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Miércoles, 24 de febrero de 2010
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Hoy se estrena en El Cairo, "Andrés no quiere dormir la siesta"

La historia del "no te metás"

"La película no habla de la dictadura, sino que transcurre en la dictadura. Es importante esta diferencia, porque la estoy contando a través de los ojos de un chico", señaló Daniel Bustamante, el director del film que transcurre en Santa Fe.

Por Edgardo Pérez Castillo
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Daniel Bustamante y Norma Aleandro durante el rodaje de Andrés no quiere dormir la siesta.

La nueva temporada del cine El Cairo será lanzada esta tarde con un estreno que cobra particular relevancia. Es que, mientras se llevan adelante los juicios a los represores de la última dictadura, Andrés no quiere dormir la siesta llega a la ciudad con una historia que incita a un debate poco abordado: el rol de la sociedad general y la complejidad del "no te metás". Escrita y dirigida por el santafesino Daniel Bustamante, la película está protagonizada por Norma Aleandro y el elogiado Conrado Valenzuela (seleccionado a partir de un casting entre más de 500 chicos y considerado como una revelación actoral), y tendrá su estreno gratuito hoy a las 20 en la sala de Santa Fe 1120.

Y es Conrado el que interpreta al Andrés del título, que con sus 8 años debe habituarse a un nuevo contexto luego de la muerte de su madre y su llegada a la casa de la abuela paterna. Desde la mirada de Andrés, Bustamante va construyendo un relato que se disparó a partir de una experiencia personal, según relató en diálogo con Rosario/12: "Hace unos años, viendo un documental sobre centros de detención en Santa Fe, donde me crié, me enganché con el relato de una mujer que había estado secuestrada un par de meses. Esta mujer había perdido la noción del tiempo y el espacio, entonces la manera que encontró para conectarse con el mundo exterior era porque, donde la tenían, escuchaba a unos chicos saliendo al recreo, lo que le hacía suponer que era una escuela cercana. Cuando esa mujer dijo la fecha y el lugar donde había estado secuestrada me corrió un frío por la espalda, porque estuvo secuestrada en la Comisaría 4ª de Santa Fe, que está frente a la Escuela López y Planes, la que fue mi escuela, y en la fecha en que estuvo secuestrada yo estaba en cuarto grado, con lo cual mi primera reacción fue un shock muy grande, porque no dejé de pensar que a lo mejor yo era uno de los chicos que esta mujer escuchaba".

Radicado hoy en Buenos Aires, Bustamante logró con este primer largo una buena repercusión en su paso por distintos festivales internacionales, y pudo además profundizar en su propia infancia: "A esa época la recuerdo como una de mucha libertad y mucha felicidad. Pero me acuerdo que en una cena navideña comenté lo del documental que había visto, y tengo la imagen de una tía pasando una ensaladera y diciendo: `Sí, todos sabíamos, pero ustedes eran chicos, ¿qué les íbamos a decir?`. Esa era la historia. No lo que esta mujer escuchaba sino la convivencia con un lugar de estas características y la naturalidad con la que uno empieza a incorporar cosas terribles en su vida cotidiana sin magnificarlas. Me parecía interesante reflexionar sobre éso, por eso digo que la película no habla de la dictadura, sino que transcurre en la dictadura. Es importante esta diferencia, no solamente porque la estoy contando a través de los ojos de un chico, sino porque además la reflexión no es política, es social. Obviamente se vuelve un relato político, pero mucho más profundo que el simple relato de buenos y malos, porque ya sabemos quiénes son los malos y quiénes son los buenos".

El film, así, le apunta a la complejidad de ese entramado social históricamente simplificado en el "no te metás". Algo que --con las etiquetas de buenos y malos ya más difusas-- sigue ocurriendo a casi treinta años del fin de la dictadura: el no involucrarse como mecanismo de defensa, el desconocimiento como antídoto ante las crueldades del entorno. "Esto que vos decís es como fundamental en la lectura que la gente hace de la película --apuntó el director--. Ha pasado por varios festivales donde obtuvo premios, la crítica la ha tratado muy bien en el estreno en Buenos Aires y el público responde. Pero la lectura de la gente cambia radicalmente de acuerdo a la generación a la que pertenece. La gente de 50 para arriba hace una lectura mucho más política y social, y se ve reflejada en modelos de comportamiento. Pensá que en ese momento eran padres jóvenes, o estaban en la plenitud de su adultez, pero mi generación ve a sus padres en la película, ve modelos de crianza. Y los chicos más chicos entienden por qué el padre aun hoy sigue repitiendo frases o modelos, ve de dónde vienen. Creo que en ese lugar la película se vuelve complicada y difícil en el proceso de digerirla. Porque la gente entra y piensa: `Pobre chico, las cosas que le están pasando`, pero en un momento se para y piensa que está mirando a través de los ojos del chico, pero de hecho es también su realidad".

-¿Desde un primer momento pensó que la mejor voz narrativa era la de Andrés, que la mirada del niño le daba cierta objetividad desde la cual plantarse para armar el relato?

-En realidad las dos o tres primeras versiones de guión eran como una historia mucho más coral y planteada en el barrio, en la dinámica del barrio y su convivencia con un centro de detención. Después me fui dando cuenta que el problema que tenía me obligaba a colocarme en un lugar de relato de adulto, lo cual implicaba necesariamente una reflexión moral sobre lo bueno y lo malo que se hace. Como consecuencia de ésto fui ubicándome en la mirada de Andrés. Porque la mirada de los chicos muchas veces puede ser piadosa y cruel en el mismo momento, entonces esto hacía que no hubieran juicios de valor.

-Es imposible despegarse de la imagen de Norma Aleandro en La historia oficial. ¿Su elección como protagonista tuvo que ver con ésto?

-Cuando escribo me ayuda mucho ponerle cara a los personajes. Siempre había pensado que el personaje de Olga, la abuela del chico que hace Norma, debía ser una actriz que tuviera una sutileza de registro de actuación. Olga es una gran manipuladora, una matriarca que rige los destinos de la familia y que se enorgullece de que en el barrio es reconocida como Doña Olga, una mujer que todo lo sabe y todo lo ve. Pero es un personaje que no tiene grandes frases, entonces necesitaba una actriz que pudiera desarrollar un lenguaje corporal que toda la familia y el barrio identificara. Y me parecía que Norma era la indicada para ésto. Para ser honesto, a pesar de haber escrito de esta manera, tenía la contra de mi socia productora, del distribuidor y todos los demás, que me decían que Norma no iba a aceptar hacer ésto, porque después de La historia oficial no volvió a hacer ninguna otra película que tocara, directa o indirectamente, el tema de la dictadura. Pero como el "no" ya lo tenía, le acerqué el guión con una nota personal mía pidiéndole que lo leyera. Un domingo sonó el teléfono en casa, ella se presentó como si yo no supiera quién era, y diciéndome que había leído el guión y quería que nos juntásemos a hablar. Nos reunimos y no me preguntó sobre la película ni cómo quería hacerla, sino por qué quería hacer esta película. Le dije que para mí era importante que uno se plantara e hiciera una reflexión desde la sociedad, de los individuos como parte de una sociedad que no fue ni juez ni parte, ni militante ni militar, pero que tuvo un rol, que ocupó no solamente un espacio físico sino un espacio intelectual, social, político. Y por acción, o por omisión, esa generación crió a una generación que es la mía, y me parecía que era importante reflexionar sobre éso. El objetivo es que uno reflexione en relación a que la culpa no siempre es de otro. Porque, además, el no saber también te hace responsable.

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