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Miércoles, 17 de mayo de 2006
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"SALUD", LIBRO DE POEMAS DEL ROSARINO ANGEL OLIVA

Los lugares de la permanencia

Se trata de su primer libro editado, y en él se hallan reunidos aproximadamente unos treinta poemas, que abarcan una parte de su producción, desde el año 1992 hasta hoy.

Por Sonia Scarabelli
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Angel Oliva, nació en Rosario, el 30 de setiembre de 1970, y es profesor en Historia. "La poesía pide ser detenida en la degustación, es posible salir al encuentro de lo creado".

Salud es el título del libro de poemas de Angel Oliva, editado por Alción, que será presentado este jueves, a las 20 en El Levante (Pichincha --ex Ricchieri-- 120). La presentación estará a cargo de los poetas y académicos Héctor Piccoli y Claudia Caisso. Angel Oliva, nació en Rosario, el 30 de setiembre de 1970, y es profesor en Historia, egresado de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Entre otras cosas, dirigió el ciclo "Hablemos de literatura", que se desarrolló en el bar La Puerta, y el ciclo "Poesía de una generación", en el bar La Comuna. Salud es su primer libro editado, y en él se hallan reunidos aproximadamente unos treinta poemas, que abarcan una parte de su producción, desde el año 1992 hasta hoy.

Sin excepción, los poemas de este libro proponen al lector un ejercicio de la lentitud, es decir, un ejercicio de pausada compenetración con las palabras, su ritmo y su materia.

No hay manera de "apurar" la voz que alumbra en estos versos el mundo propio, y, a la vez, común, de sus demoras cotidianas; la poesía pide ser detenida en la degustación, porque así es posible salir al encuentro de lo creado, aquello que, repetido, engendra en su acto la sustancia que admite sabor y sentido: "... Plenaria, la gárgara del vino/ absolverá lo ingrato de la obra,/ girará el girasol, saltará el saltamontes...".

Y es en esta misma cincelada travesía, en donde se inscribe su demanda: aceptar que el momento en que algo se canta o se revela, aun si la forma del canto moldea sonoridades épicas, va por silencio; va por un misterio al que la voz se abandona con el fin de acercarse a lo inmaterial detrás de la batalla humana, viva.

Como si diera en ello cuenta de su propio trance, y el de toda tarea poética, "Baquía", primer poema del libro, se inicia con estos versos: "Nunca atraparás el río./ Sólo, con astucia sus orillas". Pero también adelanta, prepara, impulsa la labor que sí se asume, y es, de algún modo, una baquía de la palabra; la persecución y la espera que hacen al poeta entrar en conocimiento de sendas, caminos y accidentes, trazos que lo conduzcan hacia ese punto orilleado, el lugar de la sola permanencia en el rastro. Anticipación de un saber que reconoce a cada experiencia, como costo de su restauración en lo visible, un espacio de pérdida, e intensidad recuperada por sólo esta "baqueana" memoria de la palabra, "... que lo fausto no reside aquí, en el anhelo,/ sino en la evocación...".

Sin embargo, no supone esta poética el hallazgo de una totalidad que únicamente se conservara inaccesible, y, de este modo, aún se conservara. Más que un indicio de la forma completa, el rastro es su oponente. Cuando el poema "La esfera" refuta aquella "suma de todas las partes", hace a la totalidad desbordar por acecho, la destrona de su autonomía, ya que "... Como una intimación, algo prelógico/ persiste en arribar, persiste en ocluir/ el ciclo de la esfera".

El misterio de fondo, no es el misterio de la forma, sino más bien el misterio de lo que se mueve hacia ninguna forma, "...la parábola que va / de la causa a lo fortuito...".

El paisaje de la ciudad, la geografía de esquinas, barrios, y una "ruda multitud", lo que "habita en la profusión del sufrimiento", esto que no admite contornos diáfanos, es lo que mejor forja la materia del poema: "...algo de la vida, de alguna vida otra, que aún fulge, progenie de las ruinas". Hervidero que, en el enigma de su pertenencia variada, ilumina una visión suspensa también de la inocencia y la belleza: el hijo en el jardín, o el silbo de la abeja que cobija "... no sólo el júbilo crucial del alimento,/ sino la delicia saciada en la caricia/ de la rosa".

Así es como Salud invita al lector a acompañar a la voz en su tránsito insurgente; insurgente porque no declina el canto de la gesta anónima y a diario reiniciada, la ambigua celebración de lo inatrapable, la mirada atenta a los rastros de esta breve orilla por donde vamos todos.

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