Flores pintadas sobre páginas de un dossier judicial sobre desaparecidos polÃticos o un monumento anónimo en equilibrio precario son sólo algunas de las metáforas plásticas crÃticas que se exponen hasta el 22 de diciembre en el espacio Cultura Pasajera del Pasaje Pam (Córdoba 954). Allà también se pueden ver una pintura 3D de Rodolfo Perassi que canibaliza fragmentos de un Picasso temprano o un experimento cotidianista de la cátedra Taller de Pintura I (UNR).
Gabriela Gabelich (integrante del equipo curatorial de Cultura Pasajera) habló además el sábado con Rosario/12 sobre otro proyecto, no relacionado con Cultura Pasajera y que ella viene gestionando como coordinadora provincial: una "clÃnica de coleccionismo", la primera en Rosario, que con un arancel de 200 pesos (incluye almuerzo) tendrá lugar este sábado de 9.30 a 15 en el Museo Juan B. Castagnino (Pellegrini y Oroño) en el marco de las clÃnicas de coleccionismo federal coordinadas por Alejandro Ikonicoff con el aval de la Fundación ArteBA.
"Acá puede participar cualquiera que alguna vez haya adquirido o le hayan regalado una obra --relata Gabelich--. A partir de las clÃnicas de obra que se hacen para los artistas, surge la idea de reunir a seis coleccionistas que van a mostrar cinco obras favoritas y contar cómo se iniciaron en esto, con el objetivo de sumar actores: para coleccionar no es necesario ser un experto ni un millonario". Luego de la presentación de Ikonicoff y antes de sendas disertaciones por Pablo Montini y Marcela Römer, hablarán los coleccionistas José Luis Perdomo, Guido MartÃnez Carbonell, Lila Siegrist y Román Vitali (Rosario), JoaquÃn RodrÃguez (Buenos Aires) y José Lorenzo de Córdoba (más información en: clinicadecoleccionrosario@gmail.com).
En la vidriera XS del Pasaje Pam, compilado y subtitulado por Luciana Ponte (Neuquén, 1981), puede verse el trailer de un documental entre la historia del arte conceptual y la crónica de la melancolÃa. Un prolÃfico pintor contemporáneo ruso se despide del soporte y decide emprender un literal "vaciamiento pictórico": compra pomos de pintura, los exprime y firma los pomos vacÃos. El artista existe y Ponte lo conoció durante una residencia en ArtResideRUS, en las afueras de Moscú. Sergei Marcovic, El vaciamiento pictórico es una de las pelÃculas sobre artistas del mundo para descubrir en www.lalulula.tv, proyecto online del que Ponte (formada en el IUNA) es curadora.
No lejos de allà puede apreciarse a través de la vidriera de la marquerÃa Rivoire lo que parece la secuela de un estallido de dinamita: una pila de escombros entre la que se yergue un enigmático monumento sin inscripción, de estabilidad precaria, junto a una mini mesa igualmente al borde de la caÃda sobre la que se alinean anónimos trofeos. Lo funcional del trofeo y del monumento involucra al nombre propio en un gesto social de distinción, pero Ariel Torti (Paraná, 1979) viene trabajando con fragmentos de trofeos reales a los que reconstruye como objetos abstractos anónimos. Sus instalaciones y pinturas aluden en un tono retrofuturista a los ideales de progreso y superación, individuales y colectivos, que marcaron un pasado perdido. El estilo de la instalación remite a las esculturas brutalistas abstractas de Enio Iommi. Son de muy diferente belleza dos pinturas suyas en trastienda. Con una paleta protoimpresionista florentina en la tradición modernista rosarina de Demetrio Antoniadis o Manuel Musto, Ariel Torti retrata vegetación o fragmentos de arquitectura, casi tan enigmáticos como sus escombros.
Un pasaje de la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, se resignifica en un nuevo contexto en el texto que acompaña el ensayo visual a modo de cuaderno de dibujo por Gastón Herrera en el espacio Brutal! Titulada Estrictamente confidencial, la obra trata de las secuelas de otro vaciamiento: el de la feroz represión del terrorismo de Estado. La materia intervenida con dibujos y trazos es "un archivoexpediente que llegó a mà por medio digital de parte de mi hermano y que el Ministerio de Derechos Humanos me concedió por ser familiar de desaparecidos", cuenta el artista.
"El expediente contaba con varias partes, algunas de ellas graficando toda información sobre la militancia partidaria de mi padre, abuelos y sus compañeros, por eso para mà era difÃcil pretender mostrar o qué parte mostrar. La hoja más llamativa fue una carátula: Estrictamente secreto y confidencial. A lo que no se puede mostrar, lo muestro censurado de alguna manera", contó Herrera a Rosario/12. Y no es fácil de digerir lo que hay para ver, que le hace ruido a la visión idealizada del mártir polÃtico. Medio piadosamente cubiertas y medio ocultas por estridentes flores pintadas, se entrevén las armas secuestradas a las organizaciones. "Hay partes sacadas de Inteligencia, tienen la estética más dura de este tipo de peritaje. Que yo muestre las armas mostraba otra parte...".
Las tachaduras se reiteran ampliadas interviniendo el vidrio al exterior. "Antes de la intervención pensé en censurar algunas partes de información, por respeto a no mostrar identidades que podrÃan ser expuestas y quizás les hubiese molestado, entonces censuré esas lÃneas y rostros, para luego poner flores de colores que contrasten con la densidad de tales imágenes. Les pongo color, alguno que vea al menos desde otro lugar la tragedia y se acerca a la idea de cierta convivencia y aceptación. En el vidrio de la sala donde expuse, jugué también a censurar con pintura negra de la misma manera en que habÃa tachado las hojas del archivo, invitando al espectador a espiar entre ellas y sugerir que puede ver entre los espacios no censurados".
Este ensayo deviene de la intervención que hizo Herrera este año en el Museo de la Memoria, dentro del Proyecto Cal de Lisandro Arévalo para la Semana del Arte, al cual fue invitado. "Más allá de ser hijo y nieto de desaparecidos, me parecÃa que tenÃa que hacer un trabajo más general, que significara algo para toda esa situación del desaparecido y de sus familiares y seres queridos. Entonces surge la idea de ese vacÃo que deja y de la imposibilidad en la mayorÃa de los casos de no poder honrar su muerte. Por lo general nuestra cultura les lleva flores al cementerio, pues pensé entonces que el desaparecido no tenÃa ese lugar para posibilitar tal rito, entonces dibujé flores en todo el vidrio, y lo titulé: Las flores que no les llevé".
Herrera venÃa dibujando formas vegetales proliferantes en su serie de dibujos Tapera (2011). En el Museo de la Memoria las flores fueron dibujadas con los dedos sobre la cal. "El desaparecido no tiene lugar para llevarle flores", reflexiona Herrera. "En una visita de una escuela al Museo, los chicos también dibujaron flores. Ahà fue cuando la obra me cerró".
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