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Domingo, 25 de noviembre de 2012
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El escritor y periodista Sergio Olguin presentó su última novela en Rosario

Con una heroína inusual y atrapante

La fragilidad de los cuerpos se llama el policial negro que tiene por protagonista a una joven periodista, cuyo olfato la lleva a desentrañar una mafia que juega con niños. El autor habla de las claves del género y cómo se combina con su trabajo.

Por Sonia Tessa
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Sergio Olguin se siente "parte de una generación de escritores que sabe encontrar sus lectores".

Verónica Rosenthal es lo que toda periodista quisiera ser: joven, bella, íntegra, libre y muy buena en lo que hace. No es una persona de carne y hueso, sino la heroína que construyó Sergio Olguín para su última novela, La fragilidad de los cuerpos, un policial negro que tiene la particularidad de centrarse en una mujer que desanudará una trama delictiva mientras se emborracha con amigas y ama a quien se le canta. ¿Por qué los escritores argentinos recurren a periodistas como las figuras de sus policiales? "Cuando yo me plantée la idea de escribir novelas policiales me encontré con el mismo problema que tienen todos los autores argentinos al tomar el género, que no podés poner de protagonista o de héroe a un policía como ocurre en la novela policial tradicional", afirma Olguín, un periodista que escribió en Página/12, hoy dirige Lamujerdemivida y también la sección Cultura de la revista El Guardián.

Más tarde, anotará otra influencia: "Stieg Larsson (autor de la saga de Millenium) me parece un escritor fascinante, no sé si es un buen escritor, pero me fascina como narra. Ese tipo de literatura me atrapa especialmente. La elección de una periodista y de una revista también tiene que ver con el ciclo de Larsson". Olguin estuvo el jueves en Rosario, para presentar su libro y también para dar una charla sobre George Simenom, en el marco de la feria Rosario, Libro y Lectura, que se realizará en agosto próximo.

El libro de Olguín también atrapa, al tiempo que es una forma de husmear en el mundo de las redacciones. La trama se centra en el ferrocarril Sarmiento, en el efecto que causa en los maquinistas de los trenes la aparición de un suicida, o de niños que juegan a ver quién aguanta más tiempo en la vías antes de que llegue el tren. Para los trabajadores, es una pesadilla. Y los niños no están allí por su propia voluntad. La que develará todo será la periodista. La elección de su protagonista "tiene la posibilidad de mantener esas virtudes, esa ética que tiene el periodista honesto. Pero también había que dar una vuelta, porque el problema en Argentina es que ni siquiera podés garantizarte desde el periodismo estar protegido o saber que se va a hacer justicia, porque sabés que la policía no funciona, que la justicia puede ser injusta, y que la propia empresa periodística puede dejarte en banda cuando se compliquen las cosas". En medio de esas marcas de época, a Olguín le surgió otra necesidad para su ficción. "Tuve que darle una especie, para llamarlo de alguna manera, super poder que es el estudio jurídico del padre. Verónica es una periodista pero a su vez es hija de un abogado que tiene un estudio muy prestigioso y con mucho poder, al que recurre cada vez que cuando se le complica la vida".

El autor habla de su personaje con cierto orgullo. "Está formada a partir de dos universos, por un lado el femenino de una chica porteña, treintañera, soltera, de familia más o menos acomodada, que se dedica al periodismo, con todas las características de esas chicas, sus amigas, que se van de copas, y charlan de hombres, y viven una vida muy social, generalmente porque todas son solteras, o no tienen hijos y eso les permite tener una vida mucho más divertida si querés y por otra parte está construida a partir del personaje típico de las novelas policiales, del investigador de las novelas de Chandler o de Hammet". La pregunta del origen fue "¿qué pasa si se lo ponemos a una chica de 30 años, si la volvemos, no borracha pero que le encanta el alcohol, que pueda tener sexo con todas las personas que tenga ganas o con todas las que se cruce a lo largo que se cruce a lo largo de la investigación, que tenga un sentido muy alto de la ética profesional pero a su vez que sea una especie de perro de caza que no suelta a su presa hasta destruirlo? Tomé todo eso. Me parece que ahí está el tono inquietante de Verónica, que no es un personaje común".

-¿Cuáles son los escritores argentinos con los que te sentís identificado?

-Soy parte de una generación de escritores que sabe encontrar sus lectores, que en mayor o menor medida tiene un público lector fiel. No sé, Claudia Piñeiro, Pablo Ramos, Marcelo Figueras, o gente más joven como Laura Meradi, que es una persona que yo admiro mucho. Todas estas personas que te nombré las admiro como escritores, los leo con admiración. También Claudio Zeiger, el editor de Radar Libros, con el que compartimos muchas cosas, o Mariana Enriquez, son personas que yo disfruto mucho leyendo y trato de ser parte de su universo literario, cuando leo algo de ellos siento que de alguna manera forma parte de lo que yo quiero como literatura. Con una literatura que de alguna manera viene también de Roberto Alrt, de David Viñas, de Abelardo Castillo, de Briante, de Soriano, de toda esa literatura argentina que se construye a partir de historias fuertes, con personajes difíciles de olvidar.

-¿Cómo hace un periodista que se gana la vida con este trabajo para escribir novelas simultáneamente?

-Son dos cosas distintas. Si yo tuviera que escribir artículos probablemente no podría escribir mucha ficción. Yo hago trabajo de edición, ya sea periodístico o trabajo de edición literaria, eso me deja más tiempo para pensar en mi literatura. Digamos que los editores generalmente no piensan mucho (risas). los que no son buenos periodistas se dedican a ser editores. Muchas veces digo, esto no lo puedo hacer yo, mejor que vaya un periodista a hacerlo. Me parece que justamente el trabajo de edición periodística me deja la cabeza muy abierta para poder escribir ficción. Y hay algo muy concreto, yo escribo más tranquilo si tengo un trabajo en relación de dependencia que cuando soy free lance. El periodista free lance pasa la mita del tiempo escribiendo notas y la otra mitad tratando de cobrarlas. Saber que tenés un sueldo que te depositan en la cuenta a fin de mes hace que puedas estar más tranquilo para pensar historias ficcionales.

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