El disco original, ese gran fetiche que hacÃa delirar a las multitudes en la era del vinilo, se está convirtiendo en un objeto de culto, codiciado por los melómanos que lo consideran preciado y de primera necesidad y cada vez más ignorado por las masas que lo bajan de Internet o lo prefieren más baratos y truchos. En esta pelea entre las discográficas y la piraterÃa las pequeñas disquerÃas de Rosario son apenas rozadas por el fenómeno tecnológico que impactó de lleno en el mercado. "El auge de los CDs pirateados afecta principalmente a un público masivo que quiere escuchar un hit y no indaga demasiado en la música, les da lo mismo tener o no el original", apuntaron ante la consulta de Rosario/12. Estos recintos hacen pie en bandas de culto de rock o el jazz y aunque en la mayorÃa de los casos incluyen la música popular en sus escaparates, su fuerte son los coleccionistas. Se estima que en los últimos quince años los negocios de discografÃa disminuyeron un 40 por ciento en la ciudad. Cual es el secreto de los que lograron sobrevivir.
"Para vender discos hay que saber de música", sostiene con convicción Juan Manuel JoaquÃn que junto a su hermano Daniel fundaron hace veinte años Music Shop, en Sarmiento al 700. Y fundamenta: "Las grandes cadenas discográficas no contratan especialistas en géneros musicales, están atendidas por despachadores que tienen el objetivo de vender un determinado volumen de discos dirigidos a un público masivo. En cambio nosotros sabemos de música, orientamos al cliente y por eso el consumidor especializado, el que no concibe coleccionar una copia trucha con mala calidad de sonido, nos sigue eligiendo". AsÃ, aunque no concuerdan con la práctica de piratear discos originales, las pequeñas disquerÃas afirman que no ha impactado de lleno en las ventas
Por otra parte, las grandes cadenas de venta discográfica, que hacÃan verdadera diferencia cada vez que Luis Miguel, Ricky Martin o algún otro Ãdolo sacaba un nuevo hit, se sienten hackeadas por la reproducción de copias falsificadas y la accesibilidad a la tecnologÃa que permite a los usuarios de banda ancha bajar los temas.
Según figura en la página oficial de la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (Capif) "en la Argentina 6 de cada 10 discos vendidos son piratas". Según el organismo "esto dificulta el proceso productivo del sector, ya que la venta de discos es el oxÃgeno de una industria que provee trabajo a miles de personas".
Entre los músicos las aguas están divididas. Por un lado muchos opinan que la piraterÃa es una nueva forma de distribución que les permite ser escuchados masivamente, algo impensado años atrás para quienes quedaban fuera de los catálogos de las discográficas. Y esperan lograr la diferencia económica en los conciertos masivos que realizan. Para otros, como el ex Soda Stereo Charly Alberti la práctica va en detrimento de la calidad de la música.
Desde el Sindicato de músicos de Rosario, Hugo Vitantonio comparte esa postura: "Si se sabotea sistemáticamente el mercado, todos nos vemos afectados. Un artista que saca su primer disco hace un verdadero esfuerzo de inversión y estudio pero se encuentra con que a los quince dÃas todas las canciones están en Internet", sostuvo. Aunque al parecer no queda otra que resignarse ante un fenómeno tecnológico imparable: "Con la banda ancha, hasta los vendedores callejeros de CDs falsificados se perjudican, porque ya no hace falta tener el objeto, el disco. Todo se resuelve en la PC con el MP3. Estamos ante una segunda generación de piratas", evaluó Vitantonio con preocupación.
Y en la reconocida "cueva" del rock, AMADEUS, ubicada en la galerÃa Melipal sostienen que el impacto no les complicó la rentabilidad pero ven una disminución en las ventas y sobre todo un cambio en la mentalidad del consumidor. "Hay una generación que no tiene el hábito de comprar discos, que piensa que la música es gratis y eso es un error. Pero además comprar un disco implica interiorizarse, estudiar en la música de una banda, conocer la mÃstica y ya eso no se da de la misma forma. Salvo los seguidores de determinados grupos o artistas que siempre compran el disco, el resto baja el hit de Internet y punto", opinó Pablo Sivestre, propietario del lugar.
Desde Music Shop se diferencian: "Una disquerÃas vende música, discos, no ropa. No hay accesorios de Vivaldi o Luis Armstrong", afirmó JoaquÃn. Y lo cierto es que los discos que más se venden en las casas del rubro son los clásicos. The Beatles sigue liderando el ránking de ventas, y también continúan vigentes en el podio bandas como Rolling Stones, Oasis y Led Zeppelin, seguidos de reconocidos artistas del rock nacional como León Gieco.
Melómanos. "Quiero el disco pero en vinilo", pidió uno de los clientes de UtopÃa, otras de las clásicas disquerÃas de Rosario que fue inaugurada en 1978 y aún continúa vigente. El comprador es un músico que ostenta una preciada colección de The Beatles y ha llegado a pagar hasta 150 dólares por una copia importada de la mÃtica banda. Lejos de los discos truchos él busca la fidelidad del material original cueste lo que cueste y si es en vinilo, mejor.
En el recinto nadie se sorprende. Esa es precisamente su gente, un público especializado y obsesionado por los clásicos y también por las rarezas en jazz y rock. Dos géneros que su fundador y actual propietario Alberto Arce defiende con convicción casi fundamentalista. "Defendemos lo que nos gusta, con esa premisa nació este lugar y continuamos en la misma lÃnea", contó mientras recorrÃa el mÃtico local ubicado en Maipú y Córdoba. "No nos afecta gravemente porque no somos masivos. Nuestro público es tan fanático de la música como nosotros y no le basta con una copia de Internet. A veces bajan canciones pero para ver si les gusta y después vienen a comprar el original", detalló.
AsÃ, las pequeñas disquerÃas se reafirman en el rubro con dos basamentos claros: la temática de género y el profesionalismo. "Un cliente nuestro jamás comprarÃa un disco en un supermercado", sostuvo JoaquÃn cuyo bagaje musical se parece bastante al personaje de John Cusack en la pelÃcula High Fidelity. Claro está, mucho menos en un puesto callejero de copias pirateadas.
¿Por qué comprar un disco? Hay otras razones más allá de la legalidad. "Porque la música de calidad eleva el espÃritu", responde Silvestre. "Porque el objeto fÃsico es un gran fetiche irremplazable", apuntó otro colega acariciando la tapa de Dream Theater como si fuera el cuerpo de una mujer. Un pensamiento que sigue vigente en un público cada vez más selectivo.
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