando en un espacio marcado por un sostenido tiempo de ausencias.

Atento a las dificultades del que recién llega, Wayne Wang ubica en un diferenciado lugar a las cuestiones del lenguaje, lo que lo lleva a poner en boca de la hija, recientemente separada, reflexiones sobre el tiempo de su historia: "Papá. Si te educan en una lengua que jamás se usa para expresar sentimientos te será fácil, luego, adoptar otra y hablar más en ella. Podrás ver de una manera distinta".

A lo largo de varios días y desde un proyecto itinerante -el padre desea conocer otros espacios de ese país- asomarán reflexiones sobre cuestiones de política y sociedad. Su director acerca su visión controvertida de la Revolución Cultural China, lo que no impide que el padre siga defendiendo sus propias convicciones sobre el marxismo. Y esto lo podemos escuchar de sus labios en diálogo con una mujer iraní con quien entablará una cierta amistad, en el parque, mediando de manera particular otra cuestión idiomática.

"Hacen falta trescientos años de oración para cruzar un río con alguien en una barca", continúa el proverbio. Y es esa espera la que el film va tendiendo sobre los personajes y nosotros. Entre padre e hija media algo que todavía no se ha dicho, algo que, tal vez, se llegue a revelar. Compartirán un mismo lugar, un banco de la plaza, pero no siempre sus miradas se encontrarán.

Desde un tono pausado, y en ese lugar en el que algo está por acontecer de otra manera, seguimos escuchando los ecos de ese antiguo proverbio. Y a la voz de un padre narrarle a su hija sobre el motivo del nombre elegido para ella, Yilan, que la llevará, quizás, a evocar y comprender los días de su propia infancia.

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