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Lunes, 8 de febrero de 2010
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"En la luna", dvd de Duncan Jones, el hijo de David Bowie

Tres años como único operario de la luna

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El astronauta Sam Bell (Sam Rockwell).

En la luna 7

(Moon)

Inglaterra, 2009

Dirección: Duncan Jones.

Guión: Duncan Jones, Nathan Parker.

Fotografía: Gary Shaw.

Montaje: Nicolas Gaster.

Música: Clint Mansell.

Intérpretes: Sam Rockwell, Kevin Spacey, Dominique McElligott, Rosie Shaw, Adrienne Shaw.

Duración: 97 minutos.

Sólo disponible en DVD

Por Leandro Arteaga

Se trata de la ópera prima de Duncan Jones, ahora director de cine del que se habla mucho, al que también se entrevista tanto más, pero que -de todos modos no por ello puede dejar aún de lado el mote verdadero y de prestigio que significa ser hijo de David Bowie.

En la luna -Moon su título de origen, sólo en DVD propone una mirada, podría señalarse, de carácter unipersonal en clave ciencia ficción. En un futuro próximo, el astronauta Sam Bell (Sam Rockwell) cumple un contrato de tres años como único operario en la luna, destinada ahora a ser -merced a sus recursos fuente de energía solar para la mayoría de la humanidad.

La soledad de Sam es acompañada por la tarea robótica de Gerty, cuya apariencia no deja de emular la fantasía del cine circa años 50 (además de evocarnos al dinosaurio Gertie, del legendario dibujante Winsor McCay), más una voz solemne (provista por el actor Kevin Spacey) que no esconde las similitudes fílmicas con 2001: Una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick. En este sentido, la deuda cinematográfica está presente de modo pretendido, así como la que se corresponde con los momentos metafísicos de Solaris (1972), de Andrei Tarkovsky.

Porque En la luna es una síntesis de muchos de los temas ya abordados paradigmáticamente por títulos del cine de género y, más aún, por sus referentes literarios. El realizador ha declarado, de hecho, ser admirador de George Orwell, John Wyndham, William Gibson, Philip K. Dick y, sobre todo, de James Ballard. Cantidad de referentes para subrayar a la ciencia ficción como una de las mejores propuestas literarias abocadas a la exploración del mundo interior.

El film de Jones se construye desde el personaje solo. Un hombre que, en realidad, sabrá desdoblarse cuantas veces sea preciso. Pequeños rasgos podrán alertar al espectador respecto de lo que ocurre. Y cuando todo ello aflore, será momento entonces de descubrir la verdad y enfrentarla. En este sentido, Sam Rockwell ofrece una composición notable.

Lo que también se desprende de En la luna es el hecho de que, en última instancia, depositar la confianza en la mentalidad empresarial acarrea sus consecuencias. Lunar Enterprises se erige como salvadora de una humanidad que veía en la energía uno de sus recursos en vías de extinción. Ahora sonríen todos felices, gracias a las bondades de la empresa, y merced al spot publicitario con el que el film inicia.

Cuando todo acabe, la sonrisa seguirá allí. Es decir, como mueca de pantalla televisiva, siempre frígida y falsa. Los escrúpulos, mientras tanto, siguen siendo el motor primero, el que determina la suerte de vida de Sam y del mundo entero, incluida la luna. Sin embargo, hay un guiño que tuerce el camino. El que provoca la falla en el sistema. Así como aquella mosca diminuta lo hacía respecto de las gigantescas máquinas aburridas de Brazil (1985), el genial film imaginado por Terry Gilliam.

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