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Lunes, 24 de abril de 2006
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"HIERRO 3", DEL DIRECTOR COREANO KIM KI-DUK

La orfebrería minimalista

El nombre puede engañar, pero en realidad remite a un palo
de golf que es poco usado, una metáfora tan sutil como el
Match Point de Woody Allen. La vida de un verdadero ocupa.

Por Emilio A. Bellon
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El film renuncia a la palabra, y pone fuera de campo el diálogo para centrar el plano en la mirada.

"Hierro 3". Corea del Sur, 2004.

Guión y dirección: Kim Ki-duk

Fotografía: Jang Seung-beck.

Música: Slvian.

Intérpretes: Lee Seung-yon, Jae Hee, Kwon Hyuk-ho, Joo Jin-no.

Duración: 95 minutos.

Salas de estreno: Monumental, Del Siglo, Showcase y Village.

Puntos: 9 (nueve).

En la vereda opuesta del cine de géneros, y particularmente del tan mentado cine de despliegue de aventuras de origen oriental, esta nueva pieza de orfebrería, minimalista, del director coreano Kim Ki-duk, cuyo nombre "Hierro 3" (lejos de remitir a la escenificación estetizante de la violencia) remite a una pieza extraña, a un instrumento del golf, a un palo de golf, que como se nos ha informado es uno de los que menos se usa. Y al hacer esta consideración, vemos cómo hoy conviven en cartelera, ya desde los títulos, dos films, "Match Point" y el que hoy pasamos a comentar, que nos remiten metafóricamente al mundo del deporte.

Personaje conocido en nuestra cartelera, Kim Ki-duk ya había permanecido varias semanas en salas de Rosario a través de su ciertamente polémico film "Primavera, verano, otoño, invierno y otra vez primavera", una alegoría y una fábula en tono de moraleja, sobre los beatificados conceptos, en el film, de error y castigo. Para quien escribe esta nota, esta controvertida obra de este director nacido en 1960, con formación religiosa que apuntaba a ser un predicador dentro del budismo, este film que ha despertado exclamaciones en la pantalla por su sucesión de imágenes postales, suspendidas en una tranquilizadora banda sonora, puede pensarse, a mi entender, como un manual de ejercicio de sumisión a la palabra autoritaria y a la fuerza de un orden superior.

Pero en "Hierro 3" (algunos han visto otros de sus films y consideran que en este director hay variadas propuestas), el director ha mirado hacia lo cotidiano del mundo de hoy, en pleno espacio urbano y lo ha transpuesto en un clima de particular y provocador irrealismo. Merecedor del León de Oro en el Festival de Venecia, el film de Kim Ki-duk nos lleva por continuos desvíos y va quebrando todas las respuestas predecibles.

El protagonista es un joven que, a través de una artimaña, de un recurso, puede llegar a ocupar ocasionalmente casas vacías. Y lo hace, desde una postura que no sólo respeta sino que corrige los bienes de los moradores. Atípica construcción es la que "Hierro 3" nos acerca, desde un personaje de quien no conocemos ni conoceremos su historia, salvo la paleta gestual según las situaciones. Casas vacías que desocultan, desde sus objetos, historias que van a transitar frente a nosotros y que van a redescubrirse cuando arriben los dueños de las mismas. Pero en una de ellas, alguien espera, figura golpeada e incomprendida, en un mundo en donde ese ser sólo debe cumplir mandatos.

La casa vacía. El espacio que espera ser habitado. Y todo se va frágilmente articulando entre el sueño y la realidad, o entre la realidad del sueño y la realidad soñada. Como está presente en ciertos relatos orientales. Como a veces, a la mentalidad occidental, le cuesta aceptar que no traspasa permanentemente los umbrales. Al acercarnos al afiche, todo parece indicar que estamos frente a un menage a trois, que se instala en el registro de las combinaciones eróticas, desde ese pendular de la protagonista, desde la presencia de ambos registros, que se enuncian en este mismo párrafo que uno puede mirar hacia otros lugares.

Y en tal caso, aquel tema tan cuestionado por momentos indignantes de la sumisión frente al castigo corporal, aquí en "Hierro 3" es sólo un medio para pasar a ser de otra manera, en lo que respecta, particularmente, al joven protagonista, cuando es víctima de un equívoco, confinado a un lóbrego espacio. Todo el espacio se mira desde un ángulo diferente y cada nuevo acto va hilvanando una intriga de pausas y silencios que va diseñando, como un filigrama, una historia espectral de amor.

"Hierro 3" renuncia a la palabra, y pone fuera de campo el diálogo para centrar el plano en la mirada, en los movimientos corporales, en los trayectos, en esos espacios habitados, por una deslumbrante escenografía natural. Están allí presentes los resortes de una cultura que, en este caso, sigue evidenciada, como en otras latitudes, antiguos comportamientos de miedo y de opresión. Y es también, desde aquí, que el film tiene proyección, más allá de las fronteras.

Podemos afirmar, que desde modos de visión, esta obra inquietante del cine de hoy es un relato sobre los sentimientos y que subjetiviza cada instante de un diálogo, sin palabras, entre dos y que tal vez, pueda transparentarse desde estos versos del mismo realizador: "Uno de los dos se queda en una casa hecha de nostalgia. El otro aprende a convertirse en un fantasma, para esconderse en el mundo de la nostalgia. Ahora que soy un fantasma ya no siento deseos de buscar una casa vacía. Ahora me siento libre en la casa en la que vive mi amada y besarla. Nadie sabe que estoy allí. Excepto, ella, que me espera".

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