Estimado lector, quisiera compartir un sueño que se hizo realidad gracias a la aguda mirada de colegas que están atentos a denunciar la siempre tentadora falta de ética profesional, que se ensaña aún con el periodista menos pensado. En ese sueño aparecÃa ya no la imagen del crÃtico teatral, o del hombre de teatro; sino la del padre de Gabriel Cejas, mi único hijo, que es músico, creador audiovisual y al que se le ha dado recientemente por las tablas.
Esta aclaración deberÃa figurar en la crÃtica de la obra Moderna en la que actúa Gabriel. Me tomé la licencia de omitir lo que en el sueño se manifestaba como una verdad consagrada, la crÃtica en cuestión comenzaba con un mea culpa: "Quisiera aclarar antes de comenzar a escribir sobre este espectáculo, que uno de sus integrantes, Gabriel Cejas, es mi hijo y que en ningún momento pensé deslindar esta responsabilidad encargándosela a cualquier otro compañero de la redacción; porque entonces deberÃa hacerla con buena parte de las crÃticas que escribo desde que tengo uso de razón".
Por ejemplo, a los que han leÃdo la crÃtica del domingo pasado, les debo las disculpas por no haber aclarado antes que el actor Juan Pablo Geretto es alguien a quien conozco desde sus comienzos cuando no era tan popular, y al que me une un gran afecto y el respeto que da el haber apostado a su trabajo. De la misma manera, deberÃa excusarme por no haber aclarado que la actriz Andrea Fiorino, colaboradora actualmente de Geretto; es una querida amiga desde hace muchos años. Participé como actor en una de las obras que dirigió, y eso no impidió que escribiera sobre la mayorÃa de sus notables trabajos. Claro que, ahora me percato, sin la precaución de haber destacado la subjetividad que implica esa amistad a la hora de no faltar a la ética.
Antes de seguir enumerando otros casos similares, deberÃa aclarar que antes de escribir sobre teatro en este medio fui actor, director y pedagogo teatral recibido en la entonces Escuela Nacional de Teatro, donde conocà y compartà conocimientos y afectos con actores, actrices, docentes y directores que han sido y son en gran parte los que producen el teatro que se ve en esta ciudad.
No sólo el lector sino los responsables de la producción de las artes escénicas rosarinas son los que deberÃan apropiarse de esta cuestión de la ética profesional. En todo caso, el público que vió Moderna y leyó o no mi crÃtica, dirá si era necesario o no la aclaración, siempre y cuando se considere tendenciosa o de halago inmerecido para favorecer a tal o cual persona.
SerÃa un buen trabajo de campo para los investigadores, que podrÃan encontrarse con los procedimientos de construcción de un discurso crÃtico que tiene como base de sustento la voz de los espectadores y las diferentes miradas, para reforzar algunos comentarios de difÃcil transcripción tratándose de evaluar la actuación de un hijo.
* CrÃtico especializado de Rosario/12.
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