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Sábado, 2 de abril de 2011
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MUSICA. Alexander Panizza, uno de los pianistas argentinos más destacados

Con la nobleza de la búsqueda

Aunque nació en Toronto, desde la adolescencia residió en la Argentina. Actualmente hace equilibrio entre distintas actividades: viaja, ofrece recitales y conciertos,
es jurado de concursos y dicta clases magistrales, además de grabar discos.

Por Marisol Gentile
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Alexander Panizza dictará un seminario sobre Beethoven en el Instituto Superior de Música de la UNL.

Dice el diccionario: "Se llama prodigio a todo suceso extraño que excede los límites regulares de la naturaleza. El niño prodigio es alguien que a una edad temprana (infancia) domina uno o más campos científicos o artísticos emprendidos generalmente por adultos. La personalidad del 'virtuoso' se caracteriza desde la infancia, en un primer contacto con un instrumento musical, por una extrema y no común facilidad para ejecutar o tan solo interpretar la música, muchas veces sin un bagaje teórico, en géneros asociados a una espontánea vena creativa". Estos términos sin dudas bien podían emplearse para describir a Alexander Panizza, joven y talentosísimo pianista local, avalado por numerosos premios y críticas especializadas y reconocido por sus pares como uno de los pianistas argentinos más destacados de la última década. Su extraordinario manejo de la sonoridad del piano, en cuanto a intensidades y matices, su brillante virtuosismo, la amplitud e interés del repertorio que suele abordar y su ductilidad para trabajar en conjuntos de cámara, con cantantes o con orquesta, lo convierten en un músico de alto nivel. Con una sólida formación internacional, su carrera se desarrolla entre América Latina, Estados Unidos y Europa.

Alexander nació en Toronto, Canadá, en 1973, donde comenzó sus estudios de piano en forma privada desde muy temprana edad, para luego ingresar al conservatorio de Música de Toronto donde se recibió con solo precoces 16 años. "Ya para esa época me mudé con mis padres a la Argentina", cuenta. "Aquí, si bien trabajé con varios maestros, los dos principales sin dudas fueron Roberto Caamaño y Aldo Antognazzi, y estudié con ambos en forma privada y con algunas becas de por medio (Fundación Antorchas y Fondo Nacional de las Artes). Luego viajé a Europa y estudié en Ginebra (Suiza) con Alexis Golovine, en París (Francia) con Emile Naoumoff y en Londres (Inglaterra) con Irina Zaritzkaya, terminando un postgrado en el Royal College of Music".

Estas estadías en Europa, que coincidieron con el comienzo de su adolescencia, al principio eran por poco tiempo, pero paulatinamente esos meses pasaron a ser años, tal lo fueron sus cuatro temporadas en Londres. "Tuve la suerte de tener mucho apoyo de diferentes entidades que me otorgaron becas, como la Fundación Isaac Albeñiz y la Escuela Reina Sofía (España), el Fondo Nacional de las Artes (Argentina) y el British Council (Inglaterra), así como varias privadas", agrega el pianista.

Polifacético y sumamente activo, su trabajo actual consiste en equilibrar diferentes actividades, todas relacionadas con el piano, claro está. Viaja con mucha frecuencia, para ofrecer recitales, conciertos de cámara y conciertos con orquestas; es también jurado de concursos y dicta clases magistrales y clases a alumnos privados. También, en la actualidad, junto con una tarea de permanente edición y grabación de cds, enriquece a la ciudad impartiendo sus enseñanzas en el Instituto del Profesorado de Música.

"Desde que empecé a tocar, nunca dudé de que quería ser pianista y, por suerte, las dificultades en lograr hacer algo con la música nunca entraron en consideración: desde el primer día, supe que iba a ser concertista. Por supuesto que hubo etapas difíciles, sobre todo durante la adolescencia, donde uno tenía más ganas de hacer otras cosas que de estudiar, pero nunca separé el tocar el instrumento con el vivir la vida", reflexiona, en diálogo exclusivo con esta redacción.

