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Martes, 6 de octubre de 2009
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Entrevista al fotógrafo y artista rosarino Norberto Puzzolo

"Yo creo que siempre vuelve algo"

Se trata de una muestra antológica que sintetiza cuarenta años de trayectoria. Titulada "El devenir de la mirada", la exposición incluirá parte de su obra fotográfica no considerada artística por su autor. Se inaugura el viernes.

Por Beatriz Vignoli
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Autorretrato analógico en blanco y negro, muy pictórico y oscuramente poético, de 1983.

Este viernes se inaugura en las galerías del Centro Cultural Parque de España una muestra antológica del fotógrafo y artista rosarino Norberto Puzzolo, de cuarenta años de trayectoria. Titulada El devenir de la mirada, la exposición incluirá parte de su obra fotográfica no considerada artística por su autor. La decisión corresponde a Rodrigo Alonso, curador de la muestra, quien en su texto de catálogo sostiene que la obra de Puzzolo indaga en "el lugar del observador como sede de la construcción imaginaria".

Puzzolo (Rosario, 1948) es sobrino de Anselmo Piccoli, artista y militante de la Mutualidad de Artistas Plásticos, creada por Antonio Berni. Se formó en el taller de Juan Grela. Allí conoció a algunos de quienes luego serían los integrantes del Grupo de Arte de Vanguardia (Aldo Bortolotti, Eduardo Favario, Juan Pablo Renzi), con quienes luego participó activamente en todo lo que el GAV realizó en un vertiginoso período de dos años. Lo más célebre hoy es sin duda "Tucumán Arde" (1968), un registro militante revolucionario de denuncia de las condiciones de vida y de trabajo de los obreros de los ingenios azucareros de Tucumán. Como integrante del equipo de campo, Puzzolo tuvo a su cargo tomar fotografías. Algunas se conservan en los archivos de sus colegas del GAV Graciela Carnevale y Noemí Escandell.

Entre mayo y junio de 1968, "Las sillas" de Puzzolo inauguró el Ciclo de Arte Experimental en el local de Entre Ríos 730. El GAV boicoteó además conferencias de pintores como Pedro Giacaglia que hacían lo que Renzi llamó, en uno de los manifiestos firmados por todo el grupo, "arte mermelada", es decir, un arte como mercancía para clientes burgueses. Años más tarde, a través de su actividad como fotógrafo, Puzzolo se reconciliará con estos maestros.

En el verano del 68 al 69 el grupo se disuelve, pactando no exponer más arte. Muchos integrantes dejan de producir, algunos incluso en forma definitiva. El "silencio" de Puzzolo duró casi 15 años pero no fue total, ya que de 1972 a 1975 fue corresponsal fotográfico de Noticias y El Mundo. Las imágenes, tomas callejeras, revelan una Rosario convulsionada y violenta. Durante la dictadura, los pintores se repliegan a sus talleres y allí los va a buscar Puzzolo con su cámara, logrando una hermosa serie de retratos que expone a comienzos de los años 80 en la galería Krass. Hacia 1983 vuelve a la fotografía artística propiamente dicha con una serie de autorretratos analógicos en blanco y negro, muy pictóricos y oscuramente poéticos, muy trabajados en laboratorio; a comienzos de esta década se vuelca a la fotografía digital combinando paisajes y objetos de alto valor metafórico, alegórico y político. Una serie nueva, inédita, "Los Humos y los otros" (2009) ocupará toda una galería de la muestra, que podrá verse hasta el 1 de noviembre.

La charla con Rosario/12 tiene lugar en su estudio de calle Italia, hojeando los catálogos ya impresos.

-¿Esta es la primera vez que se va a exponer esta obra periodística?

-Sí. Yo sistemáticamente me negué a revolver en el archivo este tipo de fotos, verlas, no me pareció que yo las pudiese mostrar como obras de arte, incluso me pareció antiético especular con algo que en realidad en el país fue bastante dramático.

-¿Dónde fue sacada la foto de la tapa del catálogo?

-Bueno, esa foto, fue un hallazgo encontrarla, porque es del año (lee) ¿74? Creí que era antes. El bar Iberia era el bar de los intelectuales de la Facultad. Quedaba en Entre Ríos entre Córdoba y Santa Fe, en la vereda de enfrente de Filosofía y Letras, lo que hoy es Humanidades y Artes, un poquito más para Santa Fe. Casi enfrente, esto que se ve acá es el Ciclo de Arte Experimental. Esta es la vidriera del Ciclo de Arte Experimental, que quedaba enfrente del Iberia. La foto está tomada desde adentro del bar. Hay un atentado. Pasaron y tiraron una serie de tiros. Entonces me pongo adentro del bar y le saco las fotos, a través de la vidriera, a la gente que está en la calle mirando el atentado. Ese archivo fue pasando por varios lugares, porque no lo quería tener conmigo.

-¿En esa época era comprometedor, no?

-No sé. Los miedos son de cada uno. Bueno, encontré la caja con muchos negativos...

- ¿Y dónde estaba esa caja?

