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Martes, 12 de octubre de 2010
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PLASTICA. "¡Qué historieta, el arte!", excelente muestra de obras en el Castagnino

Había una vez el arte rosarino

Con ese pudor tan inexplicable como rosarino a la hora de mostrar lo valioso del acervo local, se ancla en gestos algo gastados un arte masivo en su origen, como la historieta, para hilar un recorrido por un formidable cuerpo de obras de autores locales.

Por Beatriz Vignoli
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Mauro Guzmán: "La historia de amor más bella, más grande..."

La planta alta del Museo Castagnino (Oroño y Pellegrini) ha vuelto a ser un lugar donde caminar, sentarse a mirar y pasar la tarde. Ofrece hasta fin de mes ¡Qué historieta, el arte!, una muestra de excelentes obras de la Colección Castagnino+macro donde la "historieta del arte" que se pretende contar es apenas la excusa para disfrutar de la colección municipal.

El equipo curatorial del museo fue dirigido por el curador de la muestra y subdirector artístico de la institución, Roberto Echen.

Un vallecito serrano de Antonio Berni fechado en 1925 y una tarde gris hermosamente irisada de Alfredo Guido abren el juego con reminiscencias de "Entre centenarios", una muestra anterior curada por Pablo Montini que rescataba la colección Castagnino del primer cuarto del siglo pasado. Obras de los '40 de Lucio Fontana, Julio Vanzo, Emilia Bertolé, José de Bikandi y el escultor Nicolás Antonio de San Luis son sucedidas por paisajes de Luis Ouvrard y por una magnífica sala donde dialogan obras de Schiavoni y Musto en una yuxtaposición que remite inexorablemente a las mucho más rigurosas investigaciones de Sabina Florio sobre esta dupla de creadores. Al llegar a este punto, cabe preguntarse cómo ni Montini ni Florio fueron convocados por el museo para pensar el guión curatorial en este tramo. O cómo no se lo llamó a Guillermo Fantoni, quien ya en los 80 revalorizaba la obra de Estanislao Mijalichen, tal vez el más independiente de los discípulos de Juan Grela y de quien hay dos pinturas notables en la muestra: una expresionista del 66, "Amanda en el césped", y un "Reversible" de 1967.

Un texto dibujado en la pared que pregunta por los "chicos modernos" sirve de presentación a dos paisajes de distintos períodos de Carlos Uriarte y a un asombroso paisaje de río de Julio Vanzo con fuertes ecos del expresionismo abstracto que allá por mediados del siglo pasado cultivaban De Kooning y otros, mientras que la obra más temprana de Uriarte evoca al tachismo europeo. Una figura escultórica realista y pensativa de Miguel Angel Budini, intervenida con signos en la pared, parece estar decidiendo entre los dos. "El matador" (1965) de Oscar Herrero Miranda y un pequeño autorretrato que César Caggiano pintara varias décadas antes coexisten algo anacrónicamente. Anselmo Piccoli ofrece en esta sala un pequeño paisaje a la témpera de 1943 y en la siguiente deslumbra con un óleo abstracto geométrico, "Persistencia del ritmo" (1981). No hay que pasar por alto una diminuta acuarela de Juan Berlengieri de 1942. Se impone un Juanito Laguna de la célebre serie de grabados de Berni para Venecia. Budini se moderniza en un desnudo geométrico yacente de chapa batida. Gambartes asombra con una carpeta de grabados antibélicos también de 1942 y una pared de barrio casi real y sin fecha donde se lee un fragmento de pintada peronista; un suburbio suyo de 1944, más figurativo, comparte sala con otro Ouvrard y un paisaje pueblerino de Funes pintado por Gustavo Cochet.

La cronista se siente como en su casa y enciende la reproductora de DVD que comienza a proyectar la imagen de una precaria habitación armada con muebles antiguos, sobre ruedas, de la que tira una bicicleta por todo Buenos Aires. "Se llama Casa rodante. La chica es Ana Gallardo. Creo que es testimonial, de cuando a ella la habían desalojado o algo así", aporta Vicente, de seguridad, quien explica que acudió al ver en las cámaras a una persona sentada en el piso. "Empezó hace diez minutos, mide más de media hora, usted tiene para 23 minutos más", calcula Vicente. Hay tiempo entonces para mirar alrededor. César Baracca con unos collages realizados en Londres, Daniel Scheimberg con un paisaje costero con figuras pintado en San José de Costa Rica, Jorge Orta con su parisino "Contenedor de la línea de la vida" y Marcaccio con un ochentosísimo pero muy interesante dibujo de 1982, realizado tres años antes de partir a Nueva York, son sólo algunos de los artistas rosarinos que según el relator del fibrón "salieron a conquistar el mundo".

Completan la luminosa sala central Zinni y Maidaga, Adolfo Nigro, Carlos Trilnik, Aurelio García, Carolina Antoniadis y por supuesto Gallardo, cuya performance y video Casa rodante puede verse también en boladenieve.org.ar, donde la autora confirma en parte el relato del custodio: un año sin casa fija y con lo mínimo mientras los muebles heredados esperaban en un galpón. No caben en la nueva casa y son paseados 8 kilómetros una tarde por la autora y su familia. "Ellos conforman nuestro patrimonio y con los mismos construí nuestra casa rodante", cuenta ella en un texto alusivo a la obra que parece una alegoría de esta "historieta patrimonial casi sin superhéroes", como la describe Echen en el catálogo. Siguen los contemporáneos que surgen con una identidad estética en el cambio de siglo: Eugenia Calvo, Marcelo Villegas, Leandro Comba y Mauro Guzmán. Este último remite directamente al género historieta en el cuadro final de su polémica obra "La historia de amor más bella, más grande y más heroica de todos los tiempos" (2007/2008); no lejos de allí, aporta lo suyo como artista el propio Echen con una pintura de 2001.

Viene entonces una sala de maestros: Rodolfo Perassi, Julián Usandizaga, Hugo Padeletti y Juan Grela con un autorretrato de 1927 enmarcado en maderas de embalaje. Sigue una obra geométrica de Eduardo Serón de 1954. Queda claro a esta altura que el relato no es lineal, sino que se constituye en torno a centros que irradian, configurando en esta zona un sistema "Tucumán Arde céntrico", por decirlo de algún modo, que desde una gran foto documental de dicha obra colectiva de 1968 brilla por igual sobre una pintura matérica de Rubén Naranjo de 1964 y un paisaje urbano de Rodolfo Elizalde o bodegones de Ghilioni y de Machiavelli pintados en los '80. Osvaldo Boglione está representado con dos grabados de 1963 y 1964 que comparten sala con un video de Carlos Herrera. Cierran el relato un arlequinesco "Domador" de Pedrotti, un Schiavoni florentino de 1915 en cuya boca se pone una famosa línea de Sylvester Stallone, y dos escenas isleñas del al fin reconocido Raúl Domínguez. So what's the story? La irreverencia de los textos articula una suerte de estudiantina pop sólo para entendidos. Pero por lo visto las visitas guiadas son bastante eficientes.

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