La impostación de una voz inocente, ya desde el tÃtulo, es el mejor recurso y la peor debilidad de No sólo los pájaros comen alpiste (EMR, 2011), el libro de Paz Georgiadis (Buenos Aires, 1973) que recibió el Segundo premio en el Concurso municipal de poesÃa Felipe Aldana 2011.
A veces el recurso es eficaz, como en Pelopincho: "Me preguntaste si conocemos algún pobre/ o si nosotros somos pobres,/ si el abuelo está desnudo/ o se fue sin los huesos./ Y si hay alguna pelopincho/ ahà donde está él/ y si tiene hambre/ o si lo vas a ver". Alguien que hace estas preguntas no sabe nada de la muerte; el lector la lee entre lÃneas, la ironÃa dramática es certera y, como dice Georgiadis en otro poema, "funciona". No asà cuando en el mismo gesto con que se quita décadas de encima el yo lÃrico aduce una ardua experiencia de vida, como en el poema más extenso del libro, Pedidos. En primera persona, una moza de bar termina sintiendo "pena, mucha pena" por cierto "personaje" que al parecer emula, y mal, lo mismo que Georgiadis en el poema, al presunto gran padre perverso de la literatura de bajo fondo de los años 90: Charles Bukowski. Pero la empatÃa de Bukowski por sus criaturas es sustituida por el prejuicio.
La frescura de estos poemas huele rancia, su experimentalismo ya no renueva nada, su infantilismo no ilumina ninguna memoria de la niñez. El cariño por ciertos objetos de valor sentimental, como el tapadito del exiliado, amaga algún ejercicio a lo Proust, apunta a la anamnesis, pero yerra al blanco. Que a pesar de todo Georgiadis (que estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires) alcance cierta autoconciencia en un poema logrado, Vivir de Rentas, da alguna esperanza sobre su futuro: "Cuando se cansen de mÃ/ las rentas de la niñez/ [...]/ será hora de ir a laburar en serie/ en serio".
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