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Lunes, 5 de octubre de 2009
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CINE. Cuestión de principios, de Rodrigo Grande, basada en un cuento de Fontanarrosa

Un cambio que traiciona el sentido

La película nacional, con generosas vistas de Rosario, despierta aplausos en los espectadores que han respondido a la convocatoria. Sin embargo, su resolución argumental no respeta el espíritu del texto literario en el que está basada.

Por Emilio A. Bellon
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Federico Luppi y Norma Aleandro dan carnadura a los personajes ideados por Fontanarrosa.

En los últimos dos meses, la asistencia al cine para ver films argentinos ha superado la media de espectadores respecto de otras producciones en cartelera. Si bien la convocatoria ha surgido desde diferentes ángulos de promoción y publicidad, lo cierto es que el gran público no ha permanecido ajeno a las últimas novedades; superando récords de taquilla films tales como El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella y Las viudas de los jueves, de Marcelo Piñeyro y, ahora, en estos últimos días, Cuestión de principios. Particularmente la primera y la tercera merecieron un cálido aplauso de un sector del público. Lamentablemente, la obra de Marcos Carnevale, Anita, que plantea un conflicto en torno a problemáticas individuales y sociales, en los días en los que tuvo lugar la tragedia de la AMIA, no se sigue exhibiendo.

Ya he presentado, en una crítica anterior, mis particulares objeciones, que no pasan exclusivamente por ser éste "un cine de fórmula", al film El secreto de sus ojos respecto de su último tramo; más aún a las dos últimas secuencias. En este sentido, pese a múltiples argumentaciones, desde mi punto de vista me opongo a aceptar esa actitud cómplice del personaje respecto de lo que acaba de ver y escuchar, desconociendo el mismo funcionamiento de la ley y la apelación inmediata a los órganos de justicia. Me parece particularmente cínico el planteo de concluir esta historia sin interrogante alguno. Hoy, en esa misma dirección, y desde otro planteo, me dispongo a escribir sobre desde qué manera este cine, que merece tantos aplausos, se inclina por el triunfo de una moral pragmática.

El secreto de sus ojos al igual que Cuestión de principios se apoyan, como también lo hace el film de Piñeyro, en textos literarios. Y si bien no trato aquí de establecer comparaciones ociosas entre libro y film, me llama particularmente la atención el hecho de que en ambos films se ha alterado sensiblemente el planteo final. Tal como me comentara Leandro Arteaga, en diálogo con el novelista Eduardo Saccheri, el mismo autor se refirió a los cambios (autorizados por el mismo en carácter de coguionista de El secreto...) del film respecto de la novela original, la que mantiene cierto tono reflexivo y una definida expresión de ambigüedad, sumiendo a la narración en un territorio denso y abierto a preguntas. Pero claro está, Campanella eligió un final conciliador, desde la complicidad, desde el silencio y el olvido.

Al leer el cuento de Roberto Fontanarrosa, quien está presente en tantos recuerdos y rincones, publicado en Una lección de vida, editado por primera vez en 1998, observo una vez más, al relacionarlo con el film, un cambio sustancial en la propuesta de ambos.

En Cuestión de principios, título que en boca de Rodrigo Grande adquiere otra lectura, nos encontramos con personaje como un tal Castilla, ya casi veterano, dependiente, que esgrime ante los demás su antigua gallardía y su incorruptible moral. Ante una situación un tanto azarosa decide mantener firmes sus convicciones en un medio en el que circulan el facilismo y el sálvese quien pueda. Desde su modo de pensar, para los demás, arcaico; tratará de no dejar caer sus banderas.

Empujado por su mujer, de grandes pretensiones (caracterización que roza casi el ridículo) y por su abúlico hijo, escuchará de boca de su mismo padre una oportunista y estratégica revelación. Castilla primero entrará en duda respecto de una oportunidad que se le presenta y esa manera tan singular de él de seguir fiel a sus destacables principios. Sólo su hija -rechazada por el mismo, por el modo en que vive junto a su pareja-, sólo ella en su familia puede comprender cierta obstinación de su padre. Castilla ahora, obligado por ciertos mandatos y por la necesidad, tal vez, de que lo sigan queriendo deberá decidir.

No me corresponde adelantar qué es lo que está en juego, entre el empleado y su jefe, y lo que va a ocurrir a continuación. Lo cierto es que el relato de Fontanarrosa deja la narración en un punto en el que, tras un plan escénico, comienzan a abrirse dudas y preguntas. Así el último párrafo nos ofrece una serie de expresiones tales como "Vaya a saber qué" y "Tal vez", giro que en sólo ocho renglones se manifiesta cuatro veces. Frente a la duda del personaje con lo que acaba de resolver y de cierto desenmascaramiento, el film de Grande, a diferencia del cuento original, decide ir más allá y apuntar a un final más conformista, desde una moral pragmática y conformista. Por eso ante este final, me vuelvo a preguntar, ¿Qué aplaude gran parte del público? ¿A Fontanarrosa y/o al desenlace que lleva la marca de un estereotipado "Happy End" ante la diferencia del cuento original?

Tal vez otro de los motivos de los aplausos que coronan la proyección sea la manera en que es mostrada nuestra ciudad. Pero creo, que eso no basta, ni siquiera alcanza para valorar un film. Podríamos decir acerca de la interpretación de los actores, tanto de Luppi (que nos hace pensar, en algún punto en los personajes compuestos para Aristarain) como de Aleandro e igualmente Pablo Echarri, quien logra para quien escribe esta nota una actuación más convincente que la que seguimos en Las viudas de los jueves. Podríamos seguir hablando de ciertos rubros. Pero eso no basta. Tal vez hubiese sido necesario seguir más de cerca, mantener esos "Tal vez" y ese "Vaya a saber" para apelar al espectador desde otro lugar. Pero esa tarde estaba soleada y un paseo en lancha los volvía a reunir.

Cuestión de principios. 5 (cinco) puntos.

Argentina, 2009

Dirección: Rodrigo Grande

Guión: R. Grande y Roberto Fontanarrosa sobre un cuento de este último.

Fotografía: Pablo Schverdfinger

Música: Ruy Folguera

Intérpretes: Federico Luppi, Norma Aleandro, Pablo Echarri, Pepe Novoa, María Caràmbula.

Salas de estreno: Monumental, Showcase, Sunstar y Village.

Duración: 109 minutos.

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