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Domingo, 29 de agosto de 2010
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"La Chatita Empantanada", del ya legendario Equipo Teatro Llanura.

La huella de los actores de provincia

Es claro que Don Biblio, María Calandria y Lino, son parientes directos de aquellos tangueros inolvidables del "Clásico binomio" creado por Ricci y Bruza en los '80, que buscaban trascender las fronteras de sus pueblos a partir de su arte.

Por Julio Cejas
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Jorge Ricci, Teresa Istillarte y Eduardo Fessia, componen los singulares personajes.

Una de las obras que podría considerarse como emblemática del Ciclo "Teatro independiente de la ciudad de Santa Fe" que recaló en Rosario durante este mes, es sin duda "La Chatita Empantanada", del ya legendario Equipo Teatro Llanura. Escrita y dirigida por Sandra Franzen, esta propuesta viene a reforzar y consolidar la poética del grupo santafesino creado por el actor Jorge Ricci y que lleva ya más de 30 años de fecunda labor. Precisamente, Ricci comparte junto a Teresa Istillarte y Eduardo Fessia este singular elenco que pone en escena este nuevo viaje por la geografía desierta de una llanura que siempre remite al espacio de significación por excelencia de este grupo que adopta el nombre de esa geografía como propio.

Imposible no hacer historia y recalar en aquellos comienzos de esta búsqueda que "El Llanura" inicia cuando Ricci se encuentra con Rafael Bruza en la década del '80, creando un clásico binomio poético teatral que se fundiría creativamente en una obra dirigida por Mauricio Kartun, que no podía llamarse de otra forma: "El clásico binomio" (1988). Allí y en las lecturas previas de Roberto Arlt y su búsqueda del "suceso extraordinario", está el germen de lo que estos creadores santafesinos vendrán a plantear a lo largo de una trayectoria que hoy encuentra una síntesis equilibrada en la mirada de la dramaturga y directora Sandra Franzen.

Una vez más el espacio dramático pincelado por la metáfora becketiana de esa espera interminable, una espera que en estas tierras va más allá de las conjeturas existenciales del autor de "Esperando a Godot" y se hunde en la geografía cotidiana de los que esperan un milagro que los redima.

Aquí están de nuevo aquellos polvorientos "Actores de Provincia", otro hito en la trayectoria del Llanura, aquí están de nuevo estos seres descarnados que intentarán concretar un sueño chiquito que dure por lo menos un día.

Don Biblio, Maria Calandria y Lino, son parientes directos de aquellos tangueros inolvidable del "Clásico binomio" que buscaban trascender las fronteras de sus pueblos a partir de su arte o de aquella caravana fantasmal que montados en una zorra recorrían pueblos ignotos en donde representar sus obras ("Actores de Provincia").

También son herederos de aquellas reflexiones interminables entre el doctor Villafañe y Alvarito, el maratonista ciego de "El Cruce de La Pampa" o los delirios de aquel alucinado director que tiene como espectadores a los pollos de un criadero en el que se ha refugiado despues de tantos fracasos ("Café de lobos").

En "La Chatita empantanada" está la síntesis de todos aquellos relatos y hay un homenaje a la poética fundada por Ricci y Bruza, lo que implica también un sentido reconocimiento a la forma de producir y al desamparo de los creadores alejados de las "grandes capitales".

Por eso sus personajes buscan desesperadamente poder llegar a Colonia Soldano, esa especie de oasis en medio del desierto de sus existencias, pero inevitablemente esos caminos están llenos de encrucijadas o de pantanos.

Seres que salieron para "llegar" pero no pudieron encontrar el camino, "Somos los perdidos del amor" dice María Calandria, después de haber escuchado la historia de desencuentros amorosos de sus compañeros de ruta, allí también se perdieron para encontrarse. Y de pronto el "suceso extraordinario" lo genera Don Biblio que decide no esperar más y rompiendo la inercia del instante se lanza a disparar la conferencia que tenía "en la punta de la lengua", allí en el medio de la nada.

Notable quiebre dramático y uno de los momentos más potentes de la obra, con un monólogo donde Jorge Ricci deslumbra a los espectadores con la construcción de un discurso antológico, donde no podía faltar la referencia a otro compañero de ruta ineludible, el escritor Juan José Saer y su magnífica construcción acerca del precisionismo.

A nivel actoral hay que destacar la preciosista creación de Eduardo Fessia de ese Lino que cuando se ofusca "farfulla en piamontés" y la calidez de Teresa Istillarte en esa María Calandria, maquilladora por correspondencia.

La música protagonista de los climas justos, resaltando el grotesco, compuesta por Gabriel De Pedro y la escenografía y el diseño lumínico del experimentado Mario Pascullo ampliando lo espectral de un espacio si brújulas ni tiempo, completan junto al vestuario de Verónica Bucci, un espectáculo que jerarquiza al teatro de Santa Fe.

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