Mañana, a las 19.30, en el espacio Madma (Balcarce 837, planta alta), la editorial TropofonÃa presenta su tercer libro: Acústico, poemas de Carolina Musa. Lo mejor de su poesÃa se escribe en sus márgenes, en el reverso del texto, entre paréntesis. Raros versos musicales, conmovedores y de alta condensación poética, que para los poetas puramente lÃricos serÃan el plato principal, son en Musa la golosina que se picotea a hurtadillas.
El resto de la página es resuelto mediante anotaciones a vuelapluma de una épica menor, coloquial, conversacional e intimista; pero de un intimismo paradójicamente callejero, fácil de enmarcar en la tradición "rantifusa" de los años 60 que cultivaron César Fernández Moreno o Hugo Diz. La voz oscila entre un registro prosaico de charla, donde de lo que se habla es tan trivial y lo que se dice es tan gratuito que podrÃa no tener fin, y esas otras fulgurantes perlas introspectivas, de una lÃrica instantánea, al estilo de Alejandra Pizarnik.
Es como si la insistente voz de Musa raspara, en modo prosa, el discurso acerca de lo banal hasta arrancarle chispas memorables que, sin embargo, deben ocultarse o anotarse al margen por vergüenza, pudor o acaso por cierto temor reverencial. Esta particular dialéctica suya pone en tensión dos modos de hacer poesÃa joven hoy: o en la veta de la llamada "poesÃa de los 90", un perÃodo neo sesentista interesado por todo lo menor y lo bajo y que está mostrando signos de agotarse; o bien contra la veta de aquélla y renovando, recuperándola desde sus exponentes más descarnadamente modernos, la tradición de la alta lÃrica. Musa oscila entre una y otra, como desconfiando de la credibilidad de la lÃrica en estado puro: un subgénero que hoy les cuesta mucho a algunos nuevos poetas pensar como posible.
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