Al respecto, este año será bien intenso para Alexander: empezó con la edición de las grabaciones del ciclo de las sonatas de Beethoven que realizó el año pasado en el CCPE, en un ciclo de 8 conciertos (CDs que serán lanzados en 12 placas a mitad de año, bajo el auspicio de la Editorial Municipal).

Recientemente llegado de Córdoba, donde interpretó el "Concierto Nº 1 de Tchaikovsky" para piano y orquesta como apertura de la temporada cordobesa, se prepara para un recital que durante este mes dará en el SODRE de Montevideo, Uruguay.

Y la lista sigue: "En mayo y julio tengo invitaciones para tocar en Panamá y Chile. A mitad de año tengo conciertos en Buenos Aires, Posadas y en Rosario, para el ciclo del Mozarteum, donde seré integrante invitado del Ensamble Lutetia, junto con otro proyecto interesante que será el tocar el concierto de Valdo Sciammarella con la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata. Durante septiembre y octubre estaré tocando el 'Concierto Nº 1 de Liszt' con la Sinfónica de Rosario y la Sinfónica Nacional en Buenos Aires. A fines de año tocaré el 'Concierto Nº 2 de Brahms' en Tucumán, para luego viajar a Barcelona y tocarlo allí en enero, junto con el dictado de unas clases magistrales en la Escuela Superior de Música de esa ciudad. También he tenido el privilegio de haber sido invitado a componer la comisión artística del Camping Musical Bariloche".

Y como si esto fuera poco, durante los meses de mayo y junio dictará un seminario sobre Beethoven en el Instituto Superior de Música de la UNL, en Santa Fe.

- ¿Te dedicás a algún tipo de música en especial, o toda la música te interesa?

-Hay muchos estilos que me interesan, pero me dedico casi exclusivamente a tocar el repertorio que va desde los virginalistas ingleses hasta la música contemporánea. La música compuesta antes del desarrollo del pianoforte me interesa mucho pero la toco muy poco en público. Y si bien la mayoría de mi repertorio va desde Scarlatti hasta principios de siglo XX, he grabado toda la obra para piano de Ginastera y he tocado su "Concierto Nº 1", así como los conciertos de Luis Mucillo y David Winkler, ambos compositores actuales. En cuanto a qué se debe mi inclinación estética, es difícil saber. En general, si no logro sentir que tengo una imagen estética clara y algo que decir sobre una obra, no la hago. También hay cuestiones de tiempo que impiden que uno toque todo lo que querría tocar.

Así, sobre su criterio para la selección del repertorio, le otorga mucha importancia a entender el discurso de la obra elegida, y que éste le resulte interesante y valioso. "En general, si entiendo la intención estética y me atrae, la toco", afirma el pianista.

- ¿Creés que existe una ruptura entre el pensamiento musical tradicional y los aspectos más modernos de la música contemporánea?

-Más bien diría que en otros contextos, la música contemporánea tiene mucha aceptación. Pensemos en la música para cine, por ejemplo: al ver la escena de la ducha de Psicosis, ¿quién puede preferir el escuchar un vals de Strauss en vez de una música claramente atonal y sin la apreciada melodía? Sin dudas hoy en día es mucho más fácil acceder a conciertos que hace 170 años, y por ende es un error comparar los públicos y sacar una conclusión acerca de la aceptación de lo nuevo. Más bien diría que la franja demográfica del público que accede a la música "clásica" cambió y creció exponencialmente y, al ser muchos más, es lógico que haya un problema de inercia en cuanto a la aceptación de nuevas ideas".

La entrevista va llegando a su fin, y para terminar, reflexiona sobre sus referentes, en donde marca una clara preferencia musical que se radica más en el pasado que en el presente. "Pienso que el cambio estético que se produjo a mediados del siglo XX empobreció en gran parte el discurso musical/tonal en el aspecto rítmico, sobre todo" reflexiona y agrega: "Se empezó a tocar visualmente sin tener una mirada profunda acerca de qué información te da, qué no te da y cómo se interpreta lo que se ve en la partitura. Y yo resalto la nobleza de la búsqueda y el intentar bucear en la obra, en vez de lavarse las manos con el dogmatismo posterior".

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