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Miércoles, 5 de diciembre de 2012
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La confusión de las lenguas, de Luciano Trangoni

El poeta como vocero del espanto

Mañana a las 20, Luciano Trangoni (Rosario, 1974) presenta su primer libro de poemas: La confusión de las lenguas. Bellamente ilustrado con una imagen de la Torre de Babel, recién salido de imprenta por la editorial rosarina Ciudad Gótica, será comentado en el bar Lennon por su editor, Sergio Gioacchini, y por la poeta Alejandra Méndez. Escritor y docente, Trangoni ha publicado, siempre por Ciudad Gótica, dos novelas: Los zapatos de los muertos (2006) y Acá no hay dónde (2009) además de un libro de relatos, 17 pesos y monedas (2010), que compiló algunas de sus contundentes colaboraciones en la sección contratapa de Rosario/12. Hace poco obtuvo el Tercer Premio del jurado del Certamen Nacional de Poesía "Hugo Mandón" por "Hombre dormido".

Una visión descarnada es el común denominador de la obra narrativa y poética de este joven autor. La palabra del poeta, uno de los temas del nuevo libro, sería aquella que se resiste a la posibilidad de la confusión de las lenguas, produciendo enunciados a la altura del "memento mori" (en latín, "recuerda que has de morir", un lema moral clásico). Si el mito de Babel al que se alude en el título habla de una endeble torre de arcilla y una palabra que no comunica, la palabra del poeta tendría la cohesión de la piedra mortal luego de la caída.

En la tradición moderna de los poetas malditos (tradición a la que Trangoni alude explícitamente, invocando como un talismán el nombre de Poe; una versión anterior del libro iba a llamarse Papeles de un réprobo) el yo lírico expresa lo de siempre: tedio ante la rutina, furia ante la injusticia y conciencia de la finitud. Los poemas del libro narran cómo en el espejo del tiempo irreversible se va labrando la identidad del poeta: "este abrir el ojo de la madrugada" inicia la maldición del hablante de saberse mortal, "cuando aún el aire/ nos encuentra sin mirada" y luego salir al día cruel donde "un hombre patea a otro que sangra en el suelo", obligados todos a "comer su propia fuerza".

Al igual que en la prosa de Trangoni, el lenguaje es coloquial pero sonoro y el tono es coherentemente amargo y crítico, tanto como desangelado es el universo que se representa. En sus bordes habita este ser cuya razón de existir es tomar nota. La palabra que el poeta se condena a decir lo sitúa más acá de todos los velos y de cualquier esperanza de redención. Las preguntas, en Trangoni, son preguntas desesperadas. No piden respuesta sino que brotan como gesto expresionista: "hay alguien/ una mujer/ que se esconde detrás de una puerta/ y llora/ ¿qué es la mentira?/ me grita/ y yo no sé/ la rodaja de pan/ que tu esperanza/ corta y come/ ¿y qué es la esperanza? Pregunto/ un asno ciego/ y mal alimentado".

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