Atenta a un movimiento que en los últimos años pugnó por lograr una visibilidad acorde a su gran producción, la Editorial Municipal de Rosario ha impulsado su colección FotografÃa, que hoy (desde las 19, en el CEC Vinilo Café de Paseo de las Artes y el rÃo) tendrá su lanzamiento formal con la presentación de sus dos primeros tÃtulos: El centro de Paulina Scheitlin y La noche de Luis Vignoli. Con estilos, miradas y recortes particulares, ambas obras se inscriben en una producción que eterniza momentos y rincones olvidados de la ciudad.
Por un lado, Scheitlin corre el velo de la urgencia y retrata con calidez los rastros que el pasado sostiene en tiempo presente. Por su parte, Vignoli saca provecho de su pasado como fotógrafo de eventos sociales y recupera imágenes inéditas de la noche rosarina entre 1991 y 1997, releyendo desde el hoy aquellas celebraciones todavÃa marcadas por la estética y el frenesà de los 80. De ese modo, si las imágenes de Vignoli exudan estridencia, aullidos y exaltación; las capturas de Scheitlin transitan silencios, murmullos y serenidad. Sin embargo, hay también puntos de contacto en estas miradas divergentes sobre una sociedad y las huellas de su pasado.
"Se da un contrapunto interesante entre la lÃnea de mi trabajo y la de Luis", señala en ese sentido Scheitlin, que ya aportó algunas de sus obras a una publicación anterior de la EmR: Rosario, esta ciudad (2010). Para la fotógrafa rosarina, la apertura de esta nueva colección es digna de ser celebrada: "Que se abra este espacio es buenÃsimo, porque es habilitador de un montón de gente que está produciendo en la ciudad. Además un libro tiene otra permanencia. Personalmente me fascina mucho más que hacer una muestra, que tiene una circulación más chica. Es llegar más certeramente a un público. Y podés volver a las obras todas las veces que quieras".
Integrante del equipo de trabajo que, allá por 2002, le dio forma a las exposiciones grupales que derivarÃan luego en la muestra La Colectiva, Luis Vignoli coincide en que "hay una gran producción, tanto en cantidad como en calidad", algo que ya podÃa percibirse hace una década: "Los que hacÃamos este trabajo veÃamos que nuestra actividad no era aislada, que habÃa un colectivo tácito, y nos encontramos con la misma preocupación, la falta de lugares para exponer, la gran cantidad de producción y la gran cantidad de chicos que se siguen sumando y no encuentran espacios que los motive".
En su caso, y de cara a la colección FotografÃa, Vignoli reformuló en La noche algunas experiencias previas, también vinculadas con el archivo de imágenes que produjo durante buena parte de los 90. "Yo sacaba fotos en recitales y en ese interÃn conocà a Zorzi, músico de la ciudad que empezó a manejar Púrpura, un boliche en Córdoba y Donado, y me invitó a hacer fotos de las fiestas con el ánimo de promocionarlas. En ese momento, en el que obviamente no habÃa Facebook, él querÃa hacer fotos y mostrarlas a la semana siguiente. Era una actividad que yo hacÃa medio como hobby y medio como trabajo", recuerda el autor, que luego de reencontrarse con ese archivo, rescató las imágenes descartadas por entonces y le dio forma a las muestras Cajita freak, que se montó en el 2006 en el Museo de Arte Contemporáneo (Macro), y Underdance, presentada en 2001 en la Biblioteca Alfonsina Storni.
A diferencia de aquellas propuestas, en La noche Vignoli profundiza su rol curatorial: la búsqueda entre el descarte es realizada con mayor responsabilidad. "La mayorÃa de ese material era comercial, para vender. Y si bien acá hay un descarte de lo que no se vendió, hay una selección, porque elijo fotos que me gustan. El libro entonces es la consciencia de ese archivo, de un valor que excede lo afectivo --explica--. Es parte de la cultura de nuestra ciudad, de nuestra gente. El archivo es autónomo a uno mismo. Cuando empecé a digitalizar ese archivo me empecé a reencontrar con esas imágenes, pero con una mirada de 15 años después, desde otro lugar".
La de Scheitlin es también una mirada desde el presente, pero que se posa sobre las huellas del pasado, difÃciles de descubrir en la urgencia cotidiana. Para la autora, el libro es entonces el soporte preciso para su propuesta. "Me parece que el formato libro es la forma ideal para mi trabajo. Me detengo en lugares que pasan desapercibidos por la celeridad de la locura que vivimos. Son lugares por los que pasamos todos los dÃas y sobre los que la gente no repara. El libro refuerza esta cuestión del tiempo detenido de observación. En una muestra uno lo ve rápido y se olvida. Y obviamente aquà hay un lÃmite en relación al tamaño, pero me gusta esa cosa de guardar el libro, de tenerlo. Es una visión nostálgica, que tiene también que ver con las imágenes", concluye Scheitlin.
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