-Estuvo guardada en otros lugares que no son el estudio y demás. Y bueno, yo no quería revolver. Pero de todas maneras igual me pasó con los retratos, que yo no quería buscarlos y, una vez que me puse, tengo ganas de ver qué otras cosas hay. Y se eligieron algunas fotos, Rodrigo (Alonso) eligió algunas fotos, que tuvieran que ver con la acción en la calle. No hay reuniones adentro. Son todas cosas en la calle: atentados... Hay, sí, varias fotos donde la elección pasa porque se ve una vidriera, gente observando a través de una vidriera, suponte, una explosión adentro, o un atentado adentro. Y juega a partir de la vidriera con esa analogía que hace con la silla mirando la calle.

-Porque dialoga con "Las sillas". Con esa obra y con otra también...

-La del vidrio puesto para que los espectadores se vean entre sí (obra expuesta en Arte por el aire, 1967/68). Y esto sería un poco eso. Y ahora estoy, no sé si decir conforme, pero bueno, encontré algo que tampoco hay por qué tener tan negado o tan oculto. No sé si el lugar para mostrarlo es un centro cultural, pero no faltará oportunidad.

-¿Piensa hacer en algún momento una muestra exclusivamente de esos trabajos?

-No lo sé. Eso debería ser si el ámbito connota eso. No haría una muestra en un centro cultural solamente de eso. Acá sí porque es una obra del curador, digo bien, una obra del curador, la unión, el diálogo de estas dos cosas. Creo que toma sentido de esa manera. Toma sentido y le da cierta coherencia al trabajo. El trabajo en la calle tuvo cierta coherencia con lo que proponía artísticamente.

-¿Lo pensó conscientemente en el momento de tomar esas fotos o no?

-No, no, para nada. Creo que sí esta cosa de tomar la cámara y dedicarme a fotoperiodismo tenía que ver con algo de lo aprendido en Tucumán Arde. Además no elijo trabajar en cualquier medio. Eran diarios con mucho contenido ideológico.

-En sus autorretratos aparecen gestos de su pintura informalista de 1967.

-Sí, las cruces... Yo creo que siempre vuelve algo, no corta definitivamente con nada. En el caso de las fotos analógicas en que yo rayaba los negativos, superponía, pegaba cosas, los ensuciaba con fibra...

-Hacía una cosa muy pictórica.

-Pictórica, sí. Porque además en el trabajo de uno tiene que haber una cuota de placer. Toda esa imposición de que cualquier cosa era burguesa, la diversión era mal vista, yo creo que nos jugó muy en contra. Yo lo digo públicamente en las charlas sobre Tucumán Arde: ¿qué piensan ustedes de un grupo de gente que algunos están muertos, otros nunca más hicieron nada, y los que retomamos, retomamos después de 15 años? Toda esa gente que era del grupo nuestro, ¿quién está trabajando? No son tantos. Y están trabajando sin ninguna conexión. No vale que uno haga arte solo en este mundo. Tu obra vale en la medida en que vos la cotejes con otros, para saber qué lugar ocupás vos. De "Las sillas", yo digo que esa obra no podría haber existido sin el grupo. Porque comulgábamos, la obra era producto de la intercomunicabilidad. Yo tuve la "suerte" de salir sorteado, siendo el más joven, y salir sorteado primero. Te imaginarás mi susto. Y creo que salí bien parado. Y marco la calle. No hay obra en las paredes, no hay obra de arte, nadie puede comprar un cuadro. Eso es la obra de arte, la calle. Pero no salgo a la calle. Pongo una platea. Todavía hay un cuerpo de arte. Una sucesión de sillas puede ser un problema de ritmo, puede ser una composición. Módulos. Bueno, lo pongo para mirar la calle. Y esa secuencia: Favario que recorre la calle, y Graciela con el encierro. Creo que eran obras que si bien cada uno hacía la suya, también podíamos decir que eran del grupo. Que sin esa charla con vos no podría haber hecho esto. Porque vos con esta charla conmigo, producís esto otro... Y además porque crecíamos juntos frente a lo que ocurría afuera también. Nosotros tomábamos los "ismos" que venían, y venían con una velocidad en esa época... era un momento de mucha vorágine, era un momento histórico muy particular. A mí me cuesta mucho, desde el "yo" (yo lo hice, yo soy el autor) hablar de esto y tener claridad. Cuando estoy bien, digo, bueno, algo de que lo que hice cuando tenía 18 años debe tener alguna importancia para que todavía hoy haya gente que lo quiera ver. Y cuando estoy mal digo, pucha, qué pasa con los dictadores del arte, no sé cómo decir, con los que dictan la moda del arte, para que determinada cosa, como "La línea", pase a tener un valor. Por qué un pedazo de tanza que va del piso al techo, que era una humorada, en definitiva...

-Y, porque fue una buena idea.

-Cuando estoy bien pienso eso. Y también digo en defensa, cuando me ataco, y no lo digo solamente por mí, saco la cara por el grupo ése, que todo lo que hicimos era honesto. Cuando nos peleábamos con los que pintaban cuadros de caballete, no había odio. Había garra. Supongo que también es la tradición de las vanguardias.

-La vanguardia es una tradición de ruptura.

-Sí, y de manifiestos. A mí me preocupa que la obra última tenga que esperar otros 40 años para ver si es reconocida como fue aquella.

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