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Miércoles, 23 de enero de 2013
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LITERATURA. Setecientosmonos. Antología, de editorial Santiago Arcos

Una máquina de escribir propia

Estudios, documentación, fotos y artículos de (y sobre) Setecientosmonos se reúnen en un trabajo que permite aproximarse a la revista editada entre 1964 y 1967, y que fue vocera de la obra vanguardista, tanto crítica como literaria.

Por Beatriz Vignoli
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Pozzoli, Schork, Gorodischer, Martini, Rosa y Sevlever presentando Cuentos de soldados, de Gorodischer (Rosario, 1965)

El año pasado, con aportes de Espacio Santafesino, la editorial Santiago Arcos publicó una valiosa antología de 366 páginas que reúne estudios, documentación, fotos y artículos de y sobre la revista literaria Setecientosmonos. Editada en Rosario entre 1964 y 1967 y bautizada así a partir de un chiste, la revista fue vocero de la obra vanguardista, tanto crítica como literaria, y eventualmente de las preocupaciones por su rol político como intelectuales, de un grupo de jóvenes narradores y críticos de Rosario, algunos de los cuales luego adquirirían una relevancia capital. Con edición por Osvaldo Aguirre y Gilda Di Crosta, Setecientosmonos. Antología se basa en un minucioso trabajo de investigación por parte de Aguirre, quien hasta rescata para la cubierta el moderno diseño neoplasticista de la tapa original. En la presentación del libro en el Centro Cultural del Parque España estuvieron Carlos Schork y Juan Martini, fundadores de la revista y sus primeros directores junto a Salvador Gatto.

Allá por 1964, según recapitula Aguirre, ambos "vivían en la misma cuadra, en las calles Ricchieri y Córdoba. Tenían poco más de 20 años". En la facultad se conocieron con Omar Pérez Cantón y a la vuelta de la esquina estaba Rubén Radeff, cuya familia tiene aún la librería La Médica. "Desconocidos en el ambiente literario", los editores de la revista "eran tan primerizos que ni siquiera tenían máquina de escribir propia". Se reunían los viernes a la noche en el bar Savoy. El staff incluía a Carmelina de Castellanos, única con antecedentes literarios, quien los orientó y los relacionó con escritores reconocidos, como Ernesto Sábato. Castellanos colaboraba en la revista El escarabajo de oro, de Abelardo Castillo, con quien "los monos" (así se autodenominaban, en broma, incluso en las notas de la revista) tenían un vínculo intenso, entre la emulación y el parricidio, o al menos tal ambivalencia se deduce comparando la satírica entrada que le dedican en una imaginaria enciclopedia con la entrevista que le hacen en el número doble 3/4 (incluida en el libro).

Los gustos literarios se repartían entre el realismo de Castillo y el experimentalismo del nouveau roman francés, vinculado este último al existencialismo de Jean﷓Paul Sartre: otro de sus próceres, sobre todo cuando rechazó el Nobel de Literatura en 1964. Sartre era un modelo de intelectual, no sólo de escritor; la relación entre literatura, compromiso ético y militancia política (ineludible en aquella época de transformaciones) se hace explícita con el número 5 en el primer (y único) suplemento Testimonios, donde se pronuncian en contra de la intervención de Estados Unidos en la República Dominicana.

El número 3/4 marcó un salto cualitativo tras (entre otras cosas) la incorporación, en el número anterior, de Nicolás Rosa, a quien Shorck y Martini habían conocido al recibir ambos un premio literario en el concurso de cuentos de Amigos del Arte. Rosa reseñó libros de Germán Rozenmacher, Beatriz Guido y David Viñas, incorporándose como director a partir del número 6. Además de su nota sobre los mencionados "malos modales de escritor" de Sartre (Rosa dixit) fue de especial importancia, como paradigma de su propia obra crítica, su reseña de Sexo y traición en Roberto Arlt, de Oscar Masotta. Artículo que también se incluye en el libro, lo mismo que el de Mario Vargas Llosa sobre Camus (Nº 5), los de Adolfo Prieto y Gladys Onega sobre Cortázar (Nº 7), el de Josefina Ludmer sobre Vicente Leñero, el de Norma Desinano sobre Juan José Saer y los de María Teresa Gramuglio sobre Juan Rulfo, David Viñas, Luis Harss y, en el décimo y último número, "El espacio en la novela objetivista", un ensayo estético sobre literatura donde Gramuglio analiza la construcción del espacio narrativo a partir de la mirada. Leído 40 años después, este trabajo pareciera presagiar retrospectivamente todo lo que la llamada "poesía de los noventa" creyó volver a inventar (y que surge, en gran medida, precisamente de estas discusiones de los 60). "La reflexión sobre la novela, que se ha agudizado en los últimos años, ha replanteado a escritores y críticos el problema de las relaciones entre la novela y las demás artes (la música, el cine, las artes plásticas)", escribía Gramuglio en 1967, polemizando con Lessing, para quien el objeto propio de la poesía era el tiempo y esta no debía ocuparse del espacio y de los cuerpos, que pertenecían al dominio de la pintura. "En el texto literario las palabras no hablan a mi sensibilidad perceptiva. No veo, no percibo realmente este parque, este camino. Los signos han desatado su carga simbólica y han hablado a mi imaginación".

La conexión con la plástica más avanzada de entonces se daba no sólo a través de la presencia como interlocutor (que esta cronista imagina, aunque no se lo nombre) de Juan Pablo Renzi, sino porque uno de los logos de la revista fue diseñado por Rodolfo Elizalde, integrante a mediados de los 60, junto con Renzi y tantos otros, del Grupo de Artistas de Vanguardia que luego en 1968 realizarían el evento artístico y político Tucumán Arde. Señala Irina Garbatzky en uno de los estudios actuales incluidos en el libro: "La obra artística como acción revolucionaria se plantearía de manera inminente para algunos de los colaboradores de la revista, como Nicolás Rosa y María Teresa Gramuglio, quienes participaron de la experiencia (Tucumán Arde) que tuvo lugar en el local de la CGT de los Argentinos".

Un desconcertado Juan José Sebreli entrevista en París a Simone de Beauvoir; le va un poco mejor a Nicolás Rosa con Roland Barthes, al que sólo requiere traducir. Con Nicolás Rosa y Juan José Saer como traductores, las traducciones ocupan un sitio destacado, con ensayos de Merleau﷓Ponty, Sartre, Edouard Glissant y un cuento de Robbe﷓Grillet: "La playa". Además de cuentos por Martini, Schork, Marta Lynch, Mario Verandi y Angélica Gorodischer. Todo ello es reeditado en el libro, que además de por supuesto el sumario completo de los diez números, también incluye un apéndice de entrevistas: a Schork por Aguirre, y a Pérez Cantón y a Norma Desinano por Julieta Tonello.

Las polémicas, los cuentos, los editoriales; los escritores de entonces, como Ada Donato; las contradicciones del peronismo, el teatro de la época y su tensión con la represión de la dictadura de Onganía; la relación de la revista con sus pares locales como Pausa y Alto aire, son otras de las zonas que iluminan este libro, que desde los estudios y las reediciones pone en una necesaria perspectiva histórica la producción intelectual regional de autores aún activos.

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