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Viernes, 1 de junio de 2012
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Fuerzabruta llegó a Rosario con una versión renovada de su Wayra Tour

El viento y el movimiento inevitable

La compañía brindará en Metropolitano tres nuevas funciones de un trabajo imponente, dinámico y celebratorio.

Por Edgardo Pérez Castillo
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Una de las intervenciones más contundentes de Wayra: un gigantesco domo inflable.

A medida que el amplio salón Metropolitano va siendo desalojado, la imagen remite al epílogo de un festejo concurrido, aparentemente prolongado y, por qué no, algo desenfrenado. Entre pisos encharcados y papel picado, algún rezagado puede pasearse por el lugar tratando de unificar la explosión de sentidos desatada en poco menos de 80 minutos. Es que, más allá de que la impresión sea la de haber participado de una celebración extensa y popular, poco más de una hora le lleva a Fuerzabruta pasearse por una serie de cuadros que alternan potencia, musicalidad, aires rituales y una belleza visual impactante, características que confluyen en Wayra Tour, el espectáculo que desde el martes se presenta en el multiespacio de Alto Rosario Shopping, donde esta noche (a las 21) y mañana (a las 19 y 23) brindará sus últimas funciones.

Desde su conformación, Fuerzabruta buscó ampliar los límites espaciales, apostando a los grandes formatos y a la referenciación con los elementos naturales como guía para sus presentaciones. Desde su celebrada participación en los festejos por el Bicentenario, pasando además por los tres shows diarios que sostuvieron durante la feria Tecnópolis, la compañía fue extendiendo sus horizontes, apuntándole a nuevos desafíos con un objetivo: generar un clima celebratorio con su público, al que una y otra vez logran sorprender con puestas dinámicas y de una intensidad elocuente. Con esos preceptos, y a casi un año de la docena de funciones que ofrecieron en el Luna Park, los Fuerzabruta llegaron a Metropolitano con la intención de darle mayor volumen a su Wayra Tour. Más allá de la lectura que los propios protagonistas puedan realizar una vez concluidas las presentaciones en Rosario, lo cierto es que su espectáculo resulta cautivante.

A partir de una estructura musical que se permite la combinación de electrónica con instrumentos eminentemente folclóricos (erkes y resistentes bombos legüeros), la banda sonora de Wayra busca sostener una constante: la invitación a la danza, ya sea a partir de aires tribales, referencias al altiplano, cumbia villera o hipnóticas secuencias sintetizadas. La acción-reacción inmediata, la irresistible participación del público comprueban la efectividad de un menú sonoro que hilvana cada cuadro.

Composiciones físicas y visuales que apuestan a la utilización de grandes estructuras mecánicas, que permiten sus ya clásicas escenas en altura, y que hacen posible que cada espectador elija su grado de participación, que descubra el lugar en donde logrará visiones únicas de escenas complejas. Que, en definitiva, logre su propia interpretación de esos montajes que pueden disparar lecturas diversas, o tan sólo deslumbrar con construcciones de una belleza singular.

Casi como factor común, la quietud de los protagonistas ante la culminación de cada acto hace inevitable la reflexión en torno al ciclo vital. La certeza de la rigidez final, destino irrefutable, debería entonces funcionar como invitación al movimiento, a la celebración vital. Mientras tanto, el viento, eterno, seguirá soplando.

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