El miércoles pasado se presentó en el Bar CÃvico un nuevo libro de poemas de Andrea Ocampo. Editado por El Ombú Bonsai, lleva el eufónico tÃtulo de Góndola, en el sentido rioplatense y supermercadista del término, y constituye un objeto muy sólido en cuanto a su concepto: la mitad de los poemas expresan una mirada entre fascinada y crÃtica sobre la mercancÃa producida en masa, mientras que cada libro es un ejemplar numerado y un objeto único. Las fotografÃas de Marcela Galuppo que lo ilustran son autoadhesivas y difieren en cada ejemplar; por su parte cada libro es realizado en forma artesanal y tiene colores distintos para los lomos, las portadas y las tapas. Dijo Roberto Retamoso en su elogiosa presentación que el libro es como las dos caras, anverso y reverso, de una misma moneda: se referÃa con esto a que son dos libros en uno. El primero es el que da tÃtulo a la obra y el segundo, es decir, la segunda parte del libro, reúne un puñado de contundentes poemas lÃricos bajo el subtÃtulo de Ningún lugar.
El proyecto en la primera parte es dotar de pasado a signos que son pura función y se agotan en el presente. Dar un aura a lo que no lo tiene, tal es la misión de estos poemas que se apropian del lenguaje publicitario para hacer de él una lengua materna. "Fuimos criados por la televisión", dice Tyler Durden en El club de la pelea. Y con un ritmo que es el de andar por la calle, con un tono que fluctúa entre lo ligero y lo sentencioso, Ocampo evoca "la emoción frágil de tararear jingles". Los poemas no siempre levantan vuelo cuando la poesÃa deviene en antropologÃa del presente, aunque en ocasiones felices tal ambición prodiga epigramas con vocación de epÃgrafe: "Comprar comida congelada/ demuestra/ mi confianza en el futuro".
El mundo de donde surgen los poemas, estampas o instantáneas urbanas, es el del consumo, la producción y el trabajo, y también el de los que quedan afuera: el mendigo y "los solitarios y desocupados" cuyo paÃs son "las mañanas en casa". Góndola habla de una vida cotidiana forjada por las mercancÃas, o de cómo cambian las costumbres al cambiar el mercado. De la muñeca a la Barbie, de la abuela en la verdulerÃa al freezer de las verduras congeladas, del olvidado fumar en la oficina al cigarrillo en la vereda, donde ya no se oye a nadie silbar porque todos andan con la música grabada a cuestas: los cambios son mÃnimos pero apelan a la memoria de la infancia, marcan el paso del tiempo a lo largo de una vida.
Retamoso mencionó el miércoles, en relación con este libro, la Introducción a la CrÃtica de la EconomÃa PolÃtica, el trabajo donde Marx formula su famosa tesis del fetichismo de la mercancÃa; pero lo que viene a la mente al leer Góndola es un Marx releÃdo por Walter Benjamin, ese que señala lo que hay de subjetivo individual en la experiencia de la modernización o lo que hay de arquitectura y diseño de una época en el interior de los sueños. Sin embargo, como buena arquera zen, cuando Ocampo menos piensa es cuando acierta en el blanco de lo poético, con imágenes de gran sÃntesis e ingenio: "Hombres al ras, como nuevos relucen...".
Menos cohesiva en sus intenciones programáticas pero más contundente en el efecto de su emoción es la zona lÃrica del libro, que pese a estar titulada Ningún lugar habla de lugares muy precisos en el tiempo y en el espacio, algo asà como los lugares sagrados seculares: la foto de la niñez, la casa natal en el barrio de Avellaneda, el hogar abandonado. Alienta en estos poemas un lirismo seco y desangelado a lo Estela Figueroa o Manuel Inchauspe, que aunque no alcance las simas de sabidurÃa desolada de estos grandes poetas santafesinos parece estar deambulando por los mismos cÃrculos del alma y de la intimidad cotidiana. Un poema, "Desilusión": "Te lo llevaste o lo perdÃ. Perdà mi/ amuleto mi yuyu el impulso/ el envión para amanecer/ ahora que el cielo me pesa tanto hoy/ se me vino el dÃa encima/ como un golpe bajo imprevisto moretón/ ineludible estaqueada/ a un lunes perpetuo puliendo con las/ yemas la pétrea esfera./ Ni pensar en correr ni siquiera/ levantar los ojos de la calle/ en el dÃa sin borde un parpadear/ insolado dice dónde estarás vos/ si donde vos estabas era mi casa/ y ahora no vivo en ningún lado".
Andrea Ocampo nació en 1968 en Avellaneda, Buenos Aires, y vive en Rosario desde 1970. Estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Publicó Lo bueno breve (1998) y Dale Brazos (2001). Ex jefa de redacción de la revista Ciudad Gótica, fue poeta invitada al VII y al XIII Festival Internacional de PoesÃa. Coordina talleres de escritura y co-organiza los Encuentros Regionales de Escritores Jóvenes. Tiene una hija y un hijo, a quienes está dedicado Góndola.
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