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Sábado, 25 de septiembre de 2010
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El Regreso del Coelacanto presenta De madera, su primer disco en vivo

Apuesta a lo acústico y la oscuridad

El nuevo registro de la banda es poco frecuente. El espectáculo será esta noche, a las 22, en el Club Imperial.

Por Edgardo Pérez Castillo
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Los músicos de El Regreso del Coela Canto decidieron tributar a sus pares en su último trabajo.

Por razones diversas, De madera bien puede considerarse como un disco poco frecuente. Algunas son obvias: el material no sólo es el primero que El Regreso del Coelacanto registra en vivo sino que además los inmortaliza en su faceta acústica, ésa que asumieron dentro del ciclo 45dB coproducido por el CEC y Cablehogar. Otros motivos son quizás menos tangibles, porque en tiempos en los que el disco parece destinado a la desaparición, el grupo apuesta al formato físico; porque en una ciudad en la que pocos tributan a sus pares, ellos dejaron asentada una cautivante versión de "Un millón de dólares", de Coki Debernardi. Porque el disco tiene, además, invitados que escapan a la lógica del rockero medio: un set de gaitas y un jazzero histórico como el saxofonista Rubén "Chivo" González.

Así, y a lo largo de nueve temas, De madera --cuyo lanzamiento se realizará esta noche, a las 22, en el Club Imperial de San Martín y el río-- saca a relucir algunas facetas que tal vez pueden pasar desapercibidas dentro de un grupo con múltiples matices sonoros y estilísticos. En ese sentido, el disco deja en evidencia las aristas más oscuras del Coelacanto. Para el cantante y compositor Andrés Abramowski, la explicación puede encontrarse en la selección de un repertorio que atraviesa distintas épocas, y que suma al inédito "El niño bomba". O, también, en una canalización de energías: "Creo que al sacar la base machacosa lo bueno es que toda esa energía no desaparezca, sino que vaya para otro lado, que permanezca la esencia. Entonces por ahí la letra toma otro perfil. En realidad todos estamos tocando lo mismo menos Huevo (Federico Alabern), que está con la guitarra acústica en vez de la eléctrica. Es un cambio de enfoque. Aunque no hagas arreglos las canciones cambian por lo tímbrico, por lo sonoro. Y después hay también otros arreglos que trabajamos más, donde las reversiones por ahí son más profundas. Igualmente hay bandas que son acústicas y festivas. Una cosa no lleva a otra, pero es cierto que nosotros siempre tuvimos nuestra partecita oscura y a lo mejor en este disco se nota más porque tiene otra intimidad".

Claro que esa condición acústica e intimista no elimina los rasgos fundamentales del grupo que Abramowski y Alabern integran junto a Luciano Degaetano (voces, tin whistle), Nahuel Marquet (acordeón), Maximiliano Natalutti (violín), Lisandro Sague (bajo) y Bruno Rositto (batería). Y si de identidad se trata, el grupo aporta una nueva mirada a "Un millón de dólares". En esa inclusión, la banda logró un gesto poco frecuente: el de dejar un registro de obras creadas por colegas del mismo ámbito rosarino.

"Es raro que no sea frecuente --analiza--. Estaría buenísimo hacer un disco con temas de acá. Es más, yo haría un disco de versiones. Si fuera fácil, haría un disco con todas las canciones de nuestra generación. Pero, además, el cover fue muy manoseado últimamente. Como el rock en general. El mercado está muy agitado, entonces cada show tiene que estar vendiendo algo. El público es alguien que tiene que ser cautivado, raptado, hay que darle todo. El rock está metido en un corset de utilitarismo tan grande que no alcanza. En realidad, ¿para qué sirve el rock? Si no te da plata no te sirve, entonces todos los boludos que batallamos por ahí le tenemos que agregar aditivos para que alguien pueda facturar".

La experiencia, en ese sentido, sirve para que puedan definirse los intereses. "El vértigo por ahí te supera. En nuestro caso, después de veinte años, todo este vértigo nos fue empujando a la música, y hoy por hoy a la música nosotros la tenemos como un refugio. Entonces, cuando vamos a tocar, buscamos disfrutar de la música --concluye Abramowski--. Es una propuesta interna. Si eso no pasa, nadie que te vaya a ver lo va a disfrutar. Porque en tantos años alguna vez podés pensar que ya no querés seguir cargando equipos. Pero si querés tocar y no podés pagarle a alguien para que los cargue, andá y cargalos. En algún momento el rock te podía hacer viajar en limousine. A algunos los hizo viajar, a otros no. Pero eso es una anécdota, porque a nadie lo entierran con una limousine".

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