Preciso, cuidado, inteligente, Hermanas fue el largometraje debut con el que Julia Solomonoff empezó a evidenciar una mirada que evita las obviedades y que, al mismo tiempo, permite distintas capas de lectura. Con El último verano de la Boyita la realizadora rosarina posa esa mirada en la pre-adolescencia, en un descubrimiento sexual que suma complejidad a algo, de por sÃ, confuso. Desde hoy, esta segunda creación de Solomonoff --coproducida por TravesÃa Producciones, Domenica Films, Picentre Films de Francia y El Deseo, la productora de los hermanos Almodóvar-- iniciará su ciclo de exhibición comercial en las salas de la ciudad.
Al igual que en su primer largo, en El último... Solomonoff se concentra en las relaciones humanas, aunque esta vez en un perÃodo distante al de la adultez de las protagonistas de Hermanas. "Y esta vez lo de las hermanas es sólo un disparador --aclara Solomonoff en diálogo con Rosario/12--. Las hermanas están en Rosario, una ve la transformación de la otra y al sentirse excluida del pasaje de su hermana mayor a la adolescencia, decide irse al campo con el padre, donde se encuentra con el hijo de los peones, su amigo de la infancia, que también está pasando por transformaciones. Es una pelÃcula de relaciones, hasta más intimista que Hermanas. Las dos pelÃculas mantienen esa idea de que hay como un secreto a develar, y en ese secreto se revela también cómo la gente reacciona ante determinadas cosas. En este caso es cómo reaccionan ante la diversidad, ante la ambigüedad, ante la diferencia".
Porque en medio de su reencuentro, y a partir de un incidente casual, Jorgelina y Mario realizarán un descubrimiento que implicará una necesaria aceptación de la condición sexual. Pero asà como en Hermanas el exilio, el viaje obligado, sobrevolaban la trama central sin hacerse explÃcitos, en El último verano de la Boyita Solomonoff busca nuevamente que sea el espectador el que construya el relato. "Me gusta que el espectador participe, que descubra --apunta la directora--. No me gusta decir ni anticipar demasiado, me gusta que el espectador se meta en la pelÃcula y vaya sintiendo junto con los personajes que esto es un viaje, que es un descubrimiento, que no sepan lo que va a suceder. Trato de no dar demasiados indicios, ni siquiera desde el tÃtulo. En los dos casos los tÃtulos tienen que ver con una cosa metafórica".
A partir de un intenso trabajo de búsqueda y preparación, Solomonoff encontró en Guadalupe Alonso y Nicolás Treise a los intérpretes adecuados para transmitir sensaciones difÃciles. Una tarea que fue resaltada por la realizadora: "La pelÃcula tiene excelentes actuaciones, y me animo a decirlo porque no es solamente responsabilidad mÃa, sino que conté con unos chicos que son brillantes y además trabajé en el entrenamiento actoral con MarÃa Laura Berch, que hizo una labor excelente. En el caso de Guadalupe, fue más que nada en encontrar a la nena que tuviera una mirada, una sensibilidad. Y humor, porque si bien no se trata de una comedia, ella aporta desde sus preguntas un cierto humor".
"En el caso del protagonista masculino --agrega--, es un chico del campo al que conocà hace cuatro años y con el cual fui haciendo una relación, porque es alguien que no solamente nunca habÃa actuado sino que nunca habÃa ido al cine, que prácticamente no tenÃa contacto con cámaras, con la experiencia de ver cine y que habÃa visto muy poca televisión".
Con todo, "la pelÃcula tiene una aproximación muy sensible al mundo de la infancia y al pasaje de la pubertad", según explica Solomonoff, que distingue finalmente: "Si bien puede ser vista por adolescentes, también trata un tema adulto y relativamente nuevo en el sentido que hay pocas pelÃculas que se atrevan a contarlo".
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