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Lunes, 6 de mayo de 2013
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A sala llena se estrenó en Rosario "La Cabra", una obra entre el drama y el humor

Un chiste que nadie sabe cómo acaba

Julio Chávez dirige y compone a un padre de familia que está viviendo una situación muy particular en su vida; algo que, de pronto, irrumpirá en escena a partir de un acto de indiscreción. Se destaca en el elenco el rol de Vando Villamil.

Por Emilio A. Bellon
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Chávez y Viviana Saccone que interpreta a su mujer en esta obra magníficamente adaptada.

La Cabra

Texto original de Edward Albee, según la versión de Fernando Masllorens y Federico Gonzalez Del Pino.

Dirección: Julio Chávez

Intérpretes: Julio Chávez, Viviana Saccone, Vando Villamil, Santiago García Rosa.

Escenografía: Jorge Mondello

Iluminación: Matías Rodríguez.

Sala: Fundación Astengo.

A sala llena, como era de esperar, como aconteció cuando el mismo actor presentó en nuestra ciudad "Yo soy mi propia mujer", el estreno de la obra "La cabra", cuyo título original se completa con la expresión "¿quién es Sylvia?", nos permite no sólo reconocer una significativa pieza autoral de uno de los más grandes dramaturgos de nuestro tiempo, como lo es Edward Albee; sino además la valorización de un trabajo de montaje entre el teatro de texto y la fuerza expresiva cifrada en los comportamientos corporales, en los subrayados de los gestos, en los desplazamientos por ese acotado y único espacio en el que se juega esta significativa pieza dramática, representada por primera vez en marzo del 2002, en el teatro Golden de Nueva York.

Sería muy difícil poder precisar, evaluar, la relación en cuanto a la capacidad actoral de los demás integrantes de esta tan transgresora y perturbadora obra de Edward Albee, que se mueve pendularmente entre el humor y el dramatismo, dejando al descubierto las fisuras de un orden de apariencias, regido por repetidas fórmulas y prejuicios. Sí, claro lo sería porque desde mi punto de vista; ya que es tal la fuerza que Julio Chávez le imprime a su personaje, desde su arrojado primitivismo, su formación intelectual y por la manera en que narra cómo unos pequeños ojos lo envolvieron en la ternura, que todo lo demás, de pronto, parece callar.

Nacido en 1928, Edward Albee, apellido que recibe de los padres que lo acogen en adopción, fue a lo largo de su vida, desde los días de su vagabundeo adolescente, expulsado de centros escolares, uno de los rebeldes de su generación. Y hoy, junto a Tennessee Williams, Arthur Miller y del otro lado del Atlántico, Harold Pinter, definen ese conjunto de nombres que desde la escena teatral, entre otros escritos, desmontaron los simulacros y los engaños, un mundo de vanidades, el absurdo de ciertos comportamientos, la fragilidad de las emociones. Y según sus palabras, las del propio Albee, a través de sus personajes reconocemos voces de Beckett y Strindberg, Ibsen, Chejov, Ionesco y el mismo Franz Kafka.

En la versión que pudimos admirar, Julio Chávez dirige y compone a un padre de familia, prestigioso nombre reconocido en el campo de la arquitectura, sorprendido ocasionalmente por fugaces ausencias, que está viviendo una situación muy particular en su vida; algo que, de pronto, irrumpirá la escena a partir de un acto de pronunciada indiscreción. Es su manera de decir, de enunciar los parlamentos, lo que va a ir generando cierta intriga, lo que va marcando cierta sospecha y lo que va a hacer que, igualmente, comiencen a desencadenarse las reacciones. A su lado, su esposa, moviéndose entre la burla y el desconcierto y su hijo aún adolescente, mimado por su madre, burlado igualmente por su padre. Y junto a ellos, el mejor amigo. Será, entonces, una revelación, mediando una carta la que provocará que la misma puesta en escena, la misma ambientación estalle; sí, literalmente vaya estallando ante la mirada del espectador.

Como ocurría en aquella noche en la que Martha y George, los principales protagonistas de su obra escrita en el 62 y representada meses después en el Off- Brodway, "Quién le teme a Virginia Woolf", al recibir a los invitados y hacerlos partícipes de un cruel juego, en el que quedarán al descubierto los odios y los rechazos, los enconos y ese único motivo que aún los sostenía; refugiándose ambos en ese último instante como lo único que les pertenecía. Llevada al cine posteriormente por Mike Nichols, la que es su opera prima, el film contó con las destacadas e inolvidables actuaciones de Elizabeth Taylor, merecedora de su segundo Oscar, Richard Burton, Sandy Denys y George Segal. Su recordada banda sonora fue compuesta por Alex North.

Ya Albee, reconocido por los críticos tanto en el campo teatral como por la crítica cinematográfica, ya por sus piezas breves como "Historia del Zoo" o por otras de mayor número de personaje será nuevamente motivo de transposición en la pantalla. Así, en 1972, bajo la dirección de Tony Richardson, director del "Free Cinema Inglés", quien se había dado a conocer a fines de los 50 con su versión de "Recordando con ira", a partir del texto teatral de John Osborne, estrenará "Un delicado equlibrio", film que sigue los planteos del de Mike Nichols y que ahora nos ubica, siempre igualmente con sus notas de absurdo, en el interior de la casa de un matrimonio de clase alta, en Connecticut, que de pronto recibe la visita de una pareja, ya en crisis, acosada por ciertos temores y sospechas.

Y en el transitar por espacios claustrofóbicos y parejas en crisis, que ven caer por borda los ilusorios pilares del conformismo, que desocultan las reacciones más violentas, llegamos nuevamente a "La cabra. O Quién es Sylvia?", para tratar de ubicarnos en ese lugar desde donde su personaje comenzó a repensar el mundo de otra manera; por lo que el título mismo de la obra, lejos ya de definirse desde lo literal nos lleva a esa situación de extrañamiento que metaforiza todo lo ajeno y diferente, lo no aceptado, lo excluido. En palabras de José María Pou, al referirse a esta obra, traductor, director y actor de la puesta que tuvo lugar en Barcelona en noviembre del 2005; esta obra de Edward Albee es "una humorada, una risotada animal. Un chiste que nadie sabe cómo acaba. La historia de una soledad y de muy malas compañías. Es la sorpresa, el asombro, la sacudida, la incredulidad, la duda. La provocación pura y dura. Es la prueba del nueve para la tolerancia y la comprensión. Es el corazón abierto a la irracional naturaleza del amor".

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