Esta noche, a las 21.30 y por Canal 3, tendrá lugar la emisión de los últimos dos capÃtulos "numéricos" de La Tabla de los Sueños. Ultima emisión pero, ojalá también, el primero de los muchos proyectos similares que habrán de surgir -entre todos los que ya están en ejercicio- desde el quehacer audiovisual local. Deseo nada desorientado, sea tanto en función de la calidad que ha supuesto este esfuerzo, institucional y colectivo -con sede en el Centro de Producción de la Escuela de Comunicación Social (UNR)-, como asà también respecto de lo que promete su segunda instancia, volcada ahora al terreno del documental. A propósito: los interesados en participar con sus guiones pueden escribir a [email protected], hasta el 15 de marzo próximo.
El turno le llega hoy a dos propuestas que, ya por nombre de número obligado, enlazan justo: 18 y 33, La sangre y Cristo. Un vÃnculo de azar para el trabajo de realización de Francisco Pavanetto y de MarÃa Elia RodrÃguez. De Pavanetto se señalará que, dada su trayectoria, es alguien cuyo profesionalismo lo orienta a crecer y destacar siempre más. ¿Por qué? Porque sabe contar una historia, jugar con referencias cinéfilas múltiples, y escapar a cuanta moraleja de cualquier tipo fuere posible. O también: Pavanetto es alguien audiovisualmente inquieto. Participa de muchos rodajes, los provoca propios (Interior noche, 2001; El hombre apnea, 2009), destaca a fuerza de trabajo constante, y sobresale como una de las pocas (poquÃsimas) personas de esta ciudad especializada en el estudio del guión. Sus talleres son, en este aspecto, de los más atinados que puedan cursarse.
Es asà que, por un lado, su versión "búnker" de La sangre -a partir del guión de Carlos Bagnetto, Nelson Cingolani y Adrián Florenza- encierra subterráneamente a un oficial y su prisionero, ante la mirada vigÃa del guardacárcel. Algo pasó arriba, alguna guerra, armas escondidas, la galaxia en peligro, más usurpadores de cuerpos que encuentran vÃnculo con reminiscencias de La jetée o de 12 monos, como se prefiera.
El diálogo es buenÃsimo, con cantidad de espacios en blancos -dirÃa Eco- para rellenar a gusto. Encuadres cerrados sobre los rostros, de a poco más abiertos, planos y contraplanos ágiles (sin ese estatismo tan propio del modelo "pregunta/respuesta"), más una cámara de vigilancia con textura de video retorcido. En suma: un trabajo que seguramente se habrá disfrutado durante el rodaje (aún cuando también sufrido, ante tanta exigencia) porque es este ánimo el que contagia al que lo mira. Amén de provocar -artesanÃa narradora- el tan difÃcil suspense. Además de un dueto actoral justo entre MartÃn Fumiato (el prisionero de presuntos poderes raros, una suerte de Stalker) y MatÃas MartÃnez (el oficial, quien maneja un viejo aparato grabador a la vez que duda de su autoridad: "¡Salte, Gutiérrez! ¡Salte!". Notable).
Por otro lado: "¿Sos pelado?", le dice el incrédulo a Cristo, y éste lo cancherea: "¡Buen detective!". No se revelará demasiado del argumento (escrito por Nicolás Cefarelli), pero sà se indicará que el Salvador se le aparece al publicista en su casa, al volver del trabajo. Sorpresa y duda. No sólo de si es o no es Cristo. Sino acerca de porqué en mi casa, qué hacés acá. Es que se trata de la segunda vuelta a la Tierra y, para eso, qué mejor que un publicista. Slogans y campaña mediática, nada mejor. Entre tanto, y de a poco, otros datos completan mientras guÃan hacia lo que de veras está detrás. A descubrirlos. Pero no sin antes destacar que la tarea actoral hubo de recaer en el propio Cefarelli y en Carlos Resta, un Cristo de cuentas a pagar y reminiscencia --por puesta en escena-- déjà -vu.
Ultimos dos episodios, entonces, de una serie que merece una repetición de dÃas corridos. Gustos más, gustos menos -tantos han sido los capÃtulos-, no deja de tratase de buena televisión.